domingo, 24 de noviembre de 2013

El pueblo silenciado

A quienes no entienden que no es cuestión de reinos ni de estados ni de organismos de poder sino el clamor de un pueblo que se resiste a ser ninguneado.


Apelar a la historia y a las frases de célebres personajes históricos para justificar la permanencia en la injusticia no es propio ni de la derecha ni de la izquierda sino de demagogos, de oportunistas políticos y de necios obcecados incapaces de remozar su pensamiento y atender a la realidad del presente. Y en el mejor de los casos, concediéndoles presunción de inocencia, diremos que es propio de quienes no entienden que estamos hablando de los derechos de los pueblo, no de los derechos de quienes los sometieron y explotaron y aun hoy los someten y los explotan.

El clamor de independencia del pueblo catalán no responde a ningún proyecto de derechas ni de izquierdas sino al sentir de un pueblo al cual el fascismo español negó el derecho a aprender en la escuela su propia lengua materna. Y no hace falta conocer mucha historia y menos remontarse a la edad media, como hacen algunos arrogantes sabiondos, para saber que ese genocidio cultural se dio mucho antes de que se produjese la avalancha migratoria que llenó los pueblos de Catalunya de gentes castellano parlantes, que es lo único que podría abogar aun sin razón en favor de la permanencia de Catalunya en España y de la prevalencia del castellano en Catalunya. Tan solo hace falta no ser un obcecado nacionalista español y tener un mínimo sentido de lo que son derechos humanos y derechos de los pueblos, eso que los defensores del imperialismo en cualquiera de sus formas no han tenido nunca ni dan muestras de poder tener.

Quienes defienden la unidad de España amparándose en el bien de la clase obrera debieran tener la decencia de exponer antes qué proyectos de izquierda tiene esa “grande nación española” que no puedan se llevados a cabo en una Catalunya independiente. Debieran tener la prudencia de mirar con atención, antes de hablar, cuántas maravillosas ventajas para el pueblo nos han traído los partidos de izquierdas desde la dictadura acá. Y aun más: qué papel están jugando los líderes políticos de esa izquierda españolista que dice estar al lado del pueblo pero que brilla por su ausencia en la lucha que un buen número de colectivos sociales está llevando a cabo actualmente.

Que no nos vengan ahora los nacionalistas españoles de izquierdas con el cuento de la internacional obrera, un ideal hermoso que si bien pudo tener sentido en su momento hoy sabemos ya bien cómo fue manipulado y en qué desembocó. Ni con esa supuesta unidad sindical que con la realidad actual en la mano se ve claramente que no vale ni para ponerse al frente de las reivindicaciones sociales. No, los defensores del nacionalismo español pueden tener muchos argumentos, pero se mire como se mire todos los que hemos podido leer o escuchar hasta el día de hoy son a cual más interesado y más impropio de alguien con sentido de la libertad, de la igualdad y de esa solidaridad a la que apelan en nombre de la clase obrera.

La gran España, ignorante de los pueblos que en su día fueron sometidos por las armas o vendidos a la corona española por sus propios gobernantes, necesita seguir oprimiendo a los pueblos que con su trabajo contribuyen al bienestar de quienes despilfarran la hacienda pública para así seguir beneficiando los negocios de quienes medran a la sombra del poder. No es el pueblo lo que cuenta en esa tan defendida unidad española sino la ambición de quienes la propugnan. El pueblo, sea grande o sea chica la nación, seguirá siendo quien lleve a cuestas a las clases privilegiadas, tanto si esas están formadas por burgueses tradicionales como por burócratas de izquierdas.

La utilidad que la grandeza nacional tiene para quienes de ella se gozan (que insistimos en que no es el pueblo sino quienes lo gobiernan) es un mal a combatir, se mire como se mire. Cuanto mayor es el estado más difícil es de controlar desde abajo, desde el pueblo, porque sus dirigentes más lejos están de las voces que claman y reclaman. Y por contra, de más recursos disponen quienes gobiernan para desoír y aun reprimir esos reclamos, ya sean sociales, patrióticos o del orden que sean.

La grandeza nacional siempre fue un gran mal para el pueblo, que es diverso y respetable, no una masa única e informe o falazmente uniformada. El cuento chino de eliminar las fronteras solo ha servido para fagocitar pueblos y naciones en beneficio de los sátrapas y de las grandes corporaciones mercantiles. No hace falta ir lejos en el tiempo ni remontarse en la historia para verlo, porque ahí tenemos esa infame globalización que empobrece a los pueblos y destroza el mundo.

Ni el pueblo catalán ni ninguno de los pueblos sometidos al Estado Español debe escuchar los cantos de sirena de esos “sesudos estadistas” que claman en pro de la unidad de España. ¡No! Ya bastante tuvimos con esa “ESPAÑA UNA Y GRANDE” que nos impuso la dictadura fascista acaudillada por Franco. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/74543-el-pueblo-silenciado.html

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