miércoles, 2 de octubre de 2013

Los retos del papa Francisco y los de la Iglesia Católica Romana


El artículo publicado en esta página, ECUPRES, el pasado 2 de octubre bajo el título “La prueba decisiva de Francisco”, firmado por Hans Küng [1] nos invita a pensar lo que sigue.

En primer lugar que es mucho lo que Hans Küng le pide al papa. Es mucho si se tiene en cuenta la mentalidad de quienes forman la jerarquía de esa Iglesia Católica Romana. Los tres puntos básicos que él enuncia están tan lejos de lo que hasta hoy día nos han venido ofreciendo que el solo hecho de afrontarlos en virtud de su urgencia sería señal de gran atrevimiento.

Pero aun cuando eso que le pide llegase a darse, le faltaría todavía a la Iglesia Católica Romana algo imprescindible para ser una buena nueva en el mundo: le faltaría estar de verdad al lado de los de abajo. Le faltaría eso porque “estar de verdad” significa oponerse a los de arriba. Significa oponerse a quienes están siendo causa de los sufrimientos de millones de personas en el mundo, que son las capas altas de la sociedad y los gobiernos que a ellos favorecen.

Bien está considerar los sufrimientos morales que señala Hans Küng, pero olvidar o ignorar algo tan básico como los que produce la división social de la humanidad no nos parece que sea propio de una Iglesia que predica el evangelio.

El ciudadano de a pie, sumido en sus cotidianas preocupaciones, puede ignorar hasta cierto punto que el mundo entero está dividido en capas o clases sociales. Las clases altas y las bajas. Puede incluso no darse cuenta de que cada una de ellas está subdividida en otras varias, cuya visión enmascara la capa principal a la cual pertenecen según se miren desde una perspectiva u otra. Y así por motivos diversos alguien puede identificarse con una clase social a la que en realidad no pertenece, lo cual puede llevarle a actuar de modo inconsecuente y aun contrario a sus propios intereses. Tal sería el caso de los muchos pobres que llenos de buena fe o de necia vanidad mimetizan conductas de gentes de capas sociales más altas que la propia y acaban votando partidos políticos de derechas.

Pero el pontífice romano no puede ignorar algo tan elemental. No puede ignorarlo él ni nadie que tenga cargos de responsabilidad en esa Iglesia. No pueden ignorarlo por una razón elemental de conocimientos básicos necesarios, pero sobre todo no pueden ignorarlo porque hacerlo significa tomar parte en favor de la injusticia. Quien en presencia de una situación de flagrante injusticia no hace cuanto esté a su alcance para evitarla, está cometiendo una falta o pecado -désele el nombre que se le quiera dar- de omisión. Y esa falta será más grave cuanto más grande y evidente sea la injusticia y también cuanto más se incumpla la obligación moral de impedirla.

Ya en su día vimos la oposición clara del papa Juan Pablo II a la conducta de los clérigos que tomaban partido político en favor de los desposeídos. Lo vimos claramente en aquella vergonzosa imagen que dio la vuelta al mundo en la cual el pontífice reprendía públicamente a Ernesto Cardenal. También vimos claramente como su sucesor Benedicto XVI ensalzaba las virtudes caritativas de la Madre Teresa de Calcuta, muy loables ellas pero cuya loa era una clara invitación a ocuparse de hacer caridad dejando de lado enfrentar la causa de la injusticia. Algo muy contrario a eso había denunciado ya en su día el obispo Hélder Cámara cuando dijo algo así como “si ayudo a los pobres me llaman cristiano; pero si indago en las causas de la pobreza me llaman comunista”.

Ocuparse de las cuestiones del espíritu, de la relación entre los humanos y Dios, es un viejo truco del cual la Iglesia ha venido abusando a lo largo de los siglos. En todo momento ha potenciado un cristianismo espiritualista y cultista, en el cual la humanización de Dios, que según propia doctrina es Jesucristo, se ha dejado de lado en beneficio de su vertiente divina.

Mirar al cielo y no fijarse en lo que ocurre en la tierra ha sido desde tiempos inmemoriales la tónica de esa Iglesia. Atender la pobreza moral y los sufrimientos de los propios excluidos nos parece bien, pero insuficiente. Quizá diga bien Hans Küng cuando señala que esos son retos que tiene en este momento el papa Francisco. Pero la institución que el rige tiene desde hace siglos otros mucho mayores, que son vivir en verdad el evangelio en aquel mandamiento que ordena amar al prójimo como a uno mismo. Mientras eso no se cumpla, todos los apaños que pueda hacer la curia con el papa al frente podrán complacer más o menos a la feligresía católica, pero serán paños calientes que muy poca buena nueva traerán a la humanidad.

[1]  http://ecupres.wordpress.com/2013/10/02/la-prueba-decisiva-de-francisco/ 


PUBLICADO EN: http://ecupres.wordpress.com/2013/10/03/los-retos-del-papa-francisco-y-los-de-la-iglesia-catolica-romana/ 

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