viernes, 29 de noviembre de 2013

¡Que no son reinos ni condados sino pueblos!

Entérense quienes con discursos de rancia tradición histórica se afianzan en el inmovilismo y buscan mil excusas para desoír la voz de un pueblo que no se resigna a ser ninguneado. 


Cuando allá en mis años mozos un amigo universitario me prestó un libro de historia universal del cual era autor el muy acreditado historiador Jaume Vicenç Vives, quedé atónito ante la cantidad de acontecimientos que relataba. Todo él era un amasijo de reyes, dinastías, sucesiones, batallas, tratados... Pero ni una sola palabra de los pueblos que llevaron a cabo los hechos enunciados. Nada decía de las tropas, de los pueblos en los que fueron reclutados, de las condiciones en que vivían, de la sangre que se derramó en esas batallas, de los sufrimientos que causaron esas guerras. Nada o a lo sumo algún dato tal como los miles de hombres que formaban algunas huestes. Daba la impresión de que las guerras eran algo así como partidas de ajedrez, juegos de mesa de reyes y señores que se libraban sin que nadie derramase sangre ni padeciese daño alguno.

Ese ninguneo de las clases humildes que padecieron esas guerras, de los hombres que se vieron forzados sufrir y verter su sangre en las batallas referidas me indignó profundamente. Me indignó porque yo sabía bien lo que es una guerra, con hombres separados de sus familias, obligados a ir al frente a matar o morir... Lo que es sufrir día tras días los bombardeos de una aviación asesina que descarga sus bombas sobre población inocente... La muerte de seres queridos que esos bombardeos producían... Los sacrificios que comportaba la provisión de alimentos en las ciudades... Sabía bien todo eso por haberlo vivido en mi primera infancia junto a mi madre en la Barcelona asediada por las tropas fascistas. Yo sabía todo eso y me parecía imposible que cualquier otra guerra anterior a la que yo padecí hubiese podido ser de otro modo. Pero el ilustre profesor ni lo mencionaba en su aplaudido libro.

A partir de entonces dejó de interesarme la historia, una historia que se ocupaba de los poderosos que hubo en el mundo, de los opresores, pero que ignoraba a los oprimidos talmente como si de ganado se tratase, reses de las cuales eran propietarios aquellos cuyos nombres figuran en los libros. Dejó de interesarme esa materia y no volví a ocuparme de ella hasta que años más tarde encontré los primeros escritos en los que se daba lugar al pueblo.

Han pasado los siglos y se supone que la humanidad ha evolucionado. Pero las crónicas de cuanto acontece en el mundo siguen registrando guerras, batallas invasiones... Los poderosos siguen disponiendo del destino de los pueblos, la vida de las gentes humildes nada vale para quienes gobiernan y solamente los intereses de las clases acomodadas guían su actuar. El destino de los humildes sigue estando en manos de gobernantes criminales, de quienes legalizan la opresión y el despojo, al igual como lo ha estado a lo largo de la historia. Apenas nada ha cambiado en la ética de los poderosos y de quienes como ellos piensan y sienten. La injusticia sigue imperando en el mundo y quienes de ella se benefician hacen cuanto está a su alcance para perpetuarla.

Me siento viviendo en un mundo manejado por bestias ignorantes de cuanto de humano se ha construido a lo largo de los siglos acerca de la convivencia. Siento que hoy como ayer los únicos que cuentan en el mundo son quienes de forma merecida o no gobiernan los estados, esas instituciones de poder que en la actualidad no dan muestras de tener otra función que la de someter al pueblo. Y al igual que en aquellos años mozos en que me sentí parte del pueblo sufriente e ignorado por aquel acreditado historiador, hoy me siento parte de este pueblo mío que viene sufriendo el ninguneo de los gobiernos que en su día se lo apropiaron y hoy lo tienen sometido argumentando razones de estado.

Leyes hechas y amañadas por los ricos, por los poderosos, por los intolerantes que nos precedieron son todavía actuales. Baluarte de la injusticia sirven de refugio para quienes no tienen conciencia de lo que es el respeto, la igualdad, la solidaridad; para quienes siguen pensando y sintiendo como los reyes y los señores de los viejos tiempos. El Estado por encima del pueblo. El pueblo al servicio del Estado.

