lunes, 30 de septiembre de 2013

¡España UNA! ¡España GRANDE! ¡España...! ¡No, gracias!

No queremos imperios, ni que sean republicanos. Queremos “libertad, igualdad y fraternidad” verdaderas.

Quienes aman la grandeza suelen ser muy poco respetuosos con las minorías. Tienden a fagocitarlas en beneficio de esa grandeza que aman, la cual a poco que hurguemos veremos que es la suya propia. No sé de nadie que abogue por la grandeza ajena, sea de persona o de pueblo. No. Cuando alguien aboga por la grandeza piensa, sin duda alguna, en la propia.

Recuerdo los gritos rituales que nos hacían dar en la escuela tras el canto del himno nacional antes de entrar en clase y al terminar la jornada. “¡España, UNA! ¡España, GRANDE! ¡España, LIBRE! ¡VIVA ESPAÑA! ¡ARRIBA ESPAÑA!”. Quienes vivimos aquella época sabemos bien que la pregonada grandeza de aquella España opresora brillaba por su ausencia. ¿Puede decirme alguien qué grandeza tiene una nación gobernada en régimen dictatorial, con restricción sistemática de derechos y libertades, donde la relación social está enmarcada en la división entre vencedores y vencidos?

La lengua oficial en aquel estado que englobaba pueblos tan diversos y claramente definidos como el vasco y el catalán era la de Castilla. El único pueblo reconocido en todo el estado era el pueblo español. No existía la nación catalana. No existía la nación vasca. Habían sido fagocitadas por aquella entelequia gestada por el afán de poder de unos gobernantes ambiciosos a la cual pusieron por nombre España. En ella, Cataluña era algo así como un accidente, al igual que lo era Euskadi. Mi pueblo, mi gente, mi lengua no existían en aquella España UNA y GRANDE. Nunca me sentí español y nunca entendí que esa tan pregonada “grandeza” pudiese ser motivo de orgullo.

Los derechos de los pueblos no surgen como las flores silvestres en la primavera, sino que necesitan ser cultivados, sembrados, abonados y protegidos de las inclemencias climáticas y de los depredadores, como las flores de jardín. Incluso en los sistemas más progresistas se comete injusticia. Recordemos sino que la Comuna de París negó el derecho a votar a las mujeres. No fue una rancia y absolutista monarquía quien tal hacía sino todo un gobierno revolucionario. Y eso es así porque abrir los ojos y la mente de la gente es tarea ardua que requiere esfuerzo, constancia y tiempo. 

No es extraño pues que en pleno siglo XXI haya quienes tengan una idea de lo que debe ser una república similar a la que tenían quienes forjaron la maltrecha de 1931. Grandeza, unidad, pensamiento único, gobierno único, poder único, abuso único y total de los diversos, de los otros, de los que ya antes fueron ninguneados y que ahora lo van a seguir siendo en aras de una grandeza que va a favorecer por encima de todo a los poderosos, no a los oprimidos, no a los ignorados sino a quienes los ignoran.

Una república así entendida y forjada será tan insuficiente para traer la justicia y la paz a las sociedades que la formen como lo fue aquélla. Comportará, sin duda, mejoras importantes para gran parte de la población, pero dejará también de lado a las capas sociales más desfavorecidas. Se aliarán en ella, al igual que antaño, las clases acomodadas con el pueblo menos desfavorecido para seguir sacando tajada de las capas de población ignorada, ninguneada y explotada. Y por supuesto conllevará el mismo riesgo de explosión que aquella tuvo. ¿Cómo no va a ser así una tercera república si al igual que la segunda empieza ignorando a los pueblos que la forman?

No, no es ser ciudadano de una España “grande” y “una” lo que quiero sino el reconocimiento y el respeto que merecen mi condición de hijo de un pueblo con una historia, una lengua y una cultura propias. Un pueblo al cual hechos de armas sometieron a otro más poderoso que desde entonces lo ha fagocitado y ninguneado, pero que aun así ha seguido existiendo en el corazón y la voluntad de quienes lo integran.

Soy catalán desde que nací, hace ya más de 78 años, y nunca tuve un documento de identidad que así lo reconozca. Pero ya me basta y antes de morir quiero tener un DNI catalán y un pasaporte catalán. Es un respeto que le debo a mi persona y por el cual estoy dispuesto a luchar cuanto haga falta.

