martes, 31 de diciembre de 2013

Entre el deseo y la esperanza


Diciembre boreal.
¡Lejos quedó el verano!
El melancólico otoño golpea ya la puerta del invierno,
tiempo de oscuridad y de silencio,
en el que duerme la savia de la vida
esperando brotar en primavera,
en el marzo guerrero,
en el abril lluvioso de dragones raptores de doncellas,
de legendarios caballeros y rojas rosas
cual la sangre que corre por las venas
y en ellas hierve
y aflora en el radiante mayo
en las calles y plazas
con un clamor de pueblo,
un estruendo de quejas
y reclamos,
indignación profunda
que despierta
tras un largo letargo de inhumana anestesia.


Enero.
Bajo la niebla
el hielo adorna
con cristalinas cenefas
las ramas de los árboles
en el silencio de unos campos que esperan
con labriega paciencia
la nieve que los cubra,
la lluvia que les moje las entrañas
y las devenga fértiles.
Sobre los hielos
en mitad de esos campos
unos pájaros negros
arrebozados en sus plumas
aguardan
sobrevivir en esta dura prueba
a que la madre natura los convoca,
de madurez y resistencia
y voluntad firme
de alcanzar
la todavía lejana primavera.
Solo el firme afán
y el vivo anhelo
les darán la victoria.


Cubierto ya de invierno
sigue febrero
con su manto de nieve
bajo un sol que se le asoma
con discreta prudencia.
A su queda llamada
florecen los almendros
temerarios,
dispuestos a afrontar
los últimos envites
de ese invierno tenaz
cuya derrota cantan ya
esos pájaros negros,
profetas pregoneros de esperanza.
No se rindió la vida,
solo hizo una tregua.


Tras el cristal de mi ventana observo
con mi mirada vieja
como cae la lluvia
que repica con fuerza
sobre asfaltos y losas y tejados
y murmura
en la labrada tierra blanda
de los sembrados
y escucho
en lo hondo de mi alma
cargada de deseo
su gorjeo de promesas
de abundantes graneros
que nutrirán generaciones venideras,
un nuevo mundo
de gentes jóvenes
y esperanzas nuevas.


Pep Castelló
Diciembre 2013

sábado, 28 de diciembre de 2013

La Navidad del pobre y la del rico

¿Qué nos mueve a celebrar la Navidad del modo que lo hacemos? 


La Navidad que nuestra civilización cristiana viene celebrando a lo largo de los siglos es el triunfo del malabarismo mental sobre la natural alegría que mana del renacer de la vida. Es el triunfo de la maldad sobre la bondad; de la perversión sobre la inocencia; de la soberbia sobre la humildad; de la prepotencia, la ostentación y el lujo sobre la sencillez. Es un escarnio, un desprecio total de la propia alegoría navideña.

Cuando en el siglo IV el emperador Constantino convocó y presidió el concilio de Nicea, sabía bien el fin que perseguía: poner de parte del Imperio a quienes profesaban la fe cristiana. Tuvo para ello que contar con la complicidad de los líderes religiosos que anteponían lo divino a lo humano, una supuesta vida en el cielo antes que una certera vida en la tierra, el culto a la majestad de un Dios todopoderoso antes que la fraternidad humana.

La concepción de la doctrina cristiana que a partir de entonces se impuso acabó con la esencia del mensaje de Jesús de Nazaret que transmiten los evangelios, con las lecciones de humanidad que nos transmite ese arquetipo que invita a convivir haciendo honor a la verdad y a la justicia a fin de que la paz y la felicidad reinen en la tierra. El poder se enseñoreó desde entonces del entorno llamado cristiano y el mal llamado Reino de Dios se impuso a filo de espada en el mundo conocido y en el que los imperios fueron conquistando.

No obstante, algo del primigenio mensaje conservó el cristianismo, pues que siguió predicando humildad y mansedumbre, paz y bondad, bases necesarias para la convivencia, sin duda alguna. Pero a poco que se mire con sentido crítico se verá que esa prédica responde plenamente a la astucia interesada de los líderes político-religiosos que se sucedieron a partir de aquella imperial reforma, pues sabían bien que para tener sujeto al sometido es necesaria la mansa colaboración del mismo.

No hace falta profesar creencias religiosas para entender las alegorías que las religiones ofrecen a nuestro intelecto. Pasó ya aquel tiempo en que la ingenuidad y la incultura hacían que diésemos por cierto cuanto narran. Hoy sabemos bien que no es lo que dicen sino lo que nos quieren dar a entender. Más allá de las creencias y los preceptos, su valor está en la invitación que nos hacen a reflexionar. La universalidad de sus metáforas queda clara en la actualidad de sus mensajes. Entre ellos, el de la Navidad que estos días celebramos.

A poco que nos paremos a pensar veremos el contrasentido que encierra celebrar con ostentación y despilfarro esa imagen de sencillez que comporta el nacimiento en condiciones de pobreza extrema de quien según la tradición fue muestra de humildad, de renuncia a las glorias y al poder de este mundo para animarnos a descubrir y gozar la alegría de la fraternidad, del amor al prójimo, del amor a la verdad, de la lucha por la justicia, por la igualdad de todos los seres humanos, por la libertad de las almas y conciencias frente a las imposiciones dominantes. 

¿Qué nos mueve a celebrar la Navidad del modo que lo hacemos? Si en el siglo IV fue el poder del Imperio quien fagocitó el cristianismo, luego ha sido el capitalismo. El consumismo desaforado ha convertido el acto de comprar en supremo motivo de alegría. Ya no es el afán de poseer sino la simple acción de comprar, de tener algo nuevo que mostrar o con lo que entretenernos. Un afán necio, una ilusión falaz que somete la felicidad al poder adquisitivo, lo cual nos deshumaniza y condiciona todo nuestro modo de vivir.

Para nada escucha nuestra civilización cristiana el mensaje de la Navidad sencilla, modesta en lo material pero rica en sentimientos de humanidad. El mensaje que prevalece en todo el orbe cristiano en estas fechas navideñas es el de los ricos. ¡Comprad! ¡Comprad, malditos! ¡Comprad y codiciad y llenad vuestras vidas de amor a lo material, a lo superfluo!

A veinte siglos largos del mensaje navideño, el mundo científico nos anuncia que el planeta Tierra no soporta ya más este dislate consumista que agota a velocidad de vértigo los recursos naturales. Hoy las entrañas de nuestra casa común rugen por el expolio a que se las somete. No es sensato seguir consumiendo del modo que lo hacemos. No es sensato seguir condicionando la felicidad al poder adquisitivo. No lo es desde una perspectiva ecológica ni lo es desde una perspectiva filantrópica.

Hoy más que nunca tenemos motivos para ver la alegoría navideña con ojos proféticos. Para buscar la felicidad donde vaya de la mano con la igualdad, con la solidaridad, con una libertad total, respetuosa con la del prójimo, compartida con la humanidad entera. Con creencias religiosas o sin ellas, el mensaje humano que la Navidad conlleva debiera servirnos para reflexionar sobre lo que hay de valor y lo que hay de espurio en nuestro modo de vivir, tanto en el orden personal como en el social como en nuestra relación con lo político.

Hagamos, pues, un alto en el camino. Apaguemos el televisor. Parémonos a pensar, a reflexionar y preparémonos para emprender un nuevo giro alrededor del Sol con la mente clara, limpia de polución capitalista y llena de ideales de profunda humanidad. Libertad, fraternidad e igualdad, de hoy en más en nuestro corazón y pensamiento para nuestro propio hacer, para la gente que nos rodea y para el mundo entero. /PC

http://www.kaosenlared.net/america-latina/al/bolivia/item/77076-la-navidad-del-pobre-y-la-del-rico.html 

sábado, 21 de diciembre de 2013

Navidad en tiempo de guerra

Ni paz ni tregua navideña sino guerra sin cuartel en todo el planeta Tierra es lo que el mundo rico le ofrece al pobre en esta Navidad que ahora celebra la civilización que se autodenomina cristiana.


