viernes, 11 de julio de 2014

La patria del rico y la del pobre

La patria del rico puede ser el mundo entero. La del pobre no es sino un sentimiento, un conjunto de emociones que lo unen al pueblo donde creció y a la gente entre la cual se crió. Rico es quien puede robar y matar impunemente. Pobre, quien no puede responder a esa violencia debidamente.

 
Israel bombardea Gaza y siembra la muerte en el pueblo palestino. Tiene armas y recursos para atacar a un pueblo pobre que no puede responder a sus agresiones debidamente. Ya casi se ha apropiado de toda Palestina. Cuando haya exterminado a toda la resistencia, cuando haya sometido a toda la población dirá, sin dudarlo un ápice, que aquella tierra es suya, que aquello es Israel. Impondrá allí su ley y la hará cumplir a rajatabla.

Así se formaron los actuales estados. Ningún pueblo vencido tiene estado propio. Y siempre el pobre fue el vencido. Ningún pueblo pobre y vencido se rige por propias leyes. Ningún pobre vive como quiere ni va a donde quiere. Tan solo los ricos hacen impunemente lo que les viene en gana. Ellos son quienes dictan las leyes y quienes deciden lo que es suyo, tanto a nivel estatal como privado. Su hábitat es el mundo. Su patria, el lugar donde tienen el dinero.

Hoy vemos como el pueblo palestino sufre la violencia de un Israel prepotente y rico. Es una agresión ya vieja que quizá esté llegando a su fin, por destrucción y extermino del pueblo agredido. Cuando ella concluya habrá dentro mismo de Israel un pueblo pobre que sufrirá el abuso del pueblo rico dominante. Quizá esa población sea de origen palestino, o quizá no, pero sin duda alguna será originaria de un pueblo pobre y vencido, tan pobre como ese pueblo palestino al cual ahora Israel bombardea con el fin de someterle y apropiarse de lo que queda del territorio que todavía hoy se llama Palestina.

El agresor es allí el rico, el judío rico, el imperialista rico. Siempre fue el agresor el rico y siempre lo será. Siempre el que tenga dinero será el que agredirá. Siempre el que pueda comprar armas, el que pueda pagar esbirros y desalmados mercenarios. Siempre el que no tenga escrúpulos, ni conciencia, ni respeto, ni amor por nada que no sea su poder y su dinero. Siempre el que tenga vocación de apropiarse de todo, de la tierra, de los bienes, de someter, de vencer, de esclavizar al otro, al vecino, al hermano... Por eso siempre vivió el rico a costa del pobre, de su tierra y de su esfuerzo, de su sudor y aun de su sangre.

El pobre no tiene patria, ni tierra propia, ni casa, ni más dinero ni ley que la que el rico le otorga. Da igual si es palestino, mapuche, saharaui, esquimal o miembro de pueblo o nación que no tenga propio estado. Porque siempre la patria del pobre es y será dominada por el rico y, como tal, por él legislada, gobernada y administrada. El pobre nunca gobierna en su patria ni en su casa, pues a lo más que le llega es a habitar en ella al modo como le indica y concede el rico que lo gobierna. Nunca fue el pobre dueño ni siquiera de su casa, pues que quien hace las leyes puede de hoy para mañana negarle cuantos derechos la tradición le otorgaba. Mala gente son los ricos. Mala gente que roba casas, tierras y patrias.

Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que en el mundo real el pobre no tiene patria. Tiene, eso si, amor a lo que en su interno fuero siente que es su patria: un conjunto irracional de símbolos y recuerdos, de emocionantes momentos, de tradiciones, de lengua, de costumbres, de signos de identidad reales o imbuidos que lleva siempre consigo, que van allá a donde él va. De aquí que suela decirse que el pobre lleva la patria en lo más hondo del alma, en el propio corazón. Que la lleva a donde vaya, que la siente donde esté, ya sea como emigrante o ciudadano de hecho o de derecho. De derecho otorgado, cabe señalar, por los verdaderos dueños de la patria, es decir, por los ricos que allí mandan y gobiernan.

Apátridas en su tierra, ciudadanos del mundo con papeles o sin ellos, pero siempre a condición de someterse a los dueños, a los amos de las armas, del poder y del dinero, de la fuerza y del terror. De los que matan y roban impunemente, sin juicios ni castigos. De quienes compran las bombas y pagan a los verdugos que con ellas bombardean y asesinan y aterran.

El pobre no tiene patria, ni tierra, ni casa, ni huerto ni jardín, pues que el rico es el amo indiscutible del mundo entero. / PC

 
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