Cuando eso se haya dado, ya veremos con qué otros pueblos establece alianzas mi pueblo y con cuales no. Pero renunciar a mi nacionalidad catalana para seguir siendo español, no, en absoluto. ¡Ni aun siendo republicano!


PUBLICADO EN:http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/70251-%C2%A1espa%C3%B1a-una-%C2%A1espa%C3%B1a-grande-%C2%A1espa%C3%B1a-%C2%A1no-gracias.html

sábado, 28 de septiembre de 2013

La apología del lujo y la desvergüenza de los manipuladores de masas

El Ayuntamiento de Barcelona elige como pregonero de las Fiestas de la Merced a Ferrán Adriá. Cocina de lujo burgués ante un pueblo que necesita la ayuda social para subsistir.


En su película “The spirit of 45” (“El espíritu del 45”) Ken Loach hace decir a uno de sus personajes algo así como: “El problema está en que la idea del capitalismo es fuerte, en tanto que la del socialismo es débil”. La idea según los subtítulos, pero estaría mejor dicho la aceptación, porque en realidad la gente no tiene ni idea de lo que es el capitalismo. De tenerla no votaría a sus representantes políticos, sino que más bien los escracharía, los rechazaría enérgicamente.

Tampoco tiene la gente una idea clara de lo que es el socialismo. La propaganda capitalista se ha encargado bien a lo largo del tiempo de tergiversar el significado de ese término e intoxicar todo lo concerniente a esa idea impregnándola de diabólico azufre y peste a infierno. Ha sido un bombardeo continuo de mentiras en pro de las glorias del capitalismo y en contra de todo cuanto sea poner el bien común por delante de los intereses individuales.

No es extraño, pues, que la gente tenga tan metida en lo hondo del alma esa aberración que les hace ver la codicia, el individualismo y la insolidaridad como virtudes supremas. Las clases dirigentes llevan años presentando así esos pecados de inhumanidad que debieran ser considerados crímenes cuando por ellos se rigen las relaciones entre las clases sociales y entre países ricos y países pobres.

No es ningún secreto para nadie que construimos nuestro mundo interior a partir de lo que vivimos. Amamos lo que nos ha dado felicidad y odiamos lo que nos ha hecho sufrir. Admiramos lo que miramos y miramos lo que la vida o las circunstancias nos ponen delante de los ojos. Somos fruto de nuestro tiempo y de nuestro entorno. Nuestra conducta es más emocional que racional. Todo eso lo saben bien quienes manipulan el pensamiento colectivo, la opinión pública, la conducta ciudadana. Nos muestran continuamente lo que quieren que miremos y admiremos. Ahí está la base del hacer publicitario, por poner un ejemplo. Y en esa trampa, en esa espesa red cae la mayor parte de la población.

Por todo lo dicho se entiende y no extraña que la comisión encargada de organizar las Fiestas de la Merced en Barcelona haya elegido como pregonero a un prestigioso representante de la cocina catalana de alto rango. Un hombre que se ha hecho famoso deleitando los paladares de los gurmets adinerados. Cabe pensar que se trata de un recurso metodológico cuyo fin es acrecentar la admiración que los pobres sienten hacia los ricos, algo muy conveniente en un momento en que estos más estrujan a la clase trabajadora.

Ganarse el corazón de los apaleados, hacer que admiren a las clases pudientes para que en el momento de votar elijan a sus representantes como gobernantes de esta pobre nación que con su codicia destrozan día a día, puede ser un recurso publicitario. Pero hacer eso cuando cada día hay un número mayor de personas que tienen que acudir a la ayuda social para subsistir es una burla, un puro escarnio, un gesto de desvergüenza tan grande que él solo basta para mostrar qué clase de gente es la que gobierna y la que a ella se arrima. 

La desvergüenza de quienes gobiernan va siendo ya algo habitual en el panorama político actual. Siempre lo fue, pero nunca como ahora, porque cuando la pobre gente no tenía acceso a más información que la de los medios oficiales, el abuso y la mentira eran los mismos pero al ser menos evidentes, la desvergüenza era menor. Pero hoy día es de tal dimensión que resulta ofensiva en grado sumo.