No doblan las campanas anunciando el recomienzo de la vida y la simbólica celebración que de él hace la civilización cristiana. No resuenan en la bóveda celeste cantos de gloria entonados por angelicales criaturas. No hay paz en la tierra para los hombres de buena voluntad sino sufrimiento y miseria, una miseria decretada por los ricos epulones que mandan redoblar cada vez con más fuerza los tambores de la guerra. Una guerra cruel como todas las que la bestia humana ha desencadenado siempre para satisfacer su codicia y su soberbia. Una guerra que diezma poblaciones y arrasa tierras dejándolas estériles y desiertas. Una guerra que ahora nos alcanza.

En su ambición desmesurada se disputan los ricos hasta el más insignificante rincón de la superficie de la tierra. Todo les vale, a sí sean desiertos o glaciales o helados mares, pues todo es susceptible de negocio en esa loca confusión que han hecho entre el valor y el precio. Todo puede ser convertido en herramienta de poder sobre el adversario, otro grupo de necios competidores destructores de cuanto de humano tenemos en el alma y vertemos en la tierra. Locos todos ellos, cortan la rama de la que pendemos todos, incluso ellos. Cuando la rama caiga se acabará todo para todos.

El mundo rico ha decretado la guerra al mundo pobre de forma clara, sin ambages, sin sibilinas sutilidades. No le basta ya con ganar dinero a espuertas sino que quiere más. Quiere tener al pobre sometido, esclavo... Sabe bien que los pobres se durmieron en sus laureles y confundiéndose tomaron a los amos por amigos, por iguales... ¡Necios! El rico es rico porque roba a los pobres, no porque los ame y comparta con ellos sus riquezas.

Un complaciente bienestar nos indujo a pensar que ya no éramos pobres, que el mundo era nuestro por derecho natural y que ese derecho nos bastaba para andar descuidados por la vida. Descuidamos nuestro deber de asociarnos para defender cuanto teníamos. Fuimos tan estúpidos que dejamos nuestro futuro y el de nuestro pueblo en manos de los políticos profesionales. Ni de lejos nos pasó por la cabeza que los políticos podían venderse a los banqueros. ¡Bobos! Ahora estamos pagando todos esos descuidos.

Llegamos a creer que gozar de un confort semejante al de los ricos nos hacía ya ricos. ¡Borricos es lo que nos ha hecho ese espejismo! Hemos perdido la conciencia de clase. Hemos creído que ya no éramos obreros porque nuestro nivel de conocimientos nos permitía ocupar cargos medios y aun altos en las empresas de los ricos. Nunca nos paramos a pensar que por más cualificados que estuviésemos no éramos más que obreros. Obreros fácilmente sustituibles, que podíamos quedarnos sin trabajo, bien por despido o bien por cierre de la empresa o bien por lo que fuera. Nos olvidamos de que obrero es quien a cambio de un sueldo renuncia a la plusvalía de su trabajo y acepta que esta pase a manos privadas, que se la quede el amo y que haga con ella lo que le plazca.

Hoy la realidad nos invita a abrir los ojos. No es una invitación amable la suya sino preñada de violencia. Millones de desempleados, muchos de ellos sin perspectiva alguna de poder volver a trabajar en un mercado laboral donde cada día sobra más gente. Familias enteras sin vivienda, desahuciadas por la codicia de los bancos que con la complicidad de los gobiernos de turno les hicieron unos prestamos hipotecarios en condiciones de usura. Miseria para una gran parte de la población mientras las minorías insolidarias colaboran con los estafadores. Leyes cada día más injustas aplicadas por un poder judicial plenamente situado al lado de los políticos corruptos. La desvergüenza más escandalosa campa por sus anchas en el panorama político internacional sin que haya organismo capaz de ponerle freno. ¿Vamos a resignarnos? ¿Vamos a padecer todos esos atropellos sin ofrecer resistencia?

Solo hay una forma de pararle los pies a la fiera capitalista y esta pasa por organizarnos. Quienes están arriba tienen la fuerza; quienes estamos abajo hemos de tener la inteligencia, la solidaridad, el tesón y el coraje suficiente. Es hora de ponernos en pie, de organizarnos, de agruparnos, de unirnos con nuestros iguales, con quienes nos sintamos más identificados para plantarle cara a tanto criminal disfrazado de político. Nadie puede hacer nada en solitario. ¡Nadie! No hay más que dos opciones: unirnos y luchar o rendirnos y dejar que nos devoren. No hay más.

No es tiempo de inocentes villancicos esta Navidad 2013 sino de escuchar el clamor del pueblo desposeído y unirse a él. Es tiempo de abrir los ojos y llenarse el corazón con el espíritu rebelde de ese Jesús valeroso que los evangelios dicen que fue, arquetipo de luchador incansable, fiel a sus ideas hasta el mismísimo final. Ojalá que su espíritu impregne a todo el orbe cristiano, creyente y no creyente. Ojalá que nos llene el alma y nos una en un esfuerzo común contra la codicia, contra la injusticia, contra el crimen organizado, y nos dé el coraje necesario para poner en el primer plano de la vida la dignidad del ser humano. /PC

http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/76607-navidad-en-tiempo-de-guerra.html

http://ecupres.wordpress.com/2013/12/23/navidad-en-tiempo-de-guerra/

sábado, 14 de diciembre de 2013

Acallar las voces... silenciar la conciencia

Cuando los déspotas alcanzan  el poder, la injusticia queda garantizada. Así lo demuestran la “Ley Mordaza” española y las revueltas policiales argentinas.


Acallar las voces que denuncian injusticias es la razón de ser de esa “Ley Mordaza” que el gobierno de las derechas se ha sacado de la manga en España, como también lo es el origen de esa mafia policial argentina cuyas maniobras difunden estos días los medios informativos españoles tras pasarlas por el filtro de la desinformación.

No hay que ser adivino para ver en la reiterada difusión de esas noticias la intención de reforzar la idea fascista de que el pueblo se desmadra cuando no hay una mano dura que lo sujete. Para eso sirve promover revueltas y desorden ciudadano y a eso van encaminadas las acciones criminales de esas bandas que la mafia policial maneja a su antojo y conveniencia. Propagar el miedo para justificar la represión es lo que han hecho siempre los golpistas. Poner a las clases medias de su parte y lanzarlas contra las más pobres para así justificar leyes que promueven la desigualdad social es una medida criminal de gobierno a la que se adhieren todos los partidos políticos falsamente denominados de izquierdas.

Quienes gobiernan saben de la poderosa fuerza de las palabras cuando éstas transmiten ideas que laten en las mentes de quienes las escuchan. Saben que la injusticia mueve a la indignación y ésta a la rebelión cuando el pueblo toma conciencia del abuso a que se le somete. Saben que todo opresor necesita la colaboración del oprimido si quiere seguir adelante con la injusticia, porque a un pueblo que masivamente se rebela solo se le puede detener con un despliegue grande de violencia, algo que puede ser políticamente peligroso y aun ineficaz a la larga. De ahí que mientan continuamente y hagan cuanto esté a su alcance para silenciar toda denuncia que pueda contribuir a generar opiniones y sentimientos que no favorezcan sus intereses.