Pero los pueblos son cada día más conscientes de su propia existencia y están cada día más en pie de lucha. El alma humana es compleja y no solo la codicia tiene cabida en ella sino también el sentido de lo justo. Hoy como ayer los pueblos se rebelan contra los gobernantes que de ellos abusan y poniendo la dignidad en primer plano reivindican sus derechos, ya sean recientes o ancestrales. La voz de los sin voz se alza de nuevo por doquier contra quienes durante largo tiempo los han silenciado. Pueblos originarios, naciones sin estado claman hoy ante el mundo entero denunciando la injusticia que padecen.

La lucha es desigual, pero siempre lo fue y no siempre vencieron los malvados. Es tarea común, de todo el pueblo, hacer que despierte nuestra propia conciencia. Tan solo con una persistente labor de resistencia, de denuncia de los daños y acogida de las gentes dañadas podremos poner fin a la loca injusticia que nos gobierna.

Que nadie se quede al margen. Unámonos a la denuncia y a la protesta en la medida que podamos. En nuestras manos está hacer que nada nos detenga. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/75012-%C2%A1que-no-son-coronas-ni-condados-sino-pueblos.html

El Papa Francisco y la estrategia vaticana *


Quienes por conocimiento histórico de la ICR (Iglesia Católica Romana) y por las experiencias vividas a lo largo de los aciagos años de dictadura fascista y aun en el presente en este baluarte católico que es España desestimamos ya en su día considerarla como portadora de buena nueva vemos con inevitable escepticismo todo ese caudal de bondades que diversos medios vienen señalando en la persona del Papa Francisco.

Sin negar la bondad de miles de buenas personas católicas ni la encomiable labor que muchas de ellas hacen al amparo de su Santa Madre Iglesia, parece razonable desconfiar de los buenos propósitos de tan magna institución. Y desde esta posición que señalamos vemos que cabe pensar en un doble juego de la jerarquía católica, papa incluido, para contentar a la gran parte de feligresía que últimamente se mostraba crítica y aun avergonzada por los escándalos que habían salido al conocimiento público. Un doble juego similar al que en algunos casos hace la policía en los interrogatorios: el policía bueno (léase Papa Francisco) y el policía malo (esa curia reaccionaria que impide los cambios).

Ese tira y afloja salvará la imagen del tan admirado papa sin que para ello hayan tenido que hacer ningún cambio sustancial. La feligresía católica crítica se sentirá comprendida y apoyada por la máxima autoridad eclesiástica y seguirá fiel a la ICR desde posiciones que reforzarán su imagen ante el mundo. Pero la institución como tal podrá seguir siendo fiel aliada de las fuerzas conservadoras que gobiernan en casi todas partes.

Si el juego sale bien, todos estarán felices porque a cambio de haber puesto coto a los pederasta, de haber canonizado a San Romero de América, de haber dado muestras de buena voluntad a las mujeres aun siguiendo dándoles un trato inferior al de los varones, de haber dado palabras de consuelo a los pobres sin haber tenido que apoyar cambio sustancial alguno en las esferas de poder que oprimen a la Humanidad entera, y de algunas menudencias más se habrá logrado que quienes estaban hartos de esa ICR sigan fieles a ella luchando por ese tan esperado cambio que una vez más su alta jerarquía habrá conseguido evitar.

La lástima está en que toda esa inteligencia que ponen en juego los cerebros vaticanos en favor del inmovilismo no lo apliquen a realizar una verdadera revolución al estilo de la que según los evangelios anunció Jesús de Nazaret. Entonces sí que merecería la pena ser parte de esa Iglesia. Pero en opinión del hereje impenitente que esto escribe, mientras sus principales actividades vayan encaminadas a amansar rebeldes, permanecer en ella será colaborar con los poderes que oprimen a la Humanidad. /PC


* Comentario al artículo de Domingo Riorda publicado en ECUPRES el 29/11/2013 con el título “Hans Küng se interroga sobre los reaccionarios al Papa”.
http://ecupres.wordpress.com/2013/11/29/hans-kung-se-interroga-sobre-los-reaccionarios-al-papa/


domingo, 24 de noviembre de 2013

El pueblo silenciado

A quienes no entienden que no es cuestión de reinos ni de estados ni de organismos de poder sino el clamor de un pueblo que se resiste a ser ninguneado.