Pensamos que el Código Penal debiera contemplar la desvergüenza de los personajes públicos como figura delictiva, del mismo modo que hace con lo que denomina “apología del terrorismo”. Debiera ser así porque la desvergüenza de los gobernantes en el mundo actual produce más sufrimiento y más muertes que todos los actos terroristas juntos que se puedan dar. Si quienes gobiernan tuviesen que rendir cuentas de la desfachatez con que niegan lo evidente ante sus electores, la política sería otra y en el mundo habría mucha menos miseria.

Ojalá la indignación alcance a todo el pueblo y nos lleve a exigir honestidad en nuestro entorno político y seamos capaces de admirar valores distintos de los que con sus tácticas subliminales nos infunden esos desalmados que gobiernan. Entonces sí que el capitalismo será seriamente cuestionado y cabrá la posibilidad de un mundo más humano. Pero entretanto eso no ocurra, mientras el cinismo no sea fuertemente contestado por todo el pueblo en peso, los que gobiernan seguirán exhibiendo su idolatrada riqueza y en el mundo seguirán habiendo mayorías adoradoras de esos tesoros que nos hunden en la miseria.


PUBLICADO EN: http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/69579-la-apolog%C3%ADa-del-lujo-y-la-poca-verg%C3%BCenza-de-los-manipuladores-de-masas.html 


Y TAMBIÉN EN: http://ecupres.wordpress.com/2013/09/30/apologia-del-lujo-y-poca-verguenza-de-los-manipuladores-de-masas/


domingo, 22 de septiembre de 2013

Blancos y negros, moros y cristianos, catalanes y castellanos...


No es mejor un negro que un blanco ni es mejor un pobre que un rico. Sabemos bien que tanto el uno como el otro puede ser un mal nacido.

Creer que un catalán es mejor que un castellano es tan imbécil como creer que un castellano es mejor que un catalán. La vida nos muestra bien claro que un catalán puede ser tan borde como cualquier español. ¿Hay alguien que aún no se haya dado cuenta?

No es una cuestión de origen, aunque también, sino de manera de ser. Pero, ¿de qué depende la forma de ser?

Somos lo que la vida nos ha dado: la naturaleza con que hemos nacido más el entorno en que hemos crecido. Una multiplicidad de elementos se combina a lo largo de nuestra vida y hacen que cada ser sea como es.

La naturaleza es la naturaleza, y ahí poco podemos hacer. Donde sí podemos actuar es en el entorno. ¿Cómo queremos que sean nuestros hijos? ¿Cómo queremos que sea nuestro pueblo el día de mañana? ¿Qué podemos hacer para ir teniendo un mundo cada vez más humano? Estas son las grandes preguntas que debemos hacernos, y no sólo con qué lengua tenemos que hablar.

Vivimos tan bien como podemos sin tener en cuenta nada que no sea el presente. Somos irresponsables a más no poder. Casi nadie piensa a dónde nos lleva lo que estamos haciendo, el modo cómo estamos viviendo, los recursos naturales que destruimos, los valores humanos que despreciamos, la sociedad que estamos construyendo. Nuestros hijos tendrán el mundo que les dejaremos, pero no lo pensamos. Sólo vivimos. Vivimos tan bien como podemos y nos sentimos orgullosos de lo que hacemos.

El orgullo, un orgullo irracional y estúpido nos embarga. Somos los mejores y merecemos estar entre los mejores.

¿Ah, sí? De acuerdo, pero, ¿quienes son los mejores? ¿Los que más contribuyen a destrozar la naturaleza? ¿Los que hacen armas cada vez más potentes? ¿Los que explotan otros pueblos y los someten por la fuerza cuando no se dejan explotar? ¿Los que viven del esfuerzo ajeno, de los de más abajo? ¿Acaso no sabemos nada de historia social?

Saber historia social sí que sabemos. O por lo menos podemos saber, porque escrita bien que lo está en todas las lenguas que tenemos al alcance, comenzado por el catalán. Pero, ¿en serio queremos saber?

Quizá lo que ocurre es que no queremos saber nada de lo que no nos conviene. Nada que nos pueda romper el sueño, que nos pueda hacer tambalear la fe. Esa fe ciega y estúpida que nos hace creer que somos los mejores, que estamos por encima de todo y de todos, del bien, del mal, y de los demás. Que nos basta con ser catalanes.