Acá el gobierno miente para justificar el robo que le está perpetrando al pueblo en favor de las clases privilegiadas. Miente el gobierno y miente esa oposición cómplice que dice una cosa cuando ejerce como tal y hace la contraria cuando está en el gobierno. Mienten los políticos, prevarican los jueces y entre unos y otros arman el necesario baluarte para defender sus intereses y los de quienes les financian. En la Argentina mienten los gobernantes que ocultan la verdadera relación que mantienen con la policía y achacan los disturbios a los pobres de las villas, cuando en realidad no son ellos sino las bandas mafiosas que esos policías manejan y activan a su conveniencia.

Cuando las protestas surgen de forma más o menos espontánea, los gobiernos se limitan a sacar a la calle las fuerzas antidisturbios. Pero cuando la protesta es organizada van a por quienes las lideran. Porque quienes gobiernan saben bien que por mucho descontento que manifieste el pueblo, las protestas quedarán en nada mientras no haya alguien con carisma que las lidere. Y a eso aplican todos los medios de que disponen, desde los judiciales hasta los físicamente violentos, tales como paramilitares y fuerzas armadas.

En un estado en manos del despotismo todo vestigio de democracia queda suprimido, ya sea por ley o de hecho. Las leyes se alejan del principio sagrado de la “regla de oro” para asemejarse a un embudo, ancho para unos y estrecho para otros. El crimen institucional campa por sus anchas. Los grandes estafadores gozan de impunidad y en caso de ser encausados son declarados inocentes o en último extremo son indultados. En tanto que sobre los pobres ladronzuelos recae con fuerza todo el peso de la ley.

No puede haber justicia en el mundo mientras no haya conciencia clara de cuanto se hace y de por qué se hace. Y no habrá conciencia mientras se silencien las voces que denuncian la injusticia. Los partidos de gobierno que se autodenominan de izquierdas debieran tener muy presente que esconder la verdad y silenciar las voces que protestan redunda a la larga en perjuicio suyo. Porque el pueblo aborrece la mentira y difícilmente perdona a quienes le engañan.

Las mentiras de los gobernantes falsamente proclamados de izquierdas son armas letales en manos de la derecha, porque ésta se valdrá de ellas para actuar contra el pueblo y someterlo. De ahí que más peligroso sea un traidor que cien enemigos.

Los gobernantes que con discursos de izquierdas, aun haciendo algunas acciones favorables al pueblo hacen políticas estructurales propias de la derecha son en realidad traidores a la causa que dicen defender. Tarde o temprano el pueblo sufrirá las consecuencias de esas políticas de derechas y descubrirá que quienes las llevaron a cabo no eran sus amigos sino sus solapados enemigos. /PC



PUBLICADO EN:

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/76081-acallar-las-voces-silenciar-la-conciencia.html


http://ecupres.wordpress.com/2013/12/16/acallar-las-voces-silenciar-la-conciencia/

sábado, 7 de diciembre de 2013

La lucha del pueblo y la todavía lejana revolución

¿Cuál es el verdadero enemigo de la revolución y dónde se esconde?

En un momento como el presente en que la codicia de las clases altas estruja a más no poder al pueblo y éste toma conciencia y se rebela, parece lógico pensar siquiera por un instante hacia dónde vamos con nuestras protestas, o quizá mejor, hacia dónde queremos ir con nuestras acciones.

Tenemos mucho por lo que luchar porque mucho es lo que nos están robando. El número de colectivos movilizado y gente que se les suma crece día a día. Pero la lucha es desigual, como lo fue siempre, dada la gran desigualdad de recursos entre uno y otro bando. En tanto que los opresores tienen todo el aparato estatal a su favor, los oprimidos van a pecho descubierto dispuestos a recibir cuantos palos les propinen y contando como único recurso con la conciencia de quienes les apalean, que suele ser mucho más escasa de lo que requiere la humana convivencia.

Defender el estatus, salvaguardar los intereses de los opresores mueve cifras de dinero inimaginables. Los presupuestos de gasto militar son astronómicos. Los sueldos de políticos, economistas, abogados, y fuerzas represoras de todo orden que trabajan en favor de las minorías ricas de la población mundial son fabulosos si los comparamos con los de quienes en similares funciones tratan de estar al servicio de lo justo, de lo que revierte en bien de la sociedad entera. Y si tenemos en cuenta que una buena parte de quienes están al servicio de los ricos son gente del pueblo, las esperanzas de igualar la lucha mediante la toma de conciencia de la ciudadanía quedan muy menguadas.

No obstante algo se va a lograr en ese heroico empeño. Algo se va a librar del despojo institucionalizado al cual nos someten. Algún momento de gloria va a celebrar el pueblo a lo largo de esta desigual guerra que ha dado comienzo. Pero... ¿nos basta con eso?

A nadie se le oculta que las situaciones no bajan del cielo sino que surgen de un proceso que requiere un tiempo para desarrollarse. El viejo refrán “aquellos polvos trajeron estos lodos” lo expresa claramente. Lo ocurrido a partir del año 2008 se venia gestando desde mucho antes, desde 1980 dicen los expertos, pese a que casi nadie entre la gente común del pueblo se daba cuenta. Y esa ignorancia hace que la mayor parte de la población aspire hoy tan solo a regresar a la situación que teníamos en 2007. No ven que la situación actual no es un azar de la vida sino consecuencia de las decisiones dictadas por la ideología capitalista y que de no cambiar nada de cuanto venía sucediendo en el último cuarto de siglo volveríamos en breve a estar donde ahora estamos.

Ante lo que acabamos de comentar cabe la siguiente pregunta: ¿quiere de verdad el pueblo librarse del yugo capitalista, o le basta con mejorar las condiciones de vida por el momento y luego ya veremos?

Mucho tememos que la idea de librarse del capitalismo no está al alcance de la mayor parte del pueblo. Son muchos los factores que contribuyen a que eso así sea, pero el principal de ellos es que no somos capaces de imaginar otra forma de vivir distinta de la que el capitalismo nos ha impuesto. Consumo irracional y aun compulsivo en algunos casos, confort excesivo, individualismo y competitividad en vez de solidaridad, aceptación de la desigualdad social, irresponsabilidad política...

El principal impedimento para un verdadero cambio está en el pensamiento colectivo, es decir, en alma del pueblo. Ahí es donde se esconde nuestro principal enemigo. Pues mientras sigamos deseando cuanto el capitalismo ha puesto a nuestro alcance seremos esclavos de su maldita ideología, del maldito materialismo que nos oprime.

Hacen falta años de pedagogía para deshacer tanta miseria espiritual y construir un paradigma que ponga la dignidad humana en el primer plano del pensamiento colectivo. Años y acciones, porque como dijo Freire, es de ingenuos pensar que quienes gobiernan desde la ideología van a decretar sistemas educativos destinados a la liberación y dignificación del pueblo. Luego si queremos ese cambio, esa redención humana de las clases sometidas, va a tener que ser la sociedad civil quien lleve a cabo esas acciones encaminadas a construir el nuevo paradigma desde el cual pensar la vida.

Por fortuna esa campaña pedagógica comenzó ya, pues cada denuncia de injusticia es una invitación a abrir los ojos para ver las cosas de forma distinta a como las estábamos viendo. Son muchos los colectivos que hoy día están en pie de lucha. Deber de todo el pueblo es participar en esta necesaria defensa de lo propio, empezando por la dignidad pisoteada por los políticos de turno y sus secuaces.

