“Tiempos de la vida mala
que aturden la conciencia colectiva. Gobiernos de emperadores malevos fecundan
malas semillas”. Con estos versos inicia Susana Rinaldi, a modo de prefacio, el
tango de Cátulo Castillo “Desencuentro”. Una visión que no se queda en la comprensiva
contemplación de la miseria humana que tan bien expresa la letra original y las
de tantísimos tangos, sino que denuncia el gran mal que conlleva nuestro modo
de vivir y la perversión de quienes con su poder crean las condiciones
necesarias para que tanta desgracia ocurra.
La “vida mala” va mucho
más allá del triste malvivir de las pobres gentes que los desgarradores viejos
tangos denunciaban. La “vida mala”, esa forma de vivir sin alma y sin conciencia,
al modo de las bestias, bajo la ley del más fuerte que nos han impuesto esos “emperadores
malevos” que gobiernan el mundo nos ha llevado a un grado de inhumanidad que
nunca los iluminados del siglo XVIII hubiesen podido imaginar. Como tampoco imaginaban,
cabe pensar, que quienes les sucederían secuestrarían en beneficio propio los
nobles ideales de “libertad, igualdad y fraternidad” que pretendían ser
fundamento de la República.
Pese a los grandes
discursos, el mundo occidental ha evolucionado social y políticamente sobre
bases que más tenían que ver con la miseria humana que denuncian los viejos
tangos que con el ideario republicano. Quienes han tenido el poder en sus manos
han hecho caso omiso de cuanto pudiera significar dejar de ejercerlo y así, con
esa idea en su mente, se han hecho dueños de los medios de difusión y los han
controlado de modo que ignorasen la humana proclama republicana y en la medida
de lo posible la ahogasen, a fin de que no fecundase el pensamiento colectivo.
Con el abuso de poder que
siempre las armas dieron, esos bucaneros de la política que año tras año han gobernado
sin que nadie les torciera el rumbo crearon democracias al modo como la
entendían los antiguos griegos, es decir, con exclusión de los más débiles, los
desposeídos, tales como esclavos y mujeres en aquel entonces y pobres y obreros
en el presente. Y así, legislando de modo excluyente y a fuerza de despreciar
los más nobles sentimientos del ser humano, han logrado fecundar malas semillas
e imponer la vida mala a la cual gran parte de la humanidad hoy se adhiere.
Nuestro mundo, así
gobernado, ha convertido en virtudes lo que otrora fueron pecados, tales como
la codicia, la ambición desmesurada, el abuso de poder, la inmisericordia, la
insolidaridad… Persuadidos a fuerza de sufrimientos cuando no de castigos, de
la bondad o por lo menos la conveniencia de esa despreciable forma de pensar y
sentir que rige nuestras vidas, hemos llegado a tener hoy una civilización
occidental de origen presuntamente cristiano que adora el lujo, la prepotencia,
el poder abusivo y las malas artes tanto como desprecia la virtud y la
justicia. En ella se dan fenómenos tan lamentables como que los pobres
desprecien a quienes son todavía más pobres y admiren a los causantes de la
pobreza. Tanto es así que los gobiernos más contrarios a los intereses de la
mayor parte de la población logran triunfos electorales a base de ganarse el
corazón de los votantes mediante la “elegante” frivolidad que rodea a los
candidatos, de quienes creen sus engañosas afirmaciones sin pararse ni un solo
instante a reflexionar.
Reflexionar no se lleva
en este mundo alocado en que vivimos. Se llevó en otro tiempo, cuando la gente
era más consciente de lo poco que tenía y sabía que debía mantenerse lúcida para
no perderlo y aun mejorarlo. Pero hoy día la gente, cegada por las pantallas de
televisión y manipulado su pensamiento por los falaces discursos que de ellas
brotan, no ve ni lo más obvio. No ve a donde nos lleva la vida fácil que el
capitalismo nos propone a cambio de momentáneos favores, Y así, al igual que la
pobre percanta del tango, hemos sido engrupidos por las lisonjeras milongas de
una mala vida que es causa del malvivir de la mayor parte de la humanidad.
El mundo occidental se ha
sometido a la base ideológica del capitalismo de un modo parecido a como se
doma un potro o cualquier animal salvaje que no tenga las agallas necesarias para
resistir los castigos y las tretas de sus domadores. Mediante palos, comida y
algún discreto confort nos han configurado el pensar y el sentir, de tal modo
que vivimos gozando de lo efímero, envidiando, codiciando y odiando a quien no
nos da lo que esperábamos que nos diera, sin sentir en ningún momento necesidad
alguna de luchar por lograrlo. La mayor parte de la sociedad vive esperando
necia e indignamente que algún político “bacán” le dé lo que ansía, aun a
cambio del amancebamiento que haga falta.
Pobre civilización
nuestra occidental, que a fuerza de olvidar lo humano olvidó la dignidad. Cuando
sea (y ya casi lo es) un auténtico “descolado mueble viejo” difícilmente
encontrará ese buen amigo que Celedonio Flores nos invita a imaginar en su
“Mano a mano” “que ha de jugarse el pellejo pa ayudar en lo que pueda cuando
llegue la ocasión”.
A golpe de “Cambalache”,
según nos cantó Discépolo, empezó el siglo XX y por caminos de vida mala, con
la conciencia colectiva aturdida, transcurre el XXI. /PC
PUBLICADO EN:
https://ecupres.wordpress.com/2016/04/15/a-paso-de-tango/
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Totalment d'acord amb el teu escrit. Què cal fer perquè reaccionem davant d'aquest món de guerra i misèria que ha muntat el capitalisme?
ResponderEliminarJo em pregunto el mateix, Xavier.
EliminarQuè cal fer?
Alguna cosa es deu poder fer, però no la sé.
De moment l'únic que se m'acut és seguir fent el que faig.
No canviarem el món però potser contribuirem a endreçar una mica el nostre entorn.
Ànim, Xavier!
Una abraçada.