Y llegado este punto debo decir, con la mano en el corazón, que me siento orgulloso de ser catalán, de ser hijo de un pueblo que ha luchado contra los tiranos, que ha alzado la hoz cuando se ha sentido herido y ultrajado, que ha luchado y lucha por los derechos humanos, que ama la justicia y reivindica su derecho a ser una nación libre y responsable de su destino, no sometida a fascismos de ningún tipo, ni castellanos ni catalanes ni europeos ni americanos.

Debo decir que quiero ser parte de un pueblo que ponga los derechos humanos por encima de los privilegios de los ricos. Que no quiero estar gobernado por ningún político que nos someta a la tiranía de las clases sociales adineradas. Que no quiero tener ningún presidente que haga discursos en catalán justificando los recortes sociales de su gobierno.

Debo decir que quiero una patria catalana humana, construida sobre la justicia equitativa y el respeto por los derechos de las personas y de los pueblos.

Debo decir que la quiero así porque quiero ser parte de un pueblo digno y soberano. Y digo y dejo bien claro que quiero ser libre, que no quiero cambiar de amo, porque amo no quiero ninguno.

¡VIVA LA CATALUÑA DEL PUEBLO CATALÁN!

        ¡NO A LA CATALUÑA BURGUESA CAPITALISTA!

                ¡VIVA CATALUÑA LIBRE!

viernes, 20 de septiembre de 2013

La voz del pueblo y los intereses de las clases dirigentes


Un tiempo hubo en que los burgueses catalanes trataban de engañar al pueblo con frases como: " Si va bien el amo irán bien los trabajadores". Esto que hoy el rumbo de la economía a nivel mundial deja muy claro que es una falacia, hay mucha gente que todavía se lo cree. Son todas aquellas almas cándidas que esperan la recuperación económica que el gobierno les promete. Si sube la bolsa, si se estabiliza la economía, volverá a haber trabajo para todos y todo volverá a ser como antes. ¡Santa inocencia! Nada volverá a ser como antes, porque la codicia no tiene límites y cuanto más se tiene más se quiere.

La crisis económica actual es una prueba de fuerza a la que nos someten las grandes corporaciones financieras. Irán tan lejos como podrán, hasta donde los dejemos llegar y una vez alcanzado su nuevo techo de dominio no darán un solo paso atrás. ¿Por qué iban a hacer tal cosa? Si pueden ganar diez, ¿por qué han de conformarse a ganar uno? No encaja dentro de la lógica del capitalismo dejar de ganar todo lo que se pueda. Este es su único norte. Otro no tienen. Luego, ¿qué esperamos, un milagro?

Hoy el pueblo catalán alza la voz clamando independencia. Es un clamor viejo ya el suyo, pero cada vez más fuerte y decidido. El pueblo catalán está harto de ser vejado por los gobiernos españoles, de ser ignorado y de llevar a cuestas una economía malversada al servicio de los más ricos. Consciente de que esto no cambiará mientras estemos bajo el dominio de la corona española, queremos deshacernos de ella, queremos ser libres.

Pero no todo catalán quiere salir de este dominio por más que lo diga y nos lo quiera hacer creer, pues una parte de las clases dirigentes sacan provecho de esa economía de explotación. Una buena parte de la burguesía catalana que siempre ha vivido de explotar la clase trabajadora no tiene más patria que sus propios intereses. Ha pactado en todo tiempo con los invasores; ha vendido a su propio pueblo; ha renunciado a su lengua y ha apoyado a nuestros enemigos a cambio de beneficios.

Hoy, al igual que hacía años atrás cuando nos decía aquello de "si va bien el dueño irán bien los trabajadores", esta burguesía enemiga del pueblo catalán repite como un loro que debemos procurar no salir del euro. Que fuera de la UE no tenemos ninguna posibilidad de subsistencia. Que si somos parte de esta Europa rica (Premio Nobel de la Paz, tal como lo es el gran Barak Obama) seremos todos ricos y, según dice el refrán catalán, ataremos los perros con longanizas. Ellos lo dicen y la mayor parte de la gente se lo cree.