En esta lucha contra el poder que estamos librando nos jugamos la libertad nuestra y de las generaciones que nos siguen. Si la perdemos habremos sentenciado nuestra esclavitud y la suya. Nadie debe mantenerse al margen de esta contienda. Cada cual debe aportar lo suyo, según sus fuerzas y capacidades, pero teniendo muy claro que abstenerse es traición. Porque tan solo con la victoria podremos mantener la condición de seres libres. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/75518-la-lucha-del-pueblo-y-la-todav%C3%ADa-lejana-revoluci%C3%B3n.html


viernes, 29 de noviembre de 2013

¡Que no son reinos ni condados sino pueblos!

Entérense quienes con discursos de rancia tradición histórica se afianzan en el inmovilismo y buscan mil excusas para desoír la voz de un pueblo que no se resigna a ser ninguneado. 


Cuando allá en mis años mozos un amigo universitario me prestó un libro de historia universal del cual era autor el muy acreditado historiador Jaume Vicenç Vives, quedé atónito ante la cantidad de acontecimientos que relataba. Todo él era un amasijo de reyes, dinastías, sucesiones, batallas, tratados... Pero ni una sola palabra de los pueblos que llevaron a cabo los hechos enunciados. Nada decía de las tropas, de los pueblos en los que fueron reclutados, de las condiciones en que vivían, de la sangre que se derramó en esas batallas, de los sufrimientos que causaron esas guerras. Nada o a lo sumo algún dato tal como los miles de hombres que formaban algunas huestes. Daba la impresión de que las guerras eran algo así como partidas de ajedrez, juegos de mesa de reyes y señores que se libraban sin que nadie derramase sangre ni padeciese daño alguno.

Ese ninguneo de las clases humildes que padecieron esas guerras, de los hombres que se vieron forzados sufrir y verter su sangre en las batallas referidas me indignó profundamente. Me indignó porque yo sabía bien lo que es una guerra, con hombres separados de sus familias, obligados a ir al frente a matar o morir... Lo que es sufrir día tras días los bombardeos de una aviación asesina que descarga sus bombas sobre población inocente... La muerte de seres queridos que esos bombardeos producían... Los sacrificios que comportaba la provisión de alimentos en las ciudades... Sabía bien todo eso por haberlo vivido en mi primera infancia junto a mi madre en la Barcelona asediada por las tropas fascistas. Yo sabía todo eso y me parecía imposible que cualquier otra guerra anterior a la que yo padecí hubiese podido ser de otro modo. Pero el ilustre profesor ni lo mencionaba en su aplaudido libro.

A partir de entonces dejó de interesarme la historia, una historia que se ocupaba de los poderosos que hubo en el mundo, de los opresores, pero que ignoraba a los oprimidos talmente como si de ganado se tratase, reses de las cuales eran propietarios aquellos cuyos nombres figuran en los libros. Dejó de interesarme esa materia y no volví a ocuparme de ella hasta que años más tarde encontré los primeros escritos en los que se daba lugar al pueblo.

Han pasado los siglos y se supone que la humanidad ha evolucionado. Pero las crónicas de cuanto acontece en el mundo siguen registrando guerras, batallas invasiones... Los poderosos siguen disponiendo del destino de los pueblos, la vida de las gentes humildes nada vale para quienes gobiernan y solamente los intereses de las clases acomodadas guían su actuar. El destino de los humildes sigue estando en manos de gobernantes criminales, de quienes legalizan la opresión y el despojo, al igual como lo ha estado a lo largo de la historia. Apenas nada ha cambiado en la ética de los poderosos y de quienes como ellos piensan y sienten. La injusticia sigue imperando en el mundo y quienes de ella se benefician hacen cuanto está a su alcance para perpetuarla.

Me siento viviendo en un mundo manejado por bestias ignorantes de cuanto de humano se ha construido a lo largo de los siglos acerca de la convivencia. Siento que hoy como ayer los únicos que cuentan en el mundo son quienes de forma merecida o no gobiernan los estados, esas instituciones de poder que en la actualidad no dan muestras de tener otra función que la de someter al pueblo. Y al igual que en aquellos años mozos en que me sentí parte del pueblo sufriente e ignorado por aquel acreditado historiador, hoy me siento parte de este pueblo mío que viene sufriendo el ninguneo de los gobiernos que en su día se lo apropiaron y hoy lo tienen sometido argumentando razones de estado.

Leyes hechas y amañadas por los ricos, por los poderosos, por los intolerantes que nos precedieron son todavía actuales. Baluarte de la injusticia sirven de refugio para quienes no tienen conciencia de lo que es el respeto, la igualdad, la solidaridad; para quienes siguen pensando y sintiendo como los reyes y los señores de los viejos tiempos. El Estado por encima del pueblo. El pueblo al servicio del Estado.

Pero los pueblos son cada día más conscientes de su propia existencia y están cada día más en pie de lucha. El alma humana es compleja y no solo la codicia tiene cabida en ella sino también el sentido de lo justo. Hoy como ayer los pueblos se rebelan contra los gobernantes que de ellos abusan y poniendo la dignidad en primer plano reivindican sus derechos, ya sean recientes o ancestrales. La voz de los sin voz se alza de nuevo por doquier contra quienes durante largo tiempo los han silenciado. Pueblos originarios, naciones sin estado claman hoy ante el mundo entero denunciando la injusticia que padecen.

La lucha es desigual, pero siempre lo fue y no siempre vencieron los malvados. Es tarea común, de todo el pueblo, hacer que despierte nuestra propia conciencia. Tan solo con una persistente labor de resistencia, de denuncia de los daños y acogida de las gentes dañadas podremos poner fin a la loca injusticia que nos gobierna.

Que nadie se quede al margen. Unámonos a la denuncia y a la protesta en la medida que podamos. En nuestras manos está hacer que nada nos detenga. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/75012-%C2%A1que-no-son-coronas-ni-condados-sino-pueblos.html

El Papa Francisco y la estrategia vaticana *


Quienes por conocimiento histórico de la ICR (Iglesia Católica Romana) y por las experiencias vividas a lo largo de los aciagos años de dictadura fascista y aun en el presente en este baluarte católico que es España desestimamos ya en su día considerarla como portadora de buena nueva vemos con inevitable escepticismo todo ese caudal de bondades que diversos medios vienen señalando en la persona del Papa Francisco.

Sin negar la bondad de miles de buenas personas católicas ni la encomiable labor que muchas de ellas hacen al amparo de su Santa Madre Iglesia, parece razonable desconfiar de los buenos propósitos de tan magna institución. Y desde esta posición que señalamos vemos que cabe pensar en un doble juego de la jerarquía católica, papa incluido, para contentar a la gran parte de feligresía que últimamente se mostraba crítica y aun avergonzada por los escándalos que habían salido al conocimiento público. Un doble juego similar al que en algunos casos hace la policía en los interrogatorios: el policía bueno (léase Papa Francisco) y el policía malo (esa curia reaccionaria que impide los cambios).

Ese tira y afloja salvará la imagen del tan admirado papa sin que para ello hayan tenido que hacer ningún cambio sustancial. La feligresía católica crítica se sentirá comprendida y apoyada por la máxima autoridad eclesiástica y seguirá fiel a la ICR desde posiciones que reforzarán su imagen ante el mundo. Pero la institución como tal podrá seguir siendo fiel aliada de las fuerzas conservadoras que gobiernan en casi todas partes.

Si el juego sale bien, todos estarán felices porque a cambio de haber puesto coto a los pederasta, de haber canonizado a San Romero de América, de haber dado muestras de buena voluntad a las mujeres aun siguiendo dándoles un trato inferior al de los varones, de haber dado palabras de consuelo a los pobres sin haber tenido que apoyar cambio sustancial alguno en las esferas de poder que oprimen a la Humanidad entera, y de algunas menudencias más se habrá logrado que quienes estaban hartos de esa ICR sigan fieles a ella luchando por ese tan esperado cambio que una vez más su alta jerarquía habrá conseguido evitar.

