lunes, 11 de enero de 2016

Las contradicciones de la CUP


Dijo NO pero ha hecho SÍ. No ha investido presidente a Artur Mas, lo ha humillado, pero ha dado a su partido la ocasión de seguir con su línea de gobierno. ¿No es una contradicción, esto?


A lo largo de toda la campaña electoral la CUP ha defendido dos posiciones que si en principio no tenían por qué ser contradictorias ha resultado que en las actuales circunstancias sí lo son. Por un lado se ha manifestado independentista hasta el punto de no querer saber nada con las candidaturas que no lo eran explícitamente, lo que parece bastante coherente. Por otro, ha mantenido una férrea oposición a la candidatura de Artur Mas diciendo que no estaba de acuerdo con su línea política neoliberal de recortes presupuestarios y privatización de servicios públicos básicos para el pueblo catalán. Esta actitud crítica más la procedencia izquierdista y combativa de una parte de los candidatos a diputado que ocupaban los primeros puestos de la lista han hecho pensar a una buena parte de sus votantes que la CUP podía ser una izquierda catalana comprometida y dispuesta a luchar por el bienestar del pueblo catalán.

La falta de una izquierda sensible a las necesidades de la población catalana actual se hacía sentir más que nunca desde que ERC se juntó con CDC y so pretexto de favorecer un hipotético proceso independentista daba apoyo a los presupuestos y los recortes de su gobierno. ¿Quién quedaba para defender al pueblo catalán si todos los que se decían independentistas estaban de acuerdo en pasar a manos privadas los servicios más necesarios para la población? Sólo quedaba la izquierda española, la que no contemplaba ni de lejos la idea de una Cataluña independiente de España... y la CUP. Era lógico, pues, que el electorado independentista de izquierdas pusiera sus esperanzas en esta formación joven que tantas muestras daba de estar al lado del pueblo. Y así, con esta imagen, la CUP pasó de tener tres diputados a tener diez.

Estar al lado del pueblo y ser independentista a la vez no es ninguna novedad. Los revolucionarios catalanes de tiempos de la II República participaban de esta idea. De palabra y de hechos se oponían a que ningún pueblo sometiera a otro igual que se oponían a que ningún ser humano sometiera a ningún otro. Es un pensamiento coherente con la idea de libertad que entra en conflicto con los intereses de los poderosos y de los estados opresores. Parecía lógico pensar que la CUP pudiese compartir esta idea. Pero el hecho de que haya terminado apoyando una candidatura claramente neoliberal hace dudar entorno a cuáles son las prioridades de la CUP, si lo es la justicia social o la independencia.

La opción "primero la independencia y luego ya hablaremos de ideologías" no se aguanta por ningún lado desde una perspectiva social en el presente de la nación catalana. Y no solamente porque es apoyar la ambición de estos políticos neoliberales que están gobernando ahora sino porque sabemos bien, y el último 27S lo ha demostrado, que la mayor parte del censo electoral no está a favor de la independencia. Y esto es así después de cuatro años de bombardeo mediático y permanente lavado de cerebro de la población catalana por parte de un gobierno interesado en ponerse al amparo de la estelada. Hay que pensar qué sucedería si en España hubiese auténticas perspectivas de cambios que hiciesen aflorar políticas de carácter social. ¿Cuál sería la oferta catalana que pudiera contrarrestarlas? ¿Que ofrecen CDC y ERC en el pueblo catalán que no sea someterse a los imperativos de la UE? ¿Y qué tienen de bueno para el pueblo las exigencias de este lobby de banqueros que es la Europa del euro? ¿Es razonable pensar que en una situación así ganaría la independencia en caso de referéndum? Pues no, no es razonable pensarlo. Así nos lo hace ver el hecho de que el presidente Mas haya tenido que tragarse su soberbia y echarse atrás de la amenaza de ir a nuevas elecciones en las que la nueva izquierda catalana que está surgiendo hubiera podido hacer desaparecer definitivamente del mapa político a su formación.

¿Qué espera, pues, conseguir la CUP al juntarse con la derecha catalana para evitar unas nuevas elecciones que podrían abrir paso a una izquierda surgida del actual pueblo catalán con ánimo de justicia y espíritu dialogante? Esto es lo que nos debería explicar de manera convincente esta formación independentista que veíamos como sensible a las necesidades del pueblo. Porque si al hacerlo nos encontráramos con que sus argumentos difieren poco de los de la derecha, el desencanto de una buena parte de sus votantes podría ser grande. / PC




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