Cabe preguntarse por qué la gente se cree una mentira tan evidente en un momento en que los mayores males no nos vienen de Madrid sino de la UE. En un momento en que Bruselas da órdenes a los gobiernos de desarmar la sociedad del bienestar; de reducir los sueldos de los trabajadores; de reducir también los servicios públicos de sanidad y de enseñanza para privatizarlos y dárselos a los ricos; de tapar con dinero público los agujeros que las entidades bancarias han hecho en sus cuentas mediante operaciones claramente fraudulentas... ¿Qué hay de bueno en todo esto para el pueblo? ¿Quién puede creer que algo de todo esto nos conviene?

La política económica de la UE es buena, sin duda alguna, para las clases altas y para los que las representan, pero no para la clase trabajadora. Para nosotros, la gente del pueblo que hemos vivido y vivimos de nuestro trabajo, esa política dictada por el lobby de banqueros que gobiernan toda la zona euro es una ruina, pura esclavitud.

Un estado propio independiente de España, sí, sin duda alguna. Un estado europeo, evidentemente, puesto que Cataluña está en Europa, no en África. Pero ¡cuidado!, que europeo no significa miembro de la UE ni estar sujetos a su política monetaria.

Llevemos cuidado con quien nos guía y hacia dónde nos lleva, no fuese a ser que huyendo del fuego cayésemos en las brasas.

En nuestro himno patrio, “Els segadors”, cantamos: ¡Ahora es hora, segadores! ¡Ahora es hora de estar alerta!

Tengámoslo en cuenta.

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/68929-la-veu-del-poble-i-els-interessos-de-les-classes-dirigents.html 


jueves, 12 de septiembre de 2013

La Vía Catalana por la Independencia, un camino hacia la Libertad


Hemos celebrado el Gran Día de la Patria Catalana. Hemos enarbolado nuestra vieja bandera de cuatro franjas rojas sobre fondo gualda a la cual hoy añadimos una estrella en demanda del estado propio que reclamamos como nación que somos.

Hemos dejado bien claro que no queremos ser parte de ese Estado Español que nos gobierna a su antojo, que nos somete y humilla y nos trata como botín de guerra desde que en 1714 los ejércitos de la corona española nos derrotaron en lucha desigual. Que queremos un estado propio que nos dé el lugar que nos corresponde en el concierto de las naciones, con pleno reconocimiento de nuestra lengua catalana, máxima representación de nuestra identidad nacional.

Todo eso ha quedado claro. Pero ¿es eso todo lo que queremos? ¿No queremos ser un pueblo totalmente libre, digno, gobernado con justicia y sentido de la responsabilidad? ¿No queremos librarnos también de toda esa pandilla de hipócritas que nos engañan vilmente gritando INDEPENDENCIA mientras nos recortan derechos básicos y nos roban patrimonio público? ¿Queremos seguir teniendo esa especie de “democracia” de salón que manejan unos cuantos para beneficio propio mientras nos asfixian económicamente cada día más? ¿Queremos seguir siendo parte de esa Unión Europea que no es sino un lobby de banqueros, por no decir buitres, que no aspiran sino a dejarnos en los huesos? ¿Acaso pensamos que siendo independientes de España ya nos habremos quitado de encima a toda esa cuadrilla de explotadores profesionales?

Hemos proclamado nuestra existencia como nación, pero no como pueblo. ¡Santa inocencia! ¡Poco bien que les va eso del patriotismo a los demagogos que nos gobiernan y a quienes a su lado obtienen beneficios!

A luchar por la patria siempre enviaron al pueblo. A trabajar por el bien común, también. Soportar y sufrir calladamente toda clase de sacrificios, también siempre le toco al pueblo. A ellos lo que les toco siempre fue sacar tajada de todo ese sufrimiento.

Nadie piense que somos contrarios al sentimiento patrio. De lo que estamos totalmente en contra es de la manipulación que de él se hace. Es por eso que opinamos que no debemos hablar de la patria catalana sin hablar a un tiempo del pueblo catalán.

El pueblo catalán es mucho más que una farándula de fiesta mayor. Mucho más que un club de fútbol, que un puñado de glorias deportivas, de famosos mediáticos, de celebridades sociales, de todo eso que los vivos de turno ponen ante nuestros ojos para encandilarnos. Somos un conjunto de seres humanos con sentido de la responsabilidad y con dignidad. Con una dignidad que cada día pisotean más los políticos profesionales, atentos sin ninguna clase de escrúpulos a velar por los intereses de los ricos, de los poderosos, de los que imponen su ley en Cataluña, en España, en Europa y en el mundo, que son quienes les pagan el sueldo. 

Que debemos recuperar la libertad que España nos arrebató por la fuerza de las armas hace tres siglos es incuestionable. Pero debemos recordar en todo momento que ningún pueblo es libre mientras acepte que alguien lo esclavice. Tan solo poniendo la dignidad en el primer plano de nuestras reivindicaciones podremos caminar hacia la libertad.

No es la codicia lo que nos hará libres. No es el egoísmo, el afán de vivir cada día mejor a despecho de de quien sea y de lo que sea, incluso de que otros tengan para ello que vivir peor. No, eso nunca nos llevará a ser un pueblo libre. Eso nos hará ir cada vez peor, nos llevará a caminar de la mano de los estafadores, de los ladrones, de los que se hacen ricos empobreciendo a los demás. Estafadores y ladrones que seguiremos teniendo en nuestra propia patria, como ya los tenemos ahora. Estafadores y ladrones que nos traicionarán y venderán a los poderes internacionales al igual que nos han vendido al poder de España.

La sabiduría nos dice que cada cosa tiene un lugar y un momento bajo el sol. El 11 de setiembre es el Gran Día de la Patria Catalana, el día y la hora de reivindicar nuestra soberanía, nuestra independencia, y no es prudente mezclar ahí nada que pueda debilitar esa lucha, esa reivindicación. Pero no por ello el pueblo catalán debe perder su Norte. No debemos abandonar nuestra ruta. No debemos seguirles el juego a los traidores, caer en sus trampas, hacernos cómplices suyos. Juntos sin fisuras ni divisiones internas, sí; pero teniendo muy presente qué queremos nosotros en tanto que pueblo y qué quieren ellos en tanto que élite social.

Ahora hemos enarbolado banderas estrelladas, como debía ser. Pero día y hora ha de haber para blandir también la hoz, según cantamos en nuestro himno patrio “Els segadors” (“Los segadores”). No para degollar a nadie sino para dejar bien claro que no somos un atajo de bobos meciendo un sueño romántico sino un pueblo con plena conciencia y dignidad, dispuesto a luchar por sus derechos y a valerse de cuanto tenga a su alcance contra quienquiera que intente humillarlo y explotarlo, sea quien sea y de la nacionalidad que sea.

Puede verse la versión en lengua catalana en:
http://pepcastelloenllenguapropia.blogspot.com.es/2013/09/la-via-de-la-independencia-un-cami-cap.html

sábado, 7 de septiembre de 2013

En torno al presente 11 de setiembre

A quienes dentro y fuera de Catalunya se manifiestan en pro o en contra de la reivindicación de independencia del pueblo catalán. 


Se acerca el 11 de setiembre, día de reivindicación patria para quienes nos sentimos pueblo catalán invadido y oprimido por los sucesivos gobiernos de España. No toda persona nacida en Catalunya, sea cual sea su antecedente familiar, comparte dicho sentimiento sino tan solo quienes con conocimiento de la historia y hondo sentido de la libertad consideran que ningún pueblo tiene derecho a someter a otro, que los pueblos, al igual que los seres humanos que los forman, tienen el natural derecho de ser libres, de gobernarse por sí mismos, y que toda violencia que conculque ese derecho es un crimen detestable.

Quienes tenemos ya alguna edad y padecimos en nuestra niñez y juventud el autoritarismo de la dictadura de Franco y sus colaboradores sabemos lo que esa fecha acarreaba. Se extremaba la vigilancia policial a fin de que no hubiese ninguna manifestación pública, colectiva ni individual, de amor a la patria catalana y se penaba con detenciones y severos castigos la desobediencia de esa norma, cuyo único fin era, según decían fuentes oficiales, preservar la unidad de España. Pero lo que en realidad se pretendía era borrar de la memoria del pueblo el hecho histórico ocurrido en igual fecha del año 1714, cuando tras ser derribadas a cañonazos las murallas de Barcelona, las tropas de la corona española ocuparon la ciudad. De entonces acá, Catalunya entera sería botín de guerra de la España triunfante. Las leyes españolas regirían en todo el territorio catalán. Prohibida la lengua catalana en todo documento escrito, la lengua de Castilla sería la única válida. El pueblo catalán dejaría de ser tal y pasaría a ser pueblo español, siendo Catalunya una región de España.