La lástima está en que toda esa inteligencia que ponen en juego los cerebros vaticanos en favor del inmovilismo no lo apliquen a realizar una verdadera revolución al estilo de la que según los evangelios anunció Jesús de Nazaret. Entonces sí que merecería la pena ser parte de esa Iglesia. Pero en opinión del hereje impenitente que esto escribe, mientras sus principales actividades vayan encaminadas a amansar rebeldes, permanecer en ella será colaborar con los poderes que oprimen a la Humanidad. /PC


* Comentario al artículo de Domingo Riorda publicado en ECUPRES el 29/11/2013 con el título “Hans Küng se interroga sobre los reaccionarios al Papa”.
http://ecupres.wordpress.com/2013/11/29/hans-kung-se-interroga-sobre-los-reaccionarios-al-papa/


domingo, 24 de noviembre de 2013

El pueblo silenciado

A quienes no entienden que no es cuestión de reinos ni de estados ni de organismos de poder sino el clamor de un pueblo que se resiste a ser ninguneado.


Apelar a la historia y a las frases de célebres personajes históricos para justificar la permanencia en la injusticia no es propio ni de la derecha ni de la izquierda sino de demagogos, de oportunistas políticos y de necios obcecados incapaces de remozar su pensamiento y atender a la realidad del presente. Y en el mejor de los casos, concediéndoles presunción de inocencia, diremos que es propio de quienes no entienden que estamos hablando de los derechos de los pueblo, no de los derechos de quienes los sometieron y explotaron y aun hoy los someten y los explotan.

El clamor de independencia del pueblo catalán no responde a ningún proyecto de derechas ni de izquierdas sino al sentir de un pueblo al cual el fascismo español negó el derecho a aprender en la escuela su propia lengua materna. Y no hace falta conocer mucha historia y menos remontarse a la edad media, como hacen algunos arrogantes sabiondos, para saber que ese genocidio cultural se dio mucho antes de que se produjese la avalancha migratoria que llenó los pueblos de Catalunya de gentes castellano parlantes, que es lo único que podría abogar aun sin razón en favor de la permanencia de Catalunya en España y de la prevalencia del castellano en Catalunya. Tan solo hace falta no ser un obcecado nacionalista español y tener un mínimo sentido de lo que son derechos humanos y derechos de los pueblos, eso que los defensores del imperialismo en cualquiera de sus formas no han tenido nunca ni dan muestras de poder tener.

Quienes defienden la unidad de España amparándose en el bien de la clase obrera debieran tener la decencia de exponer antes qué proyectos de izquierda tiene esa “grande nación española” que no puedan se llevados a cabo en una Catalunya independiente. Debieran tener la prudencia de mirar con atención, antes de hablar, cuántas maravillosas ventajas para el pueblo nos han traído los partidos de izquierdas desde la dictadura acá. Y aun más: qué papel están jugando los líderes políticos de esa izquierda españolista que dice estar al lado del pueblo pero que brilla por su ausencia en la lucha que un buen número de colectivos sociales está llevando a cabo actualmente.

Que no nos vengan ahora los nacionalistas españoles de izquierdas con el cuento de la internacional obrera, un ideal hermoso que si bien pudo tener sentido en su momento hoy sabemos ya bien cómo fue manipulado y en qué desembocó. Ni con esa supuesta unidad sindical que con la realidad actual en la mano se ve claramente que no vale ni para ponerse al frente de las reivindicaciones sociales. No, los defensores del nacionalismo español pueden tener muchos argumentos, pero se mire como se mire todos los que hemos podido leer o escuchar hasta el día de hoy son a cual más interesado y más impropio de alguien con sentido de la libertad, de la igualdad y de esa solidaridad a la que apelan en nombre de la clase obrera.

La gran España, ignorante de los pueblos que en su día fueron sometidos por las armas o vendidos a la corona española por sus propios gobernantes, necesita seguir oprimiendo a los pueblos que con su trabajo contribuyen al bienestar de quienes despilfarran la hacienda pública para así seguir beneficiando los negocios de quienes medran a la sombra del poder. No es el pueblo lo que cuenta en esa tan defendida unidad española sino la ambición de quienes la propugnan. El pueblo, sea grande o sea chica la nación, seguirá siendo quien lleve a cuestas a las clases privilegiadas, tanto si esas están formadas por burgueses tradicionales como por burócratas de izquierdas.

La utilidad que la grandeza nacional tiene para quienes de ella se gozan (que insistimos en que no es el pueblo sino quienes lo gobiernan) es un mal a combatir, se mire como se mire. Cuanto mayor es el estado más difícil es de controlar desde abajo, desde el pueblo, porque sus dirigentes más lejos están de las voces que claman y reclaman. Y por contra, de más recursos disponen quienes gobiernan para desoír y aun reprimir esos reclamos, ya sean sociales, patrióticos o del orden que sean.

La grandeza nacional siempre fue un gran mal para el pueblo, que es diverso y respetable, no una masa única e informe o falazmente uniformada. El cuento chino de eliminar las fronteras solo ha servido para fagocitar pueblos y naciones en beneficio de los sátrapas y de las grandes corporaciones mercantiles. No hace falta ir lejos en el tiempo ni remontarse en la historia para verlo, porque ahí tenemos esa infame globalización que empobrece a los pueblos y destroza el mundo.

Ni el pueblo catalán ni ninguno de los pueblos sometidos al Estado Español debe escuchar los cantos de sirena de esos “sesudos estadistas” que claman en pro de la unidad de España. ¡No! Ya bastante tuvimos con esa “ESPAÑA UNA Y GRANDE” que nos impuso la dictadura fascista acaudillada por Franco. /PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/74543-el-pueblo-silenciado.html

sábado, 23 de noviembre de 2013

Entonces no me moví y ahora vienen a por mí


Con el título “No nos salva ni Dios si no cambiamos” publiqué el 6 de setiembre de 2004 en KAOSENLARED.NET un escrito cuya idea central hoy es actualidad rabiosa y lacerante. Lo que en él dije ha variado en lo anecdótico, pero no en lo esencial, de modo que ganas me vienen de copiarlo íntegro. Pero no voy a hacerlo sino que aprovecharé la ocasión para añadir algunas reflexiones y pondré el enlace al pie para que entre a leerlo quien tenga ganas.

Señalaba en aquella ocasión la poca voluntad de cambio que observaba en mi entorno social, una poca voluntad que sigo observando hoy por más que muy otra sea la circunstancia. Lo que en aquel tiempo era casi profecía hoy es ya una lamentable desgracia. El poder oprimiendo y el pueblo sin más propósito que el de sobrevivir.

La diferencia entre el 2004 y hoy está básicamente en que entonces los oprimidos eran otros en tanto que ahora lo somos nosotros. Se cumplió aquello de “entonces no me moví y ahora vienen a por mí”. A por mí o a por alguien cercano, que para el caso es lo mismo porque nos afecta aunque no nos dé de pleno personalmente.

Vivíamos tan felices. Nuestro nivel de vida era envidiable. No queríamos oír hablar de otra cosa que no fuese nuestro propio bienestar. A nadie le importaba de dónde salía ni quien lo pagaba, pues los conflictos y sufrimientos que exigía estaban fuera de nuestras fronteras. No era cosa nuestra sino de quienes gobernaban. El robo, la explotación y el crimen que conllevaba nuestro tren de vida no lo efectuábamos nosotros, por más que nos beneficiásemos de ello. No teníamos por qué sentirnos culpables de lo que hacían los demás. Éramos buena gente, sin duda alguna, y merecíamos vivir lo mejor posible.

