sábado, 8 de junio de 2013

De la protesta a la revolución


El esclavo que protesta es incómodo, pero no es peligroso. Los amos saben bien cómo manejar esas protestas.

Buen esclavo es aquel al que, a fuerza de palos, se le han quitado las ganas de alzarse en rebeldía. ¡Eso lo tienen muy claro quienes viven de someter a los demás!

Mejor esclavo es el que a fin de no recibir mayor castigo se humilla y lame la bota del represor que lo apalea. Ese ya es digno de ser considerado aceptable, de ser tenido en cuenta.

Todavía mejor es aquel que con el fin de medrar se pone de parte del amo y delata a los demás esclavos, lo cual permite a los represores aplicar el merecido castigo a quienes no cumplen debidamente con las tareas que les han sido impuestas. Ese es ya un esclavo que merece el calificativo de excelente, un esclavo digno de ser apreciado por su amo.

Pero por encima del excelente está aquel que, no contento con delatar, se suma al represor y ayuda a este a apalear a los esclavos merecedores de castigo. Ese es ya un esclavo insuperable, un esclavo que se identifica con el amo de tal modo que no merece sino cálidos elogios por parte de su opresor.

Lejos de esa dinámica marcadamente violenta esta el esclavo que logra centrar su pensamiento en el aquí y ahora, bien sea para garantizar su subsistencia o bien para zafarse del sufrimiento que le acarrea su condición de esclavo. Es el caso del que ha aprendido a distraer sus penas con los recursos que los amos ponen a su disposición, tales como juguetes informáticos, vehículos de propulsión a motor, espectáculos televisados y en directo a veces, viajes de vacaciones, cruceros...

Digno de especial mención es el esclavo que comparte totalmente y sin ningún género de duda la ideología del opresor, negándose a cuestionarla y aun tratando de necios o blasfemos a quienes lo hacen. Aquel que cree que lo mejor que puede hacer en beneficio propio es ayudar a su amo a ser cada día más rico, más poderoso, más ambicioso, más represor... El que educa a sus hijos en la sumisión, les muestra las ventajas de ser parte del sistema y aleja de su mente desde la tierna infancia todo vestigio de discrepancia con el poder, todo atisbo de disidencia.

También aquel que alienta sus esperanzas en las falsas noticias que se le repiten machaconamente por medios debidamente controlados. Medios que anuncian los recortes de servicios como si se tratase de la previsión atmosférica, algo que nos viene sin que nadie lo quiera y sin que se pueda hacer nada para evitarlo. Aquel que no sabe ver la araña que día tras día teje la red que le atrapa mental y emocionalmente, para luego atraparlo incluso físicamente.

Ese individuo que en mayor o menor grado estamos definiendo como buen esclavo es quien con su necia conducta garantiza la continuidad del sistema que lo oprime. Es quien hace que en el mundo siga imperando la injusticia, la barbarie, el crimen, el mal en todas sus variantes y facetas. Es quien, aun protestando, impide con su conducta cotidiana todo atisbo de revolución. La impide porque en lo más hondo de su corazón no la quiere. Lo que en realidad quiere ese necio esclavo es lo mismo que tenía antes de que sus amos le apretasen la soga que siempre llevó atada al cuello, la cual a modo de ronzal le hace ir hacia donde ellos quieren.

Ese estúpido buen esclavo, que no quiere cambio alguno sino más de lo mismo, es el mayor enemigo de todos los demás esclavos. Es el mayor enemigo de la humanidad entera. Es el mayor enemigo de sí mismo porque, sin siquiera darse cuenta, es él quien con su mansa aceptación decide seguir sometido al sistema que lo oprime.

La fuerza del sistema radica en la aceptación de su ideología esclavizante por parte de toda la sociedad. De ahí que si de verdad deseamos liberarnos, lo primero que debamos hacer sea cuestionar nuestra propia forma de vivir y de pensar. Cualquier acción que no pase por el análisis de la propia conducta podrá ser más o menos subversiva, pero no será verdaderamente revolucionaria, con lo cual servirá para poner al frente de la sociedad a nuevos codiciosos que a la larga van a hacer lo mismo que sus antecesores.

La protesta es necesaria. Sin ella no hay revolución posible. Pero la verdadera revolución empieza dentro de sí, de la propia mente, pensamiento y corazón. Si no arranca de ahí, no llega a parte alguna.


KAOSENLARED.NET  8/6/2013
http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/59598-de-la-protesta-a-la-revoluci%C3%B3n.html


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