Apelar a la historia y a las frases de célebres personajes históricos para justificar la permanencia en la injusticia no es propio ni de la derecha ni de la izquierda sino de demagogos, de oportunistas políticos y de necios obcecados incapaces de remozar su pensamiento y atender a la realidad del presente. Y en el mejor de los casos, concediéndoles presunción de inocencia, diremos que es propio de quienes no entienden que estamos hablando de los derechos de los pueblo, no de los derechos de quienes los sometieron y explotaron y aun hoy los someten y los explotan.

El clamor de independencia del pueblo catalán no responde a ningún proyecto de derechas ni de izquierdas sino al sentir de un pueblo al cual el fascismo español negó el derecho a aprender en la escuela su propia lengua materna. Y no hace falta conocer mucha historia y menos remontarse a la edad media, como hacen algunos arrogantes sabiondos, para saber que ese genocidio cultural se dio mucho antes de que se produjese la avalancha migratoria que llenó los pueblos de Catalunya de gentes castellano parlantes, que es lo único que podría abogar aun sin razón en favor de la permanencia de Catalunya en España y de la prevalencia del castellano en Catalunya. Tan solo hace falta no ser un obcecado nacionalista español y tener un mínimo sentido de lo que son derechos humanos y derechos de los pueblos, eso que los defensores del imperialismo en cualquiera de sus formas no han tenido nunca ni dan muestras de poder tener.

Quienes defienden la unidad de España amparándose en el bien de la clase obrera debieran tener la decencia de exponer antes qué proyectos de izquierda tiene esa “grande nación española” que no puedan se llevados a cabo en una Catalunya independiente. Debieran tener la prudencia de mirar con atención, antes de hablar, cuántas maravillosas ventajas para el pueblo nos han traído los partidos de izquierdas desde la dictadura acá. Y aun más: qué papel están jugando los líderes políticos de esa izquierda españolista que dice estar al lado del pueblo pero que brilla por su ausencia en la lucha que un buen número de colectivos sociales está llevando a cabo actualmente.

Que no nos vengan ahora los nacionalistas españoles de izquierdas con el cuento de la internacional obrera, un ideal hermoso que si bien pudo tener sentido en su momento hoy sabemos ya bien cómo fue manipulado y en qué desembocó. Ni con esa supuesta unidad sindical que con la realidad actual en la mano se ve claramente que no vale ni para ponerse al frente de las reivindicaciones sociales. No, los defensores del nacionalismo español pueden tener muchos argumentos, pero se mire como se mire todos los que hemos podido leer o escuchar hasta el día de hoy son a cual más interesado y más impropio de alguien con sentido de la libertad, de la igualdad y de esa solidaridad a la que apelan en nombre de la clase obrera.

La gran España, ignorante de los pueblos que en su día fueron sometidos por las armas o vendidos a la corona española por sus propios gobernantes, necesita seguir oprimiendo a los pueblos que con su trabajo contribuyen al bienestar de quienes despilfarran la hacienda pública para así seguir beneficiando los negocios de quienes medran a la sombra del poder. No es el pueblo lo que cuenta en esa tan defendida unidad española sino la ambición de quienes la propugnan. El pueblo, sea grande o sea chica la nación, seguirá siendo quien lleve a cuestas a las clases privilegiadas, tanto si esas están formadas por burgueses tradicionales como por burócratas de izquierdas.

La utilidad que la grandeza nacional tiene para quienes de ella se gozan (que insistimos en que no es el pueblo sino quienes lo gobiernan) es un mal a combatir, se mire como se mire. Cuanto mayor es el estado más difícil es de controlar desde abajo, desde el pueblo, porque sus dirigentes más lejos están de las voces que claman y reclaman. Y por contra, de más recursos disponen quienes gobiernan para desoír y aun reprimir esos reclamos, ya sean sociales, patrióticos o del orden que sean.

La grandeza nacional siempre fue un gran mal para el pueblo, que es diverso y respetable, no una masa única e informe o falazmente uniformada. El cuento chino de eliminar las fronteras solo ha servido para fagocitar pueblos y naciones en beneficio de los sátrapas y de las grandes corporaciones mercantiles. No hace falta ir lejos en el tiempo ni remontarse en la historia para verlo, porque ahí tenemos esa infame globalización que empobrece a los pueblos y destroza el mundo.

