jueves, 18 de abril de 2013

Las reformas de Francisco



En una noticia fechada el pasado día 13 que nos llega por el portal MontevideoCOMM [1] leemos que el papa Francisco emprende ya la reforma de la Iglesia. Para ello ha nombrado un grupo de ocho cardenales a fin de que lo asesoren en esa tarea presumiblemente ardua.

Entre los nombrados figura el hondureño Oscar Andrés Rodríguez Madariaga, quien siendo arzobispo de Tegucigalpa en junio de 2009, tras el golpe militar que depuso al presidente Manuel Zelaya dio públicamente por legítimo al gobierno impuesto por los golpistas.

Para quienes vienen haciendo proclamas de esperanza en la gestión del papa Francisco, el nombramiento del cardenal Rodríguez Madariaga debiera ser una invitación a reflexionar. Porque veamos: ¿qué cabe esperar de quien tan descaradamente se puso del lado de los golpistas, sobre todo después de qué la jerarquía católica premiase acto seguido su conducta nombrándolo doctor honoris causa en la Universidad Católica de París? [2]

No parece razonable pensar que una tal persona va a colaborar a tomar decisiones en contra de las tradicionales tiranías y en favor de una mayor justicia social. Las tiranías han sido desde el siglo IV hasta hoy día el sostén económico y social de esa Iglesia Católica Romana que por voluntad de los emperadores Constantino y Teodosio fue estructurada a imagen y semejanza del Imperio. El Reino de Dios anunciado por Jesús, implantado por decreto y abriéndose paso por el mundo al amparo del poder militar y económico. ¿Cabe más perversa tergiversación del mensaje de la Buena Nueva?

Pero no vamos a detenernos a considerar tan lejanos tiempos, dado que estamos opinando sobre la gestión que cabe esperar de la máxima autoridad eclesiástica en el presente. Quienes tenemos alguna edad sabemos, por haberlo vivido, cual fue el papel que tanto en América Latina como en Europa jugó la Iglesia Católica Romana al lado de los regímenes autoritarios que cercenaron derechos civiles acordes con los derechos humanos. Sabemos cómo consintieron cuando no dieron soporte a los horrendos crímenes que esas dictaduras perpetraron a fin de asegurar órdenes sociales y jurídicos beneficiosos a las oligarquías que financian los costos de tan magna organización y garantizan la continuidad de su poder terrenal.

Teniendo en cuenta el poco asco que tanto el cardenal Rodríguez Madariaga como el mismo Bergoglio antes de ser nombrado papa Francisco han dado muestras de sentir por los militares golpistas y los poderosos oligarcas, parece razonable esperar que las reformas que va a acometer este tan vitoreado papa argentino se limiten a desmantelar cuando de ignominioso tiene en su interior esa sacrosanta institución de cara al público, con el fin de reparar en un tiempo no demasiado lejano su imagen, la cual últimamente ya no podía estar más desprestigiada. Muestras de haber iniciado ese camino ya las ha dado en lo tocante a vestimenta, lugar de residencia y ceremonial religioso de Semana Santa.

Contrariamente a lo manifestado por algunas bienintencionadas personas, opinamos que esas acciones no pasan de ser meros efectos de cara a la galería. La elección del cardenal Rodríguez Madariaga no hace sino dar soporte a nuestras sospechas. Mal presagio para quienes anhelan ver a la Iglesia Católica Romana metida de lleno en el camino del evangelio. Quien dio por buena una dictadura militar represora y enemiga de quienes se esforzaban en lograr un mayor nivel de justicia en su país, guardando luego silencio ante los crímenes perpetrados por los golpistas, difícilmente va a denunciar ahora a quienes llenan el mundo de desolación y miseria.

Con pesar manifestamos que lo expuesto nos mueve a no esperar nada del tan aclamado papa Francisco. Quien al comienzo de su andadura elige para compañero de viaje a alguien posicionado a favor del poder que emana de la violencia no despierta esperanzas de que quiera ir en busca de un camino distinto del que siempre siguió. Máxime cuando él mismo adoptó en su pasado eclesiástico esa deplorable actitud de connivencia con los criminales represores.

Ojalá nos equivoquemos por completo y se produzca un milagro. Pensamos que una Iglesia Católica Romana profética, portadora de la Buena Nueva evangélica en palabras y en hechos, podría contribuir en gran manera a erradicar la impiedad y la injusticia que imperan en nuestro mundo. Lo pensamos y en lo hondo de nuestra alma lo deseamos. Pero a fuer de sinceros debemos decir que nada vemos que nos invite a esperarlo.


[1] Montevideo COMM
http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_197728_1.html

[2]  ECUPRES - (27/10/2009)
http://www.ecupres.com.ar/noticias.asp?Articulos_Id=4084