sábado, 28 de septiembre de 2013

La apología del lujo y la desvergüenza de los manipuladores de masas

El Ayuntamiento de Barcelona elige como pregonero de las Fiestas de la Merced a Ferrán Adriá. Cocina de lujo burgués ante un pueblo que necesita la ayuda social para subsistir.


En su película “The spirit of 45” (“El espíritu del 45”) Ken Loach hace decir a uno de sus personajes algo así como: “El problema está en que la idea del capitalismo es fuerte, en tanto que la del socialismo es débil”. La idea según los subtítulos, pero estaría mejor dicho la aceptación, porque en realidad la gente no tiene ni idea de lo que es el capitalismo. De tenerla no votaría a sus representantes políticos, sino que más bien los escracharía, los rechazaría enérgicamente.

Tampoco tiene la gente una idea clara de lo que es el socialismo. La propaganda capitalista se ha encargado bien a lo largo del tiempo de tergiversar el significado de ese término e intoxicar todo lo concerniente a esa idea impregnándola de diabólico azufre y peste a infierno. Ha sido un bombardeo continuo de mentiras en pro de las glorias del capitalismo y en contra de todo cuanto sea poner el bien común por delante de los intereses individuales.

No es extraño, pues, que la gente tenga tan metida en lo hondo del alma esa aberración que les hace ver la codicia, el individualismo y la insolidaridad como virtudes supremas. Las clases dirigentes llevan años presentando así esos pecados de inhumanidad que debieran ser considerados crímenes cuando por ellos se rigen las relaciones entre las clases sociales y entre países ricos y países pobres.

No es ningún secreto para nadie que construimos nuestro mundo interior a partir de lo que vivimos. Amamos lo que nos ha dado felicidad y odiamos lo que nos ha hecho sufrir. Admiramos lo que miramos y miramos lo que la vida o las circunstancias nos ponen delante de los ojos. Somos fruto de nuestro tiempo y de nuestro entorno. Nuestra conducta es más emocional que racional. Todo eso lo saben bien quienes manipulan el pensamiento colectivo, la opinión pública, la conducta ciudadana. Nos muestran continuamente lo que quieren que miremos y admiremos. Ahí está la base del hacer publicitario, por poner un ejemplo. Y en esa trampa, en esa espesa red cae la mayor parte de la población.

Por todo lo dicho se entiende y no extraña que la comisión encargada de organizar las Fiestas de la Merced en Barcelona haya elegido como pregonero a un prestigioso representante de la cocina catalana de alto rango. Un hombre que se ha hecho famoso deleitando los paladares de los gurmets adinerados. Cabe pensar que se trata de un recurso metodológico cuyo fin es acrecentar la admiración que los pobres sienten hacia los ricos, algo muy conveniente en un momento en que estos más estrujan a la clase trabajadora.

Ganarse el corazón de los apaleados, hacer que admiren a las clases pudientes para que en el momento de votar elijan a sus representantes como gobernantes de esta pobre nación que con su codicia destrozan día a día, puede ser un recurso publicitario. Pero hacer eso cuando cada día hay un número mayor de personas que tienen que acudir a la ayuda social para subsistir es una burla, un puro escarnio, un gesto de desvergüenza tan grande que él solo basta para mostrar qué clase de gente es la que gobierna y la que a ella se arrima. 

La desvergüenza de quienes gobiernan va siendo ya algo habitual en el panorama político actual. Siempre lo fue, pero nunca como ahora, porque cuando la pobre gente no tenía acceso a más información que la de los medios oficiales, el abuso y la mentira eran los mismos pero al ser menos evidentes, la desvergüenza era menor. Pero hoy día es de tal dimensión que resulta ofensiva en grado sumo.

Pensamos que el Código Penal debiera contemplar la desvergüenza de los personajes públicos como figura delictiva, del mismo modo que hace con lo que denomina “apología del terrorismo”. Debiera ser así porque la desvergüenza de los gobernantes en el mundo actual produce más sufrimiento y más muertes que todos los actos terroristas juntos que se puedan dar. Si quienes gobiernan tuviesen que rendir cuentas de la desfachatez con que niegan lo evidente ante sus electores, la política sería otra y en el mundo habría mucha menos miseria.

Ojalá la indignación alcance a todo el pueblo y nos lleve a exigir honestidad en nuestro entorno político y seamos capaces de admirar valores distintos de los que con sus tácticas subliminales nos infunden esos desalmados que gobiernan. Entonces sí que el capitalismo será seriamente cuestionado y cabrá la posibilidad de un mundo más humano. Pero entretanto eso no ocurra, mientras el cinismo no sea fuertemente contestado por todo el pueblo en peso, los que gobiernan seguirán exhibiendo su idolatrada riqueza y en el mundo seguirán habiendo mayorías adoradoras de esos tesoros que nos hunden en la miseria.


PUBLICADO EN: http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/69579-la-apolog%C3%ADa-del-lujo-y-la-poca-verg%C3%BCenza-de-los-manipuladores-de-masas.html 


Y TAMBIÉN EN: http://ecupres.wordpress.com/2013/09/30/apologia-del-lujo-y-poca-verguenza-de-los-manipuladores-de-masas/


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