sábado, 30 de abril de 2016

Aprender o sucumbir


Los pueblos tienen que aprender a desconfiar de los políticos que prometen. Pero más todavía de los que valiéndose de periodistas venales atizan el odio contra sus adversarios a través de medios informativos que actúan a su favor o que están bajo su control. La desinformación y la mentira suelen ser armas habituales en las derechas, gentes sin escrúpulos casi siempre y de poco fiar las más de las veces, dado que en la esencia misma de la ideología que profesan hay una carencia absoluta de humanidad. Porque, ¿qué tiene de humano acaparar para sí la mayor parte de la riqueza y dejar en la miseria a quienes la producen?

Los pueblos tienen que aprender que ningún rico lo es por generoso sino por engañoso cuando no por ladrón. Porque ladrón es quien se apropia de lo que otro produjo con su trabajo, con su esfuerzo, incluso con sufrimiento muchas veces, pero siempre con entrega de su tiempo y de su vida, porque el tiempo es oro para el patrón pero vida para el obrero. “Arbeit macht frei” (“El trabajo hace libre”) rezaba en las puertas de los campos de concentración nazis. Era una ironía, pero era cierto, porque el trabajo forzado a que se sometía a los prisioneros los mataba, con lo cual los liberaba del sufrimiento que ocasionaba vivir en aquellas inhumanas condiciones. Y lo mismo con los hombres y mujeres e incluso niños que dejando sus vidas en las fábricas y minas hicieron ricos a los burgueses que las sacrosantas leyes de la propiedad privada declaraba dueños indiscutibles de ellas. Esos burgueses alzaron luego ostentosos edificios que pregonan su gloria mediante admirables arquitecturas, una gloria que solo fue suya porque se la apropiaron, pero que en justicia debiera ser de quienes con su trabajo acumularon la riqueza necesaria para construirlos. Hay que tenerlo presente cuando se pasea por las grandes ciudades.

Los pueblos tienen que aprender que en democracia la izquierda es mucho más vulnerable que la derecha, porque de la derecha nadie, salvo los necios, puede esperar nada, mientras que de la izquierda se espera la felicidad absoluta. Aunque necio también hay que ser para esperar que un partido político pueda convertir el mundo capitalista en un paraíso. A lo sumo podrá mitigar los sufrimientos y disminuir el montón de excluidos que el capitalismo genera, pero poco más. Tan solo una revolución total, que el entorno capitalista combatirá a muerte siempre que se dé, podría intentar algo parecido. Pero una revolución exige que el pueblo entero o si más no en su mayoría sea revolucionario porque de lo contrario fracasará. “El peor enemigo de la revolución es la corrupción”, dijo en una ocasión Fidel Castro. Cierto, porque el corrupto es un falso revolucionario, un traidor que se infiltra en la revolución para medrar y la destruye desde dentro con su conducta egoísta.

Los pueblos tienen que aprender que “la política es el arte de gobernar y permanecer en el poder”, como bien dijo Ortega y Gasset. Que los partidos de izquierdas se pierden muchas veces por su empeño en permanecer, algo lógico si bien se mira, pero que a menudo acaba dando la victoria a la derecha porque en su afán de guarecerse hacen oídos sordos o silencian a quienes les señalan sus errores y la mala gestión de algunos de sus miembros, una actitud que a la larga acaba pasando factura. De aquí que sea tan nefasto el partidismo. “Viva el Betis manque pierda”, gritan alegremente los fans de ese club. Y bien está la alegría cuando se trata de algo tan poco importante como es un club de fútbol, por más pasiones que despierte. Pero una nación no es una cancha y la política es algo mucho más trascendente que una liga de campeones.

Los pueblos tienen que aprender que la peor cadena es la que se forja en la mente del esclavo. La desmoralización, el pesimismo derrotista que hace bajar los brazos es la mejor arma de los esclavistas. Por eso insisten en decir que no hay salida, que el mundo es así tanto si queremos como si no. Que lo mejor es aceptar y divertirse, escurrir el bulto todo lo que se pueda y dejar que los amos azoten con tal de que no nos azoten a nosotros. Necia idea, porque la insolidaridad se paga. Podríamos decir: “Vinieron a por los comunistas y yo no me moví porque no soy comunista. Vinieron a por los rojos y yo no me moví porque yo no soy rojo. Ahora vienen a por mí y nadie se mueve porque nadie es yo”. ¿Y por qué vinieron a por mí? Pues porque no les soy útil, porque quieren explotarme más todavía, o porque llegó mi turno.

