No queremos imperios. Queremos
"libertad, igualdad y fraternidad" verdaderas.
Los que aman la grandeza suelen ser muy poco respetuosos
con las minorías. Tienden a fagocitarlas en beneficio de esa grandeza que aman,
que no es otra sino la suya propia. No sé de nadie que abogue por la grandeza
ajena, sea persona o pueblo. No. Cuando alguien aboga por la grandeza piensa,
sin duda, en la propia.
Recuerdo los gritos rituales que nos hacían dar en la escuela
después del canto del himno nacional antes de entrar en clase y al terminar la
jornada. "España, UNA! ¡España, GRANDE! ¡España, LIBRE! ¡VIVA ESPAÑA!
¡ARRIBA ESPAÑA!". Los que vivimos aquella época sabemos bien que la
pregonada grandeza de aquella España opresora era un bluf. ¿Puede decirme
alguien qué grandeza tiene una nación gobernada en régimen dictatorial, con
restricción sistemática de derechos y libertades, donde la relación social
estaba enmarcada en la división entre vencedores y vencidos?
La lengua oficial en aquel estado que englobaba pueblos
tan diversos y claramente definidos como el vasco y el catalán era la de
Castilla. El único pueblo reconocido en todo el estado era el pueblo español.
No existía la nación catalana. No existía la nación vasca. Habían sido
fagocitadas por aquella entelequia gestada por el afán de poder de unos
gobernantes ambiciosos a la que pusieron por nombre España. En ella, Cataluña
era una especie de accidente, al igual que lo era Euskadi. Mi pueblo, mi gente,
mi lengua no existían en aquella España UNA y GRANDE. Nunca me sentí español y
nunca entendí que esta tan pregonada "grandeza" pudiera ser motivo de
orgullo.
Los derechos de los pueblos no surgen como las flores del
campo en primavera, sino que necesitan ser sembrados, cultivados y protegidos
de las inclemencias climáticas y de los depredadores, como las flores de
jardín. Incluso en los sistemas más progresistas se comete injusticia.
Recordemos si no que la Comuna de París negó en 1871 el derecho a votar a las mujeres.
No fue una rancia y absolutista monarquía quien una tal cosa hacía sino todo un
gobierno revolucionario. Y esto es así porque abrir los ojos y la mente de la
gente es tarea ardua que requiere esfuerzo, constancia y tiempo.
No es extraño pues que en pleno siglo XXI haya quien
tenga una idea de lo que debe ser una república similar a la que tenían los que
forjaron la de 1931. Grandeza, unidad, pensamiento único, gobierno único, poder
único, abuso único y total de los diversos, de los otros, de los que ya antes
fueron ninguneados y que lo van a seguir siendo en nombre de una grandeza que
favorecerá por encima de todo a los poderosos, no a los ignorados sino a quien
los ignoran.
Una república así entendida y de tal suerte forjada será
tan incapaz de llevar la justicia y la paz a las sociedades que la forman como
lo fue aquella. Comportará, sin duda, mejoras importantes para gran parte de la
población, pero dejará también de lado a las capas sociales más desfavorecidas.
Se aliarán en ella, al igual que antes, las clases acomodadas con el pueblo
menos desfavorecido para seguir sacando provecho de las capas de población
ignorada, menospreciada y explotada. Y por supuesto comportará el mismo riesgo
de explosión que aquella tuvo. ¿Cómo no va a ser así la tercera república si al
igual que la segunda comienza ignorando a los pueblos que la forman?
No, no es ser ciudadano de una España "grande"
y "una" lo que quiero sino el reconocimiento y el respeto que merece
mi condición de hijo de un pueblo con una historia, una lengua y una cultura
propias. Un pueblo al que oscuras alianzas y hechos de armas sometieron a otro
más poderoso que desde entonces lo ha fagocitado y despreciado, pero que aun
así ha seguido existiendo en el corazón y la voluntad de los que lo integran.
Soy catalán desde que nací, hace ya más de 78 años, y no
he tenido nunca un documento de identidad que así lo reconozca. Pero ya me
basta. Antes de morir quiero tener un DNI catalán y un pasaporte catalán. Es un
respeto que le debo a mi persona y por el que estoy dispuesto a luchar lo que
haga falta.
Cuando la libertad de mi pueblo sea un hecho, ya pensaremos
con qué otros pueblos establecemos alianzas y con cuáles no. Pero renunciar a
mi nacionalidad catalana para seguir siendo español, no, en absoluto. ¡Ni aun siendo
republicano! /PC
Original en catalán:
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