Sabemos bien que el mal es mal tan solo cuando lo padecemos. Cuando lo padecen otros, puede que nos dé pena, pero... ¿Qué se puede hacer? Ahora bien, cuando lo hacemos... No, cuando lo hacemos no es tan grave y además, es inevitable. Es la vida: hoy te toca a ti, mañana quizá me toque a mí.

Pues bien, ya llegó ese mañana. Hoy se dan acá aquellas situaciones de explotación en que trabajaban en las lejanas maquilas de América Latina, o en el lejano oriente quienes pagan con sus vidas nuestro disfrute y bienestar. Hoy acá los gobernantes corruptos, esbirros de los amos del mundo, nos rebajan el sueldo, nos aumentan las horas y nos empeoran las condiciones de trabajo. Hacen que crezca el paro en cifras desorbitadas. Nos quitan servicios sociales básicos como son la sanidad y la enseñanza y los privatizan convirtiéndolos en negocio cuyo disfrute esté solamente al alcance de los privilegiados. Nos empobrecen mediante impuestos sobre productos de consumo necesarios. Nos aumentan la edad de jubilación y nos amenazan con robarnos las pensiones. Y por si todo eso fuese poco, nos limitan derechos democráticos como el de manifestación y protesta.

Hemos retrocedido a los viejos tiempos de la dictadura. La democracia en que creíamos vivir muestra su falsedad, su verdadera identidad de sistema autoritario y represor. La sociedad del bienestar se apaga como la luz del día al atardecer. Nos invaden por doquier las tinieblas, pues nadie sabe a dónde iremos a parar. Pero aun así la gente no se mueve. Hay, como no, una parte de la población movilizada, pero la gran mayoría permanece pasiva, esperando que los otros saquen las castañas del fuego para ellos poder comerlas. Más de la mitad de la población es insolidaria, como bien muestran los porcentajes de seguimiento de huelgas y manifestaciones. Y no falta quien espera ingenuamente “que pase la crisis” para volver a vivir como vivíamos. ¡Necios! ¡En las guerras nunca retrocedieron los vencedores!

Hoy más que nunca está claro que la suerte del pueblo depende de nosotros, de nuestra solidaridad, de nuestro espíritu de lucha, de nuestra capacidad de organizarnos y actuar colectivamente. Quienes gobiernan y mandan no logran ya seguir ocultando bajo pieles de cordero su condición de lobos depredadores. Ahora todo el mundo sabe qué son, quiénes son y cuáles son sus propósitos. Nadie puede llamarse a engaño ni aun queriéndolo. ¿Qué esperamos, pues, para ponernos al lado del vecino, para unirnos al igual y luchar por lo nuestro, por lo que nos roban, por esa dignidad que hoy nos pisotean descaradamente?

No tendremos mejores ocasiones para sumarnos a la lucha. Cada vez los poderosos estarán mejor organizados para impedírnoslo. No nos vale ya la estrategia de la cebra que huye del león corriendo más que su hermana para que no sea ella sino la otra la cazada. Hoy vienen a por todos y no se van a contentar con saciar su hambre del momento porque no son leones ni lobos ni animales salvajes sino perversos mortales insaciables. Hoy somos presas acorraladas y no nos quedan más salidas que luchar o perecer.

El capitalismo que nos explota no va a retroceder mientras triunfe. De nosotros depende darle la batalla o perecer en sus garras. /PC

Artículo citado:
www.kaosenlared.net/noticia/no-nos-salva-ni-dios-si-no-cambiamos  

Publicado en KAOSENLARED.NET

sábado, 16 de noviembre de 2013

¿De verdad tiene el capitalismo pies de barro?


Es lo que suele decirse, que es un gigante con los pies de barro porque su poder se asienta en la sumisión del pueblo y si este se rebela, el gigante no se sostiene. Pero ¿cabe esperar que el pueblo se rebele?

Sabemos bien que el poder controla de diversas formas el pensamiento colectivo y aun más el sentimiento colectivo. Lo hemos dicho repetidamente: desinformación, distracción permanente, consumismo y miedo. Esas son sus principales herramientas de acción. A ellas debemos sumar las estructurales: económicas, legislativas y represivas. Viendo todos esos recursos en sus manos, quien puede soñar que el pueblo se rebele y le plante cara al sistema. Cabe pensar que tan solo va a hacerlo gente muy consciente y muy dispuesta a perder.

Dispuesta a perder, sí, porque hay batallas que ya sabemos de antemano que no vamos a ganar, pero que no debemos abandonar porque de hacerlo se perderá la guerra. Y guerra es esa permanente y criminal agresión del capitalismo sobre la Humanidad.

Leónidas y sus aguerridos espartanos sabían bien que no iban a salir con vida de Las Termópilas, pero también sabían que si se rendían iban a perecer ellos y todo su pueblo. Y allí siguieron el tiempo necesario para que la armada griega se organizase y derrotase a la persa en Salamina. No vencieron ellos, pero sí su causa.

Hoy no se trata de emular semejantes heroicidades. No es con sangrantes batallas como derrotaremos a nuestros opresores sino con inteligentes acciones. La guerra será larga y penosa y sin duda alguna nadie de nuestro tiempo va a ver el final de ella. Pero sabemos bien aquello de que “si luchas puedes perder; si no luchas, ya has perdido”. Y también que “vale más morir de pie que vivir de rodillas”. Pues bien, vamos a tratar de superar lo dicho: vamos a tratar de luchar cuanto haga falta para vivir de pie sin hincar la rodilla.

Claro que “vamos” es un decir, porque luchar u holgar son decisiones personales que cada cual toma según su libre albedrío. Y para ver cuantos podemos juntarnos en ese “vamos”, no hay más que echar un vistazo alrededor y ver cuánto vecindario nuestro se reúne semanalmente en asambleas o grupos de reflexión-acción y cuánto se dedica a pasar del modo más distraído posible su tiempo de ocio. Lo más probable es que el resultado que obtengamos en esa observación sea descorazonador. Y si bien puede darse el caso de que seamos parte de la población concientizada y que nos movamos en un entorno humano afín y privilegiado, a poco que nos desplacemos hacia otras áreas menos afortunadas podremos constatar el pesimista balance que hemos apuntado.

Mal lo tenemos, pues, para desmembrar al gigante, para romper en pedazos sus pies de barro y hacer que todo él se desmorone. Mal lo tenemos si no logramos darle le vuelta al balance, si no logramos que quienes luchamos seamos más que quienes se desentienden de la batalla. Una batalla que hoy como ayer se libra en el pensamiento. Pero cuidado, que no se trata de lograr que todo el mundo piense a nuestro modo, pero sí de lograr que las gentes de nuestro derredor dejen de pensar al modo que conviene a nuestros opresores.

Las acciones revolucionarias siempre se basaron en la difusión de ideas, ya fuese por medio de periódicos, panfletos u oralmente. Tan solo cuando descubrimos la falsedad de cuanto dicen los noticiarios y medios de difusión, y tomamos conciencia de que estamos siendo explotados podemos llegar a indignarnos en grado suficiente para sumarnos a acciones verdaderamente revolucionarias. Mientras esa conciencia no despierta, nos mecemos en la conformidad, nos comportamos de modo sumiso, resignado y dejamos en la estacada a quien sea que inicia la acción.

Esta es una lucha que involucra a toda la población, ricos y pobres, acomodados y desposeídos. No hay neutrales. Unos están con los opresores y otros con los oprimidos. Tengan conciencia de ello o no, quienes se desentienden son colaboradores del poder opresor, porque sobre su pasividad se asienta el sistema. De ahí que lo más importante para derrotar al gigante sea desvelar conciencias, una tarea que está al alcance de cualquiera que la tenga despierta.