Los pueblos tienen que aprender a existir en tanto que pueblo. A dejar de comportarse como un rebaño. A observar y reflexionar. A no prender la TV para saber si llueve o si lloverá, porque la gente sabía eso mucho antes de que se inventase esa maldita máquina de lavar cerebros. Mil veces más fiable es el “barómetro de piedra”, ese sabio instrumento meteorológico que consiste en una piedra colgada mediante una soga de la mitad de un travesaño soportado por dos horcones hincados en tierra en mitad de baldío. Si la piedra está mojada, es que llueve. Si se balancea, es que hace viento. Si da sombra, es que luce el sol. Nada más cierto y más al alcance de todo el mundo. No requiere estudios previos ni graduación universitaria, que a veces solo sirven para embotar la mente. Basta con haber aprendido a distinguir el grano de la paja, a no dejarse deslumbrar por espejismos, a mirar la realidad sin temores ni prejuicios.

La realidad nos muestra lo manipulable que es el pensamiento colectivo. Los Iluminados del Siglo de Las Luces atribuían a la superstición religiosa todos los males que padecía la sociedad en aquel tiempo, pero ahora vemos que “donde antes hubo los curas hoy está el televisor” y que “vamos de mal en peor”. Que el pensamiento colectivo está hoy día controlado por los amos del mundo mediante el permanente bombardeo de imágenes sugestivas que durante todos los instantes del día padece el pueblo. Y por si eso fuese poco, ahí tenemos a los políticos que les sirven fielmente y a los jueces corruptos que legislan a su mayor conveniencia. Tienen en su poder todos los ases. Es muy difícil ganarles la partida. Pero quien ha nacido para luchar no puede vivir para rendirse. La lucha seguirá mientras haya una sola alma rebelde en el mundo. Es así y así será. /PC

sábado, 23 de abril de 2016

San Jorge contra el nuevo dragón


Venerado en diversas culturas, santo patrón y protector de ciudades, naciones y reinos, el legendario San Jorge es desde hace siglos un símbolo de la lucha contra el mal. Es representado tradicionalmente en forma de caballero medieval luchando contra un feroz dragón para salvar a una doncella que iba a ser devorada por la inmunda bestia. En calidad de caballero no faltan infinidad de leyendas que le atribuyan milagrosos hechos de armas al lado de huestes cristianas peleando contra infieles. Paradójicamente, porque ocurre que San Jorge es también venerado en algunos entornos musulmanes. El mundo cristiano celebra su fiesta el 23 de abril, ya que en esa fecha del año 303 se supone que murió decapitado por negarse a renunciar a su fe cristiana.

Pese a que su historia arranca en Capadocia (actual Turquía) allá por el 280, en pleno imperio romano, son muchísimos los lugares del planeta que hoy celebran la festividad de San Jorge, desde el Cercano Oriente  y África hasta América Latina tras pasar por Europa. Entre ellos figura en un lugar preferente para quien esto escribe la mediterránea Catalunya, donde se celebra desde muy antiguo el día de los enamorados, fiesta primaveral por excelencia, en la cual es tradición de obligado cumplimiento regalar una rosa roja a la amada. Y puesto que el 23 de abril es a la vez el Día Internacional del Libro, es costumbre también en esta fecha regalar libros, ya sea o no en correspondencia al obsequio de la pasional rosa.

Es lindo ver cómo los tiempos cambian en tanto que se conservan tradiciones como la que nos ocupa. Que la gente se obsequie, ya sea como testimonio de amor o simplemente como manifestación de franca amistad, nos muestra que la especie humana, pese a las muchas atrocidades que ha cometido y sigue cometiendo, encierra en su propia naturaleza gérmenes de bondad capaces de sacar a flote este mundo que cada día tenemos más motivos para considerarlo poco menos que perdido. La irracionalidad y la codicia destruyen a velocidad de vértigo de forma irreparable la naturaleza, en tanto que la maldad y la ambición destruyen logros sociales que habían sido elaborados trabajosamente a lo largo de años de reflexión y esfuerzo.

