jueves, 8 de noviembre de 2012

El esplendor de los ídolos


Puerto Rico quiere ser parte de EEUU. El poder cautiva, el dinero ciega, el lujo envanece. Esos tres grandes ídolos del capitalismo llenan de devoción los corazones de la mayor parte de la población del pueblo puertorriqueño. Poco importa que esos ídolos reclamen sacrificios de sangre. Poco importa que el poder se alce sobre la opresión, el dinero sobre la pobreza, el lujo sobre la miseria. Poco importa que el éxito propio comporte el fracaso del prójimo. Poco importa... Quienes aman el capitalismo adoran sus ídolos sin parar mientes en nada, cegados por el esplendor que irradian.

EEUU, imperio del capitalismo, ha seducido al pueblo de Puerto Rico. Ese Imperio responsable de todas las guerras que en este momento se libran en el mundo... Generador de la mayor parte de la pobreza que asola la humanidad... Cuya ideología se funda en la propiedad privada, lo cual no le impide aceptar la apropiación del esfuerzo ajeno en las relaciones laborales y el robo a mano armada como principio de relación entre los pueblos... Ese imperio que se llena la boca hablando de democracia cuando lo que en realidad practica es la plutocracia... Ese imperio que asola con ejércitos y sicarios pueblos enteros para arrastrar hacia sus arcas cuantos tesoros atisba... Ese Imperio asesino ha ganado con su esplendor banal el corazón del pueblo puertorriqueño.

Mal augurio para Puerto Rico cuanto esa decisión conlleva. La mayor parte de su población va a engrosar esas capas de seres marginados que el capitalismo necesita para seguir adueñándose del mundo. Sus miembros van a ser pobres irredentos, excluidos de las grandes decisiones sociales, servidores de quienes estarán inevitablemente por encima suyo.

La desigualdad social que el capitalismo genera es fácilmente apreciable allí donde reina con mayor fuerza y el corazón del Imperio no es una excepción. La movilidad social se torna progresivamente escasa donde impera el concepto de lo privado. Nada de cuanto es básico para el crecimiento humano se rige por la igualdad de oportunidades sino por los privilegios de clase. Las mejores escuelas, las mejores universidades, los mejores servicios médicos son para la población rica. Las mejores viviendas, los mejores barrios, los mejores entornos naturales y sociales quedan en poder de quienes poseen mayor nivel adquisitivo.

El deseo de estar entre la población privilegiada desencadena relaciones humanas de competencia poco menos que feroz. Inmersas en esa lucha por la supervivencia, a pocas mentes se les ocurre pensar que otra forma de vida más humana sea posible. La colaboración queda automáticamente excluida a menos que comporte un beneficio inmediato conmensurable. La idea del triunfo invade todo el pensamiento, sin dejar ni un resquicio al bien común.

La deshumanización que una tal forma de pensar y sentir conlleva genera daños inmensos tanto en el orden individual como social. La violencia y la angustia se muestran sin ambages por doquier. Quienes no tienen quieren tener a toda costa. La delincuencia crece con la marginación. Y la represión que las capas sociales favorecidas desencadenan sobre las de más abajo para seguir gozando de sus privilegios crece con ellas.

El dolor y el sufrimiento humano se tornan ofrendas cotidianas en los altares de los ídolos que adora ese capitalismo desalmado que tiene su mayor templo en el corazón mismo del Imperio USA. La idolatría que allí se cultiva se esparce por el resto del mundo envuelta en una capa de brillante celofán que impide con sus reflejos ver la realidad que oculta. Millones de seres toman por bien lo que no es sino basura. La humanidad entera y nuestra gran casa común, la Madre Tierra, están infectadas de esa ideología autodestructiva, sin que por el momento nada nos haga pensar que haya disponible en cantidad suficiente ningún remedio que las pueda sanar. Lo más probable es que la humanidad siga inmolando vidas y derramando sangre sobre los altares de tan monstruosos ídolos hasta que quizá algo hoy por hoy imprevisible pueda acabar con tanta barbarie.

Publicado en:

ECUPRES  (13/11/2012)
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=10071 


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