Ni el pueblo catalán ni ninguno de los pueblos sometidos al Estado Español debe escuchar los cantos de sirena de esos “sesudos estadistas” que claman en pro de la unidad de España. ¡No! Ya bastante tuvimos con esa “ESPAÑA UNA Y GRANDE” que nos impuso la dictadura fascista acaudillada por Franco. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/74543-el-pueblo-silenciado.html

sábado, 23 de noviembre de 2013

Entonces no me moví y ahora vienen a por mí


Con el título “No nos salva ni Dios si no cambiamos” publiqué el 6 de setiembre de 2004 en KAOSENLARED.NET un escrito cuya idea central hoy es actualidad rabiosa y lacerante. Lo que en él dije ha variado en lo anecdótico, pero no en lo esencial, de modo que ganas me vienen de copiarlo íntegro. Pero no voy a hacerlo sino que aprovecharé la ocasión para añadir algunas reflexiones y pondré el enlace al pie para que entre a leerlo quien tenga ganas.

Señalaba en aquella ocasión la poca voluntad de cambio que observaba en mi entorno social, una poca voluntad que sigo observando hoy por más que muy otra sea la circunstancia. Lo que en aquel tiempo era casi profecía hoy es ya una lamentable desgracia. El poder oprimiendo y el pueblo sin más propósito que el de sobrevivir.

La diferencia entre el 2004 y hoy está básicamente en que entonces los oprimidos eran otros en tanto que ahora lo somos nosotros. Se cumplió aquello de “entonces no me moví y ahora vienen a por mí”. A por mí o a por alguien cercano, que para el caso es lo mismo porque nos afecta aunque no nos dé de pleno personalmente.

Vivíamos tan felices. Nuestro nivel de vida era envidiable. No queríamos oír hablar de otra cosa que no fuese nuestro propio bienestar. A nadie le importaba de dónde salía ni quien lo pagaba, pues los conflictos y sufrimientos que exigía estaban fuera de nuestras fronteras. No era cosa nuestra sino de quienes gobernaban. El robo, la explotación y el crimen que conllevaba nuestro tren de vida no lo efectuábamos nosotros, por más que nos beneficiásemos de ello. No teníamos por qué sentirnos culpables de lo que hacían los demás. Éramos buena gente, sin duda alguna, y merecíamos vivir lo mejor posible.

Sabemos bien que el mal es mal tan solo cuando lo padecemos. Cuando lo padecen otros, puede que nos dé pena, pero... ¿Qué se puede hacer? Ahora bien, cuando lo hacemos... No, cuando lo hacemos no es tan grave y además, es inevitable. Es la vida: hoy te toca a ti, mañana quizá me toque a mí.

Pues bien, ya llegó ese mañana. Hoy se dan acá aquellas situaciones de explotación en que trabajaban en las lejanas maquilas de América Latina, o en el lejano oriente quienes pagan con sus vidas nuestro disfrute y bienestar. Hoy acá los gobernantes corruptos, esbirros de los amos del mundo, nos rebajan el sueldo, nos aumentan las horas y nos empeoran las condiciones de trabajo. Hacen que crezca el paro en cifras desorbitadas. Nos quitan servicios sociales básicos como son la sanidad y la enseñanza y los privatizan convirtiéndolos en negocio cuyo disfrute esté solamente al alcance de los privilegiados. Nos empobrecen mediante impuestos sobre productos de consumo necesarios. Nos aumentan la edad de jubilación y nos amenazan con robarnos las pensiones. Y por si todo eso fuese poco, nos limitan derechos democráticos como el de manifestación y protesta.

Hemos retrocedido a los viejos tiempos de la dictadura. La democracia en que creíamos vivir muestra su falsedad, su verdadera identidad de sistema autoritario y represor. La sociedad del bienestar se apaga como la luz del día al atardecer. Nos invaden por doquier las tinieblas, pues nadie sabe a dónde iremos a parar. Pero aun así la gente no se mueve. Hay, como no, una parte de la población movilizada, pero la gran mayoría permanece pasiva, esperando que los otros saquen las castañas del fuego para ellos poder comerlas. Más de la mitad de la población es insolidaria, como bien muestran los porcentajes de seguimiento de huelgas y manifestaciones. Y no falta quien espera ingenuamente “que pase la crisis” para volver a vivir como vivíamos. ¡Necios! ¡En las guerras nunca retrocedieron los vencedores!