Figuras como la del legendario San Jorge, capaces de entregar su vida antes que renunciar a su fe, nos pueden servir de estímulo, más allá de que creamos o no en ellas, para mantenernos firmes en nuestras convicciones más hondas, aquellas que dan base a nuestra existencia y fundamentan nuestro modo de vivir. Seguir los dictados del corazón, más allá de toda consideración de conveniencia es lo que impulsa las grandes empresas, lo que nos hace vivir humanamente y nos hace pelear contra las injusticias. Porque no son quimeras, como en las legendarias narraciones, lo que nos amenaza hoy día sino la criminal organización a nivel mundial de una codicia tan monstruosa como nunca la habíamos imaginado. La mentira, la falsedad y el crimen están a la orden del día en gran parte del mundo que otrora se autodenominó civilizado y hoy se las da de inteligente, lo cual demuestra que no fue ni es una cosa ni la otra. Dándoselas de civilizado destruyó admirables civilizaciones y hoy destruye el planeta que habitamos con gran perjuicio para toda la humanidad.

Si el crimen se organiza a nivel mundial, justo es que a nivel mundial se organice la defensa. Por eso hoy más que nunca son de aplaudir las acciones de resistencia que diversas organizaciones civiles promueven en muchas ciudades. Concretamente acá en España, en este fin de semana hay en varias capitales de provincia actos de protesta por la inhumana conducta de esa UE a la que no le basta con financiar y organizar guerras sino que luego niega la acogida a quienes de ellas huyen. Y acá en Catalunya, Barcelona encabeza un movimiento de municipios que se niegan a aceptar el Tratado Internacional Transatlántico TTIP. Más que intereses políticos partidistas, lo que necesitamos hoy son organizaciones civiles que creen conciencia y velen por el cumplimiento de normas y conductas justas que garanticen la convivencia de la humanidad en justicia y paz. Por fortuna se dan en todas partes, aunque habrá que ver si en grado suficiente, pues grande es el monstruo que nos ataca. Pero que surjan es ya motivo de estímulo y esperanza.


En este 23 de abril, en plena primavera boreal, desde un entorno ciudadano repleto de rosas y libros y sonrientes expresiones de felicidad, invocamos al Caballero San Jorge, defensor de causas justas, inspirador de amorosas grandezas generadoras de vida, para que su espíritu penetre con fuerza en el pensamiento colectivo de todos los pueblos, empezando por los que sufren la brutal agresión del neoliberalismo y pasando por los que además de ese repugnante mal padecen el del individualismo y la indiferencia. Los libros y las rosas ofrendadas con amor no pondrán fin a la deshumanización que nos aqueja, pero los sentimientos que a tales actos nos impulsan harán aflorar, sin duda, acciones que la mitiguen y remedien. /PC

jueves, 14 de abril de 2016

A paso de tango


“Tiempos de la vida mala que aturden la conciencia colectiva. Gobiernos de emperadores malevos fecundan malas semillas”. Con estos versos inicia Susana Rinaldi, a modo de prefacio, el tango de Cátulo Castillo “Desencuentro”. Una visión que no se queda en la comprensiva contemplación de la miseria humana que tan bien expresa la letra original y las de tantísimos tangos, sino que denuncia el gran mal que conlleva nuestro modo de vivir y la perversión de quienes con su poder crean las condiciones necesarias para que tanta desgracia ocurra.

La “vida mala” va mucho más allá del triste malvivir de las pobres gentes que los desgarradores viejos tangos denunciaban. La “vida mala”, esa forma de vivir sin alma y sin conciencia, al modo de las bestias, bajo la ley del más fuerte que nos han impuesto esos “emperadores malevos” que gobiernan el mundo nos ha llevado a un grado de inhumanidad que nunca los iluminados del siglo XVIII hubiesen podido imaginar. Como tampoco imaginaban, cabe pensar, que quienes les sucederían secuestrarían en beneficio propio los nobles ideales de “libertad, igualdad y fraternidad” que pretendían ser fundamento de la República.

