sábado, 15 de octubre de 2016

Ahora tendrás tu parcela

Eso es lo que decían los falangistas a los jornaleros del campo cuando los iban a asesinar porque pedían el reparto de los latifundios entre quienes trabajaban las tierras.


Ocurría por allá los años treinta. De esos crímenes no se ha hablado en esta España controlada desde 1939 hasta el día de hoy por herederos y cómplices de aquellos caciques asesinos. Se han silenciado todos sus crímenes en tanto que se ha dado pábulo ininterrumpidamente a los “crímenes de los rojos”, abominables como todo crimen, por más que esos fuesen en venganza de siglos de inhumana opresión.

Durante años se rindió homenaje a los Caídos por Dios y por España, que eran los combatientes del bando golpista, del que se alzó en armas contra un gobierno surgido de las urnas, elegido por el pueblo. Según las “buenas gentes” de derechas, esa elección del pueblo era contraria a los principios que predicaba la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, según reza su credo. Por eso había que derrocar aquella república y por eso había que acabar con los rebeldes que osaban echar abajo tan sagrado orden. Eso era lo que decían. Lo que no decían era que por encima de todo defendían sus privilegios, que rechazaban la igualdad de derechos y deberes, que no era causa justa alguna sino puro egoísmo lo que los movía a usar la violencia.

Aquella España cainita no murió, sino que viva y vestida de lo que hoy llaman democracia sigue adorando la violencia. Así lo demuestra, entre un sinfín de hechos más, la conmemoración de ancestrales “victorias” de más de cinco siglos, puro genocidio donde los haya, en fechas como el fatídico 12 de Octubre, Día de la Raza años ha, Día de la Hispanidad luego. Con tal fin se ha hecho una vez más acá en España el tradicional alarde militar con pompa y gala, presidido por las máximas autoridades del Estado y sus allegados. Un claro homenaje a la supremacía de la fuerza bruta expresado sin ninguna vergüenza y sin ninguna autocrítica.

Esas gentes, gobernantes y gobernados, que se vanaglorian de tan luctuosos hechos en esas fechas son las mismas que dan soporte a las actuales políticas neoliberales que destruyen los logros sociales alcanzados tras siglos de esfuerzo y trabajo. Sacrificio y lucha de gentes que a lo largo de años dedicaron su vida a construir un mundo mejor para los desheredados, para esas capas de población oprimidas por las fuerzas represivas y explotadas por la burguesía dominante. Ese pueblo que aspiraba a ser libre fue aplastado por la codicia, el odio y la mala sangre de aquella España ultraderechista que fue y que sigue siendo.

Las pobres gentes que adoran el dinero que da bienestar material, ni que sea a cambio de dar por buena la fuerza bruta y el sofisticado engaño, siguen hoy como ayer poniéndose al lado de los opresores, de quienes no sienten escrúpulo alguno en medrar robándole al desamparado pueblo hasta lo más básico, como es casa, comida, asistencia médica y educación. Esas gentes, que se dicen a sí mismas civilizadas, pueden incluso en muchos casos declararse fervientes seguidoras del más ortodoxo catolicismo romano, como decían ser en aquellos años de reivindicación obrera los asesinos que otorgaban parcelas de tierra de dos metros de largo por setenta centímetros de ancho, o sea tumbas, a quienes reclamaban justicia social.

Quienes hoy aceptan, cuando no apoyan con sus votos, políticas neoliberales no son conscientes, ni parece que deseen serlo, de que su posicionamiento político comporta la exclusión y la miseria para amplias capas de la población menos favorecida. Obnubiladas sus mentes por las pantallas de los televisores que permanentemente miran, no se dan cuenta de que ese bombardeo audiovisual les impide observar la realidad y reflexionar sobre ella.

Poco cabe esperar de quienes celebran los crímenes del pasado, pero tampoco cabe esperar nada de quienes no los rechazan. Esa indiferencia ante el crimen político, ante la exclusión social, ante la mentira institucionalizada es el caldo de cultivo que nos trajo las presentes desgracias y nos seguirá trayendo todas las venideras. /PC

Publicado en ECUPRES 


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