sábado, 10 de enero de 2015

Lo que comporta ignorar al pueblo


Tras el triunfalismo del 9N llega la hora de la verdad. Ya no basta con declararse independentista sino que la realidad social del país exige a cada partido dejar bien clara la ideología que esconde bajo la bandera estrellada.


Con 2014 se desvanece el sueño de alcanzar de repente la independencia patria. Las maravillosas elecciones plebiscitarias que nos tenían que llevar indefectiblemente a la creación del tan deseado Estado Catalán no se presentan tan idílicas como nos decían. Nuevos actores políticos han entrado en escena y ponen de relieve de manera inequívoca la presencia de la parte de pueblo catalán que el sueño independentista ignoraba.

A los políticos catalanes no les queda otra sino asumir la realidad del propio país. La tierra catalana está poblada hoy por gente muy diversa procedente de otras tierras. Para la mayor parte de esta gente hay cosas más importantes que la independencia de Cataluña, algunas de las cuales pueden ser incluso contrarias a este noble y muy legítimo deseo del pueblo catalán. Necesitamos tener presente esta gente porque en caso de plebiscito será la que decidirá el destino de nuestro país.

No es sensato ignorar las lecciones de la historia. Y la historia nos dice que todos los proyectos políticos que han ignorado al pueblo han fracasado. Sin ir más lejos ni en el espacio ni en el tiempo encontramos la caída de la II República Española, que ignoró e incluso combatió a su propio pueblo en vez de combatir a los fascistas que se le sublevaban.

Con todo el avance ideológico que la II República comportaba, no dejaba de ser una República burguesa, clasista, capitalista. Los ricos por encima de los pobres. Los dueños por encima de los trabajadores. Ninguna igualdad ni fraternidad ni ningún tipo de libertad que pusiera en peligro los intereses de las clases privilegiadas. Todo el mundo en el lugar de siempre. Los de abajo, abajo; los de arriba, arriba. Orden y autoridad en primer lugar. Después ya hablaremos. Bueno, hablaremos si a quien manda le conviene.

Aquella república no era revolucionaria. Se inspiraba en Los Derechos del Hombre y del Ciudadano proclamados en 1789 por la Asamblea Nacional Constituyente Francesa, lo que ya era un gran paso, pero se quedaba a medio camino de los Derechos Humanos. Las clases humildes quedaban bajo el arbitrio de las privilegiadas. El pueblo seguía clamando justicia, y la fuerza del Estado lo ignoraba cuando no lo reprimía.

Pero un pueblo es mucho más que un estado. El estado es el poder pero el pueblo es la vida. Y no hay ninguna esclavitud que perdure allí donde hay vida. Para acabar con un pueblo hay que exterminarlo, ya sea matando a toda su gente o disgregándola de manera que llegue a perder la memoria. Pero si el pueblo está vivo acabará existiendo y quizás llegue a imponerse.

El pueblo catalán es un ejemplo de esa tozudez. Siglos lleva España oprimiéndolo y aún mantiene vivo el afán de independencia. ¿Podrá algún día lograrla? Quizás sí si es consciente de su propia realidad social y actua en consecuencia. Pero será muy difícil y quizá imposible si no sale de su burbuja sentimental, ese tipo de ceguera que le deja ver su realidad social.

Según nos muestran el 11S y el 9N pasados, más de la mitad de la población no ha dado muestras de estar por la independencia. Y si bien se mira, no tiene ningún motivo de orden sentimental para independizarse de España. Difícilmente, pues, votarán a favor de la independencia en caso de referéndum si no se les da algún motivo importante para hacerlo. ¿Y qué motivos se les han dado hasta ahora? Se les ha dicho que cuando España no nos expolie seremos ricos. Quizá pero, ¿quién será más rico? Es una promesa demasiado ambigua. La gente está harta de ver como el dinero va a parar siempre a las mismas manos

A lo largo de toda la campaña que se viene haciendo en los dos últimos años, casi no se ha dicho nada que pueda motivar seriamente a esa población indiferente a nuestra independencia. No se ha hecho ninguna crítica seria a las políticas del gobierno de CiU, a los recortes, al empobrecimiento del país y la repercusión que ello tiene sobre las capas más desfavorecidas de la población. Y si se ha hecho alguna crítica, no se ha hecho de manera que llegue al pueblo. ¿Por qué no se está haciendo esto? ¿Por el pacto entre el gobierno y la oposición, tal vez? ¿O quizá porque la oposición ni siquiera se plantea hacer un país mucho más justo e igualitario que el actual? Sea como sea loa razón, ese silencio es contraproducente. Para animar a la población de origen forastero hay que presentar argumentos convincentes.

Debemos ser muy conscientes de que, lo queramos o no, necesitamos la colaboración del pueblo catalán de origen español. Necesitamos que tengan algún motivo que les haga independentistas. No basta con llenar de banderas el pueblo o el barrio donde vivimos. Hay que ver cuáles son las necesidades reales de la gente y presentar propuestas políticas adecuadas. A quién no le llega el sueldo hasta fin de mes le da igual quien gobierne si las decisiones que se toman siguen estrangulando los de abajo en beneficio de los de arriba.

En opinión de quien esto escribe, los partidos y las organizaciones civiles que ahora se afanan por la independencia deberían poner en el primer plano de su discurso los problemas que hoy sufre el pueblo de Cataluña. Deberían poner ante todo la esperanza de una mayor justicia social. Es evidente que el partido que hoy gobierna no lo puede hacer porque su línea ideológica es netamente neoliberal y contraria por tanto a este afán de justicia social que debería ser el motor principal del independentismo. Pero los otros partidos independentistas sí que debieran jugar esta carta. Y bien fuerte que debieran jugar, en vez de dar soporte a los recortes del gobierno como hacen.

Los independentistas catalanes no estamos ofreciendo nada que anime el pueblo catalán de origen español. Priorizando la independencia se están dejando de lado las necesidades más básicas de la mayor parte de la población, tales como el derecho a tener una vivienda digna y un sueldo que permita vivir dignamente. No está bien lo que ahora se hace. Al amparo de la bandera estrellada se está ignorando a más de la mitad del pueblo catalán, y eso el independentismo lo pagará caro, porque la independencia de Cataluña no será posible mientras no la quiera la mayor parte de su población. / PC

Original en catalán:

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