Pese a los grandes discursos, el mundo occidental ha evolucionado social y políticamente sobre bases que más tenían que ver con la miseria humana que denuncian los viejos tangos que con el ideario republicano. Quienes han tenido el poder en sus manos han hecho caso omiso de cuanto pudiera significar dejar de ejercerlo y así, con esa idea en su mente, se han hecho dueños de los medios de difusión y los han controlado de modo que ignorasen la humana proclama republicana y en la medida de lo posible la ahogasen, a fin de que no fecundase el pensamiento colectivo.

Con el abuso de poder que siempre las armas dieron, esos bucaneros de la política que año tras año han gobernado sin que nadie les torciera el rumbo crearon democracias al modo como la entendían los antiguos griegos, es decir, con exclusión de los más débiles, los desposeídos, tales como esclavos y mujeres en aquel entonces y pobres y obreros en el presente. Y así, legislando de modo excluyente y a fuerza de despreciar los más nobles sentimientos del ser humano, han logrado fecundar malas semillas e imponer la vida mala a la cual gran parte de la humanidad hoy se adhiere.

Nuestro mundo, así gobernado, ha convertido en virtudes lo que otrora fueron pecados, tales como la codicia, la ambición desmesurada, el abuso de poder, la inmisericordia, la insolidaridad… Persuadidos a fuerza de sufrimientos cuando no de castigos, de la bondad o por lo menos la conveniencia de esa despreciable forma de pensar y sentir que rige nuestras vidas, hemos llegado a tener hoy una civilización occidental de origen presuntamente cristiano que adora el lujo, la prepotencia, el poder abusivo y las malas artes tanto como desprecia la virtud y la justicia. En ella se dan fenómenos tan lamentables como que los pobres desprecien a quienes son todavía más pobres y admiren a los causantes de la pobreza. Tanto es así que los gobiernos más contrarios a los intereses de la mayor parte de la población logran triunfos electorales a base de ganarse el corazón de los votantes mediante la “elegante” frivolidad que rodea a los candidatos, de quienes creen sus engañosas afirmaciones sin pararse ni un solo instante a reflexionar.

Reflexionar no se lleva en este mundo alocado en que vivimos. Se llevó en otro tiempo, cuando la gente era más consciente de lo poco que tenía y sabía que debía mantenerse lúcida para no perderlo y aun mejorarlo. Pero hoy día la gente, cegada por las pantallas de televisión y manipulado su pensamiento por los falaces discursos que de ellas brotan, no ve ni lo más obvio. No ve a donde nos lleva la vida fácil que el capitalismo nos propone a cambio de momentáneos favores, Y así, al igual que la pobre percanta del tango, hemos sido engrupidos por las lisonjeras milongas de una mala vida que es causa del malvivir de la mayor parte de la humanidad.

El mundo occidental se ha sometido a la base ideológica del capitalismo de un modo parecido a como se doma un potro o cualquier animal salvaje que no tenga las agallas necesarias para resistir los castigos y las tretas de sus domadores. Mediante palos, comida y algún discreto confort nos han configurado el pensar y el sentir, de tal modo que vivimos gozando de lo efímero, envidiando, codiciando y odiando a quien no nos da lo que esperábamos que nos diera, sin sentir en ningún momento necesidad alguna de luchar por lograrlo. La mayor parte de la sociedad vive esperando necia e indignamente que algún político “bacán” le dé lo que ansía, aun a cambio del amancebamiento que haga falta.

Pobre civilización nuestra occidental, que a fuerza de olvidar lo humano olvidó la dignidad. Cuando sea (y ya casi lo es) un auténtico “descolado mueble viejo” difícilmente encontrará ese buen amigo que Celedonio Flores nos invita a imaginar en su “Mano a mano” “que ha de jugarse el pellejo pa ayudar en lo que pueda cuando llegue la ocasión”.

A golpe de “Cambalache”, según nos cantó Discépolo, empezó el siglo XX y por caminos de vida mala, con la conciencia colectiva aturdida, transcurre el XXI. /PC

PUBLICADO EN:
https://ecupres.wordpress.com/2016/04/15/a-paso-de-tango/