No es momento para quedarse en casa sino para reunirnos con iguales a fin de compartir información y buscar el modo de unirnos a las muchas acciones que ya hay en marcha.

Busca a tu alrededor gente consciente, conscientizada y activa y únete a ella. Tan solo la unión nos dará la solidez necesaria para golpear los pies de barro del gigante opresor hasta despedazarlos. / PC

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/73882-%C2%BFde-verdad-tiene-el-capitalismo-pies-de-barro?.html 


http://ecupres.wordpress.com/2013/11/26/el-capitalismo-tiene-pies-de-barro/

sábado, 9 de noviembre de 2013

El papel de lo afectivo en la vida pública

Una aproximación a la conducta insolidaria de la población pasiva y a la irracionalidad del “esquirol”


No hacen falta muchas luches ni haberse quemado las pupilas en largas horas de estudio para ver que los seres humanos nos movemos a golpe de corazón, con desprecio claro del intelecto. No es la razón lo que rige nuestra conducta sino toda la estructura afectiva de la persona.

Amamos aquello con lo que nos identificamos y nos identificamos con lo que mejor relación afectiva hemos tenido a lo argo de nuestra vida o en momentos emocionalmente significativos. Y todo ello al margen de cualquier análisis ético, de cualquier reflexión, de la más mínima actitud racional.

Me trae esto a la cabeza el caso de tantas personas religiosas de América Latina que mantuvieron posturas desafiantes con el autoritarismo papal y que ahora no cesan de loar al actual pontífice hijo de su misma gran patria. Y también el caso de un exjesuita que en anteriores conversaciones estuvo muy en contra de la estructura piramidal de la ICR pero que ahora ve con buenos ojos los “signos de humildad y renovación” del actual papa Francisco, jesuita también al igual que él. Y también de un obispo que fue muy crítico con el papa Wojtyla, al cual se enfrentó abiertamente en muchas de sus alocuciones y actitudes, que desde Brasil pide ahora unidad junto al actual pontífice de origen latinoamericano. ¿De verdad creen esos buenos católicos que el actual Papa Francisco, ex Cardenal Bergoglio, va a hacer cambios sustanciales en la ICR, o son los lazos afectivos de paisanaje y compañerismo que a él los unen los que así hacen que se comporten? ¿De verdad ignoran que el otrora Bergoglio no recibió nunca a las Madres de la Plaza de Mayo, no pronunció nunca una sola palabra en denuncia de los crímenes que estaba perpetrando la dictadura y que no los condenó luego, durante el tiempo que fue primado de Argentina?

Seguro que todos ellos tienen razones que expliquen o justifiquen su conducta. Incluso pudiera ser que alguien me señalase que mi subjetividad entró en juego a la hora de hacer mis observaciones. Bien pudiera ser, pues que soy humano y según digo y sostengo en este escrito me muevo a golpe de corazón, lo cual hace que prevalezcan en mí actitudes anticlericales. Pero hay otros muchos ejemplos que nos pueden llevar a similares conclusiones. Tales son las conductas partidistas de los aficionados al fútbol, quienes por lo general no tienen ojos más que para las maravillosas jugadas de su equipo y las deleznables faltas del contrario. Y no digamos ya en el campo político donde a la pasión se le une a veces algún que otro interés material.

En el terreno político el corazón no está más ausente que en los campos mencionados. La imagen de los líderes y el entorno social de quienes les siguen juega un papel importante en las preferencias del público. Un amigo me contaba de alguien que se jactaba de votar a la derecha porque consideraba que eso era signo de distinción social. Y no importaba que el voto fuese secreto, porque él lo compensaba pregonando a los cuatro vientos cual había sido su elección.

Las conductas señaladas pueden parecer irracionales y aun pueriles, pero no por ello son menos verdaderas ni frecuentes en nuestro entorno. Hoy las observamos en una buena cantidad de fanáticos españoles que se muestran incapaces de reflexionar sobre el derecho del pueblo catalán a tener un estado propio y gobernarse a su antojo sin la tutela del gobierno de España. Son gentes que no aceptan los derechos del otro pero que no cejan de argumentar en favor de los propios y defenderlos a fuego y espada aun cuando estos conlleven privilegios claramente injustos. Son gentes que sin ser necesariamente violentas aceptan la violencia como forma válida para la relación social, si más no entre pueblos y naciones.

Quienes ejercen el control de la población en los diversos estados del primer mundo conocen muy bien el papel que lo afectivo ejerce en las conductas grupales. Esa es la razón por la que invierten grandes sumas de dinero en desinformar y seducir a las masas mediante el pan y circo de la antigua Roma en versión siglo XXI. Mantienen distraída a la gente con el consumo de nuevas tecnologías; desinformada con los medios de comunicación; seducida con oropeles de escaso valor humano pero de elevado precio social... Y acobardada y muerta de miedo mediante amenazas y duras acciones represivas.

No es fácil luchar contra un capitalismo tan poderoso y tan inteligentemente organizado. No es fácil porque librarse del poder que nos oprime exige a cada cual liberarse previamente del afecto que le tiene al entorno de la ideología capitalista, algo bastante difícil de llevar a cabo sin ayuda externa. Y no está el sistema dispuesto a favorecer esas ayudas sino a entorpecerlas y reprimirlas.

Hoy, como en los viejos tiempos de quienes lucharon en favor de sus hermanos de clase, las acciones colectivas son absolutamente necesarias. Nadie puede hacer nada en solitario. Es preciso compartir nuestro pensar y sentir entre iguales para así unirnos en lazos fraternos. Debemos organizarnos democráticamente desde abajo, desde lo cotidiano, desde esa realidad punzante que la tiranía de los ricos nos impone. Tan solo la fraternidad auténtica, verdadera, no interesada ni teórica nos puede traer la igualdad y la libertad redentoras que necesitamos para subsistir en tanto que seres humanos. Y alargándome un poco más diré también en tanto que especie, porque de seguir gobernados por esa locura que es el capitalismo, el final de la humanidad está cercano. /PC

PUBLICADO EN: 

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/73306-la-irracional-conducta-del-%E2%80%9Cesquirol%E2%80%9D.html 

http://ecupres.wordpress.com/2013/11/14/el-papel-de-lo-afectivo-en-la-vida-publica/

viernes, 1 de noviembre de 2013

La perspectiva del invasor

La conducta del invasor es semejante a la del opresor, la del explotador, la del abusador... Actúa con desprecio del oprimido, del abusado, del explotado, del invadido... del otro. Lo niega en tanto que igual, en tanto que ser con plenos derechos.

Desde la perspectiva del invasor es justo institucionalizar la injusticia, pues que lo piden su egoísmo y su codicia. En ningún momento la justicia es su guía. Fundamenta sus acciones en las ventajas que éstas le reportan. Y en su discurso para justificarlas no faltan falacias de todo orden, la apelación a nobles propósitos, así como un personal sentido de la justicia fundado en la desigualdad y el derecho al atropello que da la prepotencia.

Un tal proceder da por bueno cuanto favorece. Considera justa la sumisión del invadido y el derecho del invasor a imponer su ley. Una ley que se asemeja más a un “embudo” que a la ética “regla de oro”, pues impone al otro lo que para sí no se quisiera: tal como la sumisión de un pueblo a los designios de otro.

Platón decía que había que ser duro con los esclavos porque tenían la mala costumbre de alzarse contra sus amos. Es evidente que para aquel venerado pensador era justo que un ser humano esclavizase a otro ser humano, algo que hoy día repugna a toda persona que se precie de civilizada.