Tamaño genocidio ha sido norma y guía para todos los gobiernos que de entonces acá ha tenido el reino de España y tomó dimensiones extremas a partir de 1939 durante la criminal dictadura de Franco. En ese tiempo se acrecentó la persecución de la lengua catalana prohibiéndose su enseñanza en la escuela y su uso en actos públicos, incluidos los religiosos.

El dinamismo económico del pueblo catalán y los intereses que de él dimanan fueron y siguen siendo objeto de atracción y codicia de quienes ponen su propio bienestar por encima de cualquier otra consideración. No es extraño, pues, que con desprecio de la identidad catalana, atentas solo a su propio bien, esas gentes se sumen al patriotismo hispano y de un modo más o menos activo, consciente o inconsciente, participen del genocidio cultural que a lo largo de esos tres siglos se viene perpetrando. 

Todo cuanto antecede viene a cuento con motivo de los muchos comentarios y tensiones que suscita la actual celebración del gran día de la patria catalana. Políticos de diversos partidos catalanes y españoles advierten del peligro que encierra la independencia de Catalunya. Izquierdistas y derechistas de diversos colores, partidarios todos ellos del pensamiento único, claman en pro de la unidad sin más, ya sea hispana o de clase. Partidos catalanes que nunca habían sido independentistas se suben ahora al carro de la independencia. Un auténtico puzzle de difícil resolución para quienes de buena fe pero con poco sentido crítico escuchan ese alud de falacias que escudándose en nobles principios no hace sino atender a los sentimientos e intereses personales de quienes lo generan.

En opinión de quien esto escribe, legitimar las victorias guerreras de 1714 o de 1939 es apostar por la violencia como norma de relación social. Podrá decirse que así es como se han configurado siempre todos los estados, que el ser humano es bélico por naturaleza. ¡Cierto! Pero también es cierto que somos seres reflexivos, lo cual nos da la posibilidad de superar la bestialidad y buscar formas de convivencia por las sendas del diálogo.

Lo que hoy hacemos los catalanes es buscar vías de diálogo que nos restituyan la dignidad arrebatada. Quien crea que la libertad es un derecho natural de todo ser humano entenderá que lo es también de todo pueblo. Nadie, persona o pueblo, tiene derecho a someter a otro. Nadie con un mínimo sentido de la dignidad se rinde dócilmente ante la fuerza bruta.

A quienes al son de la internacional obrera arremeten contra la reivindicación catalana de independencia, cabe señalarles que la gran patria de los oprimidos es el mundo entero, con toda su diversidad de lenguas, culturas y etnias. Que no son las divisiones administrativas lo que separa a los seres humanos sino las de clase. Que la revolución no es uniformidad impuesta sino respeto y libertad de personas y pueblos.

A quienes apuestan por la independencia patria sin tomar en cuenta los condicionantes sociales en que ésta se base, cabe advertirles que de la mano de quienes viven de la injusticia nunca se alcanzó la justicia. La literatura está llena de ejemplares pactos con el diablo, los cuales debieran servirnos para reflexionar.

En cuanto a los políticos oportunistas que manipulan las reivindicaciones patrias y las utilizan en beneficio propio, queremos decirles clara y llanamente que poco respeto nos merecen. Paladines de banqueros y ricachones los más de ellos, no son sino enemigos del pueblo, seres despreciables, instrumentos del poder opresor al cual en nombre de la humanidad tenemos el deber moral de repudiar y combatir.

El pueblo catalán, de larga historia, es un pueblo con tanta dignidad como el que más. Que avatares históricos nos hayan traído a la situación actual no significa que debamos aceptarla dócilmente renunciando a nuestros naturales derechos. No queremos ser esclavos ni siervos de nadie. Queremos ser un pueblo libre e independiente, en el cual forjar una sociedad justa, solidaria y amante de la paz.

¡Viva Catalunya libre! ¡Viva el pueblo catalán!