Hoy más que nunca está claro que la suerte del pueblo depende de nosotros, de nuestra solidaridad, de nuestro espíritu de lucha, de nuestra capacidad de organizarnos y actuar colectivamente. Quienes gobiernan y mandan no logran ya seguir ocultando bajo pieles de cordero su condición de lobos depredadores. Ahora todo el mundo sabe qué son, quiénes son y cuáles son sus propósitos. Nadie puede llamarse a engaño ni aun queriéndolo. ¿Qué esperamos, pues, para ponernos al lado del vecino, para unirnos al igual y luchar por lo nuestro, por lo que nos roban, por esa dignidad que hoy nos pisotean descaradamente?

No tendremos mejores ocasiones para sumarnos a la lucha. Cada vez los poderosos estarán mejor organizados para impedírnoslo. No nos vale ya la estrategia de la cebra que huye del león corriendo más que su hermana para que no sea ella sino la otra la cazada. Hoy vienen a por todos y no se van a contentar con saciar su hambre del momento porque no son leones ni lobos ni animales salvajes sino perversos mortales insaciables. Hoy somos presas acorraladas y no nos quedan más salidas que luchar o perecer.

El capitalismo que nos explota no va a retroceder mientras triunfe. De nosotros depende darle la batalla o perecer en sus garras. /PC

Artículo citado:
www.kaosenlared.net/noticia/no-nos-salva-ni-dios-si-no-cambiamos  

Publicado en KAOSENLARED.NET

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿De verdad tiene el capitalismo pies de barro?


Es lo que suele decirse, que es un gigante con los pies de barro porque su poder se asienta en la sumisión del pueblo y si este se rebela, el gigante no se sostiene. Pero ¿cabe esperar que el pueblo se rebele?

Sabemos bien que el poder controla de diversas formas el pensamiento colectivo y aun más el sentimiento colectivo. Lo hemos dicho repetidamente: desinformación, distracción permanente, consumismo y miedo. Esas son sus principales herramientas de acción. A ellas debemos sumar las estructurales: económicas, legislativas y represivas. Viendo todos esos recursos en sus manos, quien puede soñar que el pueblo se rebele y le plante cara al sistema. Cabe pensar que tan solo va a hacerlo gente muy consciente y muy dispuesta a perder.

Dispuesta a perder, sí, porque hay batallas que ya sabemos de antemano que no vamos a ganar, pero que no debemos abandonar porque de hacerlo se perderá la guerra. Y guerra es esa permanente y criminal agresión del capitalismo sobre la Humanidad.

Leónidas y sus aguerridos espartanos sabían bien que no iban a salir con vida de Las Termópilas, pero también sabían que si se rendían iban a perecer ellos y todo su pueblo. Y allí siguieron el tiempo necesario para que la armada griega se organizase y derrotase a la persa en Salamina. No vencieron ellos, pero sí su causa.

Hoy no se trata de emular semejantes heroicidades. No es con sangrantes batallas como derrotaremos a nuestros opresores sino con inteligentes acciones. La guerra será larga y penosa y sin duda alguna nadie de nuestro tiempo va a ver el final de ella. Pero sabemos bien aquello de que “si luchas puedes perder; si no luchas, ya has perdido”. Y también que “vale más morir de pie que vivir de rodillas”. Pues bien, vamos a tratar de superar lo dicho: vamos a tratar de luchar cuanto haga falta para vivir de pie sin hincar la rodilla.

Claro que “vamos” es un decir, porque luchar u holgar son decisiones personales que cada cual toma según su libre albedrío. Y para ver cuantos podemos juntarnos en ese “vamos”, no hay más que echar un vistazo alrededor y ver cuánto vecindario nuestro se reúne semanalmente en asambleas o grupos de reflexión-acción y cuánto se dedica a pasar del modo más distraído posible su tiempo de ocio. Lo más probable es que el resultado que obtengamos en esa observación sea descorazonador. Y si bien puede darse el caso de que seamos parte de la población concientizada y que nos movamos en un entorno humano afín y privilegiado, a poco que nos desplacemos hacia otras áreas menos afortunadas podremos constatar el pesimista balance que hemos apuntado.

Mal lo tenemos, pues, para desmembrar al gigante, para romper en pedazos sus pies de barro y hacer que todo él se desmorone. Mal lo tenemos si no logramos darle le vuelta al balance, si no logramos que quienes luchamos seamos más que quienes se desentienden de la batalla. Una batalla que hoy como ayer se libra en el pensamiento. Pero cuidado, que no se trata de lograr que todo el mundo piense a nuestro modo, pero sí de lograr que las gentes de nuestro derredor dejen de pensar al modo que conviene a nuestros opresores.

Las acciones revolucionarias siempre se basaron en la difusión de ideas, ya fuese por medio de periódicos, panfletos u oralmente. Tan solo cuando descubrimos la falsedad de cuanto dicen los noticiarios y medios de difusión, y tomamos conciencia de que estamos siendo explotados podemos llegar a indignarnos en grado suficiente para sumarnos a acciones verdaderamente revolucionarias. Mientras esa conciencia no despierta, nos mecemos en la conformidad, nos comportamos de modo sumiso, resignado y dejamos en la estacada a quien sea que inicia la acción.

Esta es una lucha que involucra a toda la población, ricos y pobres, acomodados y desposeídos. No hay neutrales. Unos están con los opresores y otros con los oprimidos. Tengan conciencia de ello o no, quienes se desentienden son colaboradores del poder opresor, porque sobre su pasividad se asienta el sistema. De ahí que lo más importante para derrotar al gigante sea desvelar conciencias, una tarea que está al alcance de cualquiera que la tenga despierta.

No es momento para quedarse en casa sino para reunirnos con iguales a fin de compartir información y buscar el modo de unirnos a las muchas acciones que ya hay en marcha.

Busca a tu alrededor gente consciente, conscientizada y activa y únete a ella. Tan solo la unión nos dará la solidez necesaria para golpear los pies de barro del gigante opresor hasta despedazarlos. / PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/73882-%C2%BFde-verdad-tiene-el-capitalismo-pies-de-barro?.html 


http://ecupres.wordpress.com/2013/11/26/el-capitalismo-tiene-pies-de-barro/

sábado, 9 de noviembre de 2013

El papel de lo afectivo en la vida pública

Una aproximación a la conducta insolidaria de la población pasiva y a la irracionalidad del “esquirol”


No hacen falta muchas luches ni haberse quemado las pupilas en largas horas de estudio para ver que los seres humanos nos movemos a golpe de corazón, con desprecio claro del intelecto. No es la razón lo que rige nuestra conducta sino toda la estructura afectiva de la persona.

Amamos aquello con lo que nos identificamos y nos identificamos con lo que mejor relación afectiva hemos tenido a lo argo de nuestra vida o en momentos emocionalmente significativos. Y todo ello al margen de cualquier análisis ético, de cualquier reflexión, de la más mínima actitud racional.

Me trae esto a la cabeza el caso de tantas personas religiosas de América Latina que mantuvieron posturas desafiantes con el autoritarismo papal y que ahora no cesan de loar al actual pontífice hijo de su misma gran patria. Y también el caso de un exjesuita que en anteriores conversaciones estuvo muy en contra de la estructura piramidal de la ICR pero que ahora ve con buenos ojos los “signos de humildad y renovación” del actual papa Francisco, jesuita también al igual que él. Y también de un obispo que fue muy crítico con el papa Wojtyla, al cual se enfrentó abiertamente en muchas de sus alocuciones y actitudes, que desde Brasil pide ahora unidad junto al actual pontífice de origen latinoamericano. ¿De verdad creen esos buenos católicos que el actual Papa Francisco, ex Cardenal Bergoglio, va a hacer cambios sustanciales en la ICR, o son los lazos afectivos de paisanaje y compañerismo que a él los unen los que así hacen que se comporten? ¿De verdad ignoran que el otrora Bergoglio no recibió nunca a las Madres de la Plaza de Mayo, no pronunció nunca una sola palabra en denuncia de los crímenes que estaba perpetrando la dictadura y que no los condenó luego, durante el tiempo que fue primado de Argentina?

Seguro que todos ellos tienen razones que expliquen o justifiquen su conducta. Incluso pudiera ser que alguien me señalase que mi subjetividad entró en juego a la hora de hacer mis observaciones. Bien pudiera ser, pues que soy humano y según digo y sostengo en este escrito me muevo a golpe de corazón, lo cual hace que prevalezcan en mí actitudes anticlericales. Pero hay otros muchos ejemplos que nos pueden llevar a similares conclusiones. Tales son las conductas partidistas de los aficionados al fútbol, quienes por lo general no tienen ojos más que para las maravillosas jugadas de su equipo y las deleznables faltas del contrario. Y no digamos ya en el campo político donde a la pasión se le une a veces algún que otro interés material.

En el terreno político el corazón no está más ausente que en los campos mencionados. La imagen de los líderes y el entorno social de quienes les siguen juega un papel importante en las preferencias del público. Un amigo me contaba de alguien que se jactaba de votar a la derecha porque consideraba que eso era signo de distinción social. Y no importaba que el voto fuese secreto, porque él lo compensaba pregonando a los cuatro vientos cual había sido su elección.

Las conductas señaladas pueden parecer irracionales y aun pueriles, pero no por ello son menos verdaderas ni frecuentes en nuestro entorno. Hoy las observamos en una buena cantidad de fanáticos españoles que se muestran incapaces de reflexionar sobre el derecho del pueblo catalán a tener un estado propio y gobernarse a su antojo sin la tutela del gobierno de España. Son gentes que no aceptan los derechos del otro pero que no cejan de argumentar en favor de los propios y defenderlos a fuego y espada aun cuando estos conlleven privilegios claramente injustos. Son gentes que sin ser necesariamente violentas aceptan la violencia como forma válida para la relación social, si más no entre pueblos y naciones.

Quienes ejercen el control de la población en los diversos estados del primer mundo conocen muy bien el papel que lo afectivo ejerce en las conductas grupales. Esa es la razón por la que invierten grandes sumas de dinero en desinformar y seducir a las masas mediante el pan y circo de la antigua Roma en versión siglo XXI. Mantienen distraída a la gente con el consumo de nuevas tecnologías; desinformada con los medios de comunicación; seducida con oropeles de escaso valor humano pero de elevado precio social... Y acobardada y muerta de miedo mediante amenazas y duras acciones represivas.

No es fácil luchar contra un capitalismo tan poderoso y tan inteligentemente organizado. No es fácil porque librarse del poder que nos oprime exige a cada cual liberarse previamente del afecto que le tiene al entorno de la ideología capitalista, algo bastante difícil de llevar a cabo sin ayuda externa. Y no está el sistema dispuesto a favorecer esas ayudas sino a entorpecerlas y reprimirlas.

Hoy, como en los viejos tiempos de quienes lucharon en favor de sus hermanos de clase, las acciones colectivas son absolutamente necesarias. Nadie puede hacer nada en solitario. Es preciso compartir nuestro pensar y sentir entre iguales para así unirnos en lazos fraternos. Debemos organizarnos democráticamente desde abajo, desde lo cotidiano, desde esa realidad punzante que la tiranía de los ricos nos impone. Tan solo la fraternidad auténtica, verdadera, no interesada ni teórica nos puede traer la igualdad y la libertad redentoras que necesitamos para subsistir en tanto que seres humanos. Y alargándome un poco más diré también en tanto que especie, porque de seguir gobernados por esa locura que es el capitalismo, el final de la humanidad está cercano. /PC

PUBLICADO EN: 

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/73306-la-irracional-conducta-del-%E2%80%9Cesquirol%E2%80%9D.html 

http://ecupres.wordpress.com/2013/11/14/el-papel-de-lo-afectivo-en-la-vida-publica/

viernes, 1 de noviembre de 2013

La perspectiva del invasor

La conducta del invasor es semejante a la del opresor, la del explotador, la del abusador... Actúa con desprecio del oprimido, del abusado, del explotado, del invadido... del otro. Lo niega en tanto que igual, en tanto que ser con plenos derechos.

Desde la perspectiva del invasor es justo institucionalizar la injusticia, pues que lo piden su egoísmo y su codicia. En ningún momento la justicia es su guía. Fundamenta sus acciones en las ventajas que éstas le reportan. Y en su discurso para justificarlas no faltan falacias de todo orden, la apelación a nobles propósitos, así como un personal sentido de la justicia fundado en la desigualdad y el derecho al atropello que da la prepotencia.

Un tal proceder da por bueno cuanto favorece. Considera justa la sumisión del invadido y el derecho del invasor a imponer su ley. Una ley que se asemeja más a un “embudo” que a la ética “regla de oro”, pues impone al otro lo que para sí no se quisiera: tal como la sumisión de un pueblo a los designios de otro.

Platón decía que había que ser duro con los esclavos porque tenían la mala costumbre de alzarse contra sus amos. Es evidente que para aquel venerado pensador era justo que un ser humano esclavizase a otro ser humano, algo que hoy día repugna a toda persona que se precie de civilizada.

Igual que Platón piensan los españoles que se suman a la idea de que para el bien de España hay que tener bien sujeta y sometida a Catalunya. Ellos tampoco tienen empacho alguno en basar sus derechos en la fuerza de las armas. Pueblo vencido es igual a pueblo sometido, como si fuesen los pueblos y no quienes los gobiernan los que declaran las guerras.

Cataluña es para España un botín de guerra logrado en el año 1714 por las tropas del Borbón Felipe V en una disputa dinástica como tantas ha habido en la historia de la humanidad. En aquella contienda el pueblo catalán perdió sus derechos y fueros y quedó sometido a los mandatos de los sucesivos gobiernos españoles. Se prohibió el uso de la lengua catalana en documentos públicos y se estableció como única lengua válida la castellana. El pueblo catalán dejó de existir como tal y pasó a ser considerado pueblo español, no por voluntad propia sino por la fuerza de las armas.

De entonces acá, para los gobiernos de España Cataluña no es un pueblo con una historia propia, con una lengua propia tan antigua como el castellano y derivada igualmente del latín, sino una fuente de ingresos. El pueblo catalán es así un pueblo esclavo de esa España invasora que hace alarde de poderío militar mucho más que de amor a lo verdadero y a lo justo.

La opresión de España sobre Cataluña se recrudeció durante la dictadura fascista de Franco. En las escuelas se enseñaba que Catalunya era una región de España, al igual que Euskadi a la que denominaban Provincias Vascongadas. Y se nos decía que el catalán y el euskera no eran lenguas sino dialectos. Si tenemos en cuenta que la totalidad de la población adulta española fue escolarizada durante aquellos aciagos años de autoritarismo y mentira, no puede extrañarnos que tenga hoy esas ideas en la cabeza, que desconozca el origen de la lengua catalana y que ignore al pueblo-nación que la habla. Nadie les habló nunca de la existencia de la nación vasca, ni de la catalana. Se les informó mal adrede acerca de la grandeza de España, de sus orígenes y de su historia. Se les imbuyó un nacionalismo español fabricado sobre tópicos nunca razonados y aun menos demostrados.

El desconocimiento de la nación catalana es en los más de los casos lo que motiva el rechazo de una buena parte del pueblo español al anhelo de independencia del pueblo catalán. Una ignorancia que si no es voluntaria sí que por lo menos es negligente, porque informarse debidamente y establecer criterios propios es obligación de cada cual. Pero la gente se traga lo que dice la tele, la radio, la prensa controlada por intereses españolistas burgueses sin hacer el menor esfuerzo personal por desvelar que hay de cierto y de falso en ello. Ese es un modo de actuar muy humano pero muy poco loable. Es una clara manifestación de pereza mental. Una pereza que afecta a todos los ámbitos de la esfera política, no solo en lo que estamos señalando referente a Cataluña sino en temas tan importantes como la destrucción de la sociedad de bienestar que el capitalismo está llevando a cabo a marchas forzadas.

La situación política actual exige del pueblo una actitud crítica con las doctrinas oficiales. Afortunadamente cada día hay más población que se suma a la dinámica de pensar y razonar, pero por desgracia es minoría. Así nos va y así nos seguirá yendo mientras la mayor parte de la gente siga apostando por la inconsciencia que comporta la distracción permanente. /PC

http://www.kaosenlared.net/colaboradores/item/72667-la-perspectiva-del-invasor.html