Igual que Platón piensan los españoles que se suman a la idea de que para el bien de España hay que tener bien sujeta y sometida a Catalunya. Ellos tampoco tienen empacho alguno en basar sus derechos en la fuerza de las armas. Pueblo vencido es igual a pueblo sometido, como si fuesen los pueblos y no quienes los gobiernan los que declaran las guerras.

Cataluña es para España un botín de guerra logrado en el año 1714 por las tropas del Borbón Felipe V en una disputa dinástica como tantas ha habido en la historia de la humanidad. En aquella contienda el pueblo catalán perdió sus derechos y fueros y quedó sometido a los mandatos de los sucesivos gobiernos españoles. Se prohibió el uso de la lengua catalana en documentos públicos y se estableció como única lengua válida la castellana. El pueblo catalán dejó de existir como tal y pasó a ser considerado pueblo español, no por voluntad propia sino por la fuerza de las armas.

De entonces acá, para los gobiernos de España Cataluña no es un pueblo con una historia propia, con una lengua propia tan antigua como el castellano y derivada igualmente del latín, sino una fuente de ingresos. El pueblo catalán es así un pueblo esclavo de esa España invasora que hace alarde de poderío militar mucho más que de amor a lo verdadero y a lo justo.

La opresión de España sobre Cataluña se recrudeció durante la dictadura fascista de Franco. En las escuelas se enseñaba que Catalunya era una región de España, al igual que Euskadi a la que denominaban Provincias Vascongadas. Y se nos decía que el catalán y el euskera no eran lenguas sino dialectos. Si tenemos en cuenta que la totalidad de la población adulta española fue escolarizada durante aquellos aciagos años de autoritarismo y mentira, no puede extrañarnos que tenga hoy esas ideas en la cabeza, que desconozca el origen de la lengua catalana y que ignore al pueblo-nación que la habla. Nadie les habló nunca de la existencia de la nación vasca, ni de la catalana. Se les informó mal adrede acerca de la grandeza de España, de sus orígenes y de su historia. Se les imbuyó un nacionalismo español fabricado sobre tópicos nunca razonados y aun menos demostrados.

El desconocimiento de la nación catalana es en los más de los casos lo que motiva el rechazo de una buena parte del pueblo español al anhelo de independencia del pueblo catalán. Una ignorancia que si no es voluntaria sí que por lo menos es negligente, porque informarse debidamente y establecer criterios propios es obligación de cada cual. Pero la gente se traga lo que dice la tele, la radio, la prensa controlada por intereses españolistas burgueses sin hacer el menor esfuerzo personal por desvelar que hay de cierto y de falso en ello. Ese es un modo de actuar muy humano pero muy poco loable. Es una clara manifestación de pereza mental. Una pereza que afecta a todos los ámbitos de la esfera política, no solo en lo que estamos señalando referente a Cataluña sino en temas tan importantes como la destrucción de la sociedad de bienestar que el capitalismo está llevando a cabo a marchas forzadas.

La situación política actual exige del pueblo una actitud crítica con las doctrinas oficiales. Afortunadamente cada día hay más población que se suma a la dinámica de pensar y razonar, pero por desgracia es minoría. Así nos va y así nos seguirá yendo mientras la mayor parte de la gente siga apostando por la inconsciencia que comporta la distracción permanente. /PC

http://www.kaosenlared.net/colaboradores/item/72667-la-perspectiva-del-invasor.html

sábado, 26 de octubre de 2013

Cambiar lo que no nos gusta empezando por lo propio


Las revoluciones no se exportan ni se importan. Cada pueblo hace la suya y si no la hace se le queda por hacer.


No nos gusta esa Europa ni esa España ni esta Cataluña de hoy en manos de los banqueros. Y porque no nos gustan, las queremos cambiar. Queremos cambiar el mundo y empezaremos por casa. No queremos maquillajes. No queremos apariencias. Queremos un mundo nuevo sin políticos ladrones y noticiarios embusteros. Queremos un mundo justo y vamos a empezar a hacerlo.

Nada se asienta en el aire salvo las ilusiones y las fantasías. Promesas que despiertan ensueños. Cantos de sirena que arrastran pueblos enteros hacia insondables despeñaderos. Pompas de jabón, burbujas flotantes que nos causan admiración y regocijo mientras ingrávidas flotan en el aire nos muestran de repente su vacuidad, su nada al explotar. Súbito desengaño, trémolo deseo insatisfecho de ver lo que no existe.

Es ahí, en esa ilusión, en ese anhelo, en ese cúmulo de fantasías que anida en toda alma humana donde se asientan el engaño y las mentiras y las falsas promesas de los demagogos profesionales. Hábiles especuladores, atentos al deseo del ciudadano medio, elaboran discursos cargados de tentadoras ofertas a sabiendas de que no las van a cumplir. Calidoscopios de lindos colores hábilmente manejados maravillan a las gentes que les creen porque quieren creer que alguien o algo los va a salvar de su mísera condición de consumidor insatisfecho, que les va a llover del cielo la felicidad ansiada sin que para lograrla tengan que hacer nada. Y así una vez y otra, encandilado por el deseo de fácil bienestar y la ilusión de poder llevar una vida poltrona, el pueblo da su dignidad a cambio de simples pedazos de cristal coloreado.

No es porque sí que ocurre eso. Una criminal limpieza ideológica de las más sanguinarias de Europa seguida de cuarenta años de dictadura y treinta y cinco de falsa democracia ha configurado esta ciudadanía pasiva, inerte, despolitizada e ilusa que hoy tenemos. Ha generado la idea de que lo político es algo impropio, ajeno, exclusivo de un estamento social inalcanzable formado por seres especiales pertenecientes a otro mundo, que no al propio. Ha secuestrado las mentes y las voluntades de los individuos hasta desarticular toda resistencia capaz de frenar la inhumana forma de vida que nos han implantado. Y para reforzar la castración que una tal configuración mental comporta, los ingentes equipos de especialistas en manipulación de masas han impuesto a través del consumo y de la publicidad el hábito de la distracción permanente, la cual a modo de droga evade al individuo de su realidad social y le incapacita para ejercer sus responsabilidades políticas.

En esa deshumanización del pueblo es donde radica el poder de quienes gobiernan. De aquí que la principal tarea a llevar a cabo para dar vuelta a la realidad política actual sea cambiar la forma de pensar, sentir y actuar del ciudadano medio, de modo que llegue a ser capaz de usar su inteligencia para elaborar estrategias capaces de defender sus derechos frente a quienes le roban.

Durante años, en aquellos ya lejanos tiempos de la desenmascarada dictadura, estuvimos soñando con ese país de las maravillas que era cualquier vecino nuestro europeo. Un día por fin ese sueño se hizo realidad con esa tan esperada Unión Europea. Ya no éramos tercer mundo, ya éramos ciudadanos de primera. Pero ahora una pesadilla nos despierta de repente con sobresalto y vemos que aquella Europa cuna de democracia y cultura no es sino el coto de caza de codiciosos especuladores financieros. Un coto del cual nosotros somos las piezas a cobrar.

Cesó el ensueño y nos dimos de bruces con la realidad. Se acabó la hora de la fantasía y llegó el tiempo de poner los pies en el suelo y empezar a caminar. Pero... ¿cómo hacerlo? ¿Cómo activar a gentes que llevan años, toda la vida las más de ellas, con el sentido de lo colectivo, de lo social, de lo político atrofiado? ¿Cómo hacer para animarles a poner en el primer plano su vida la dignidad?

La tarea parece imposible. El entorno humano mayoritario no quiere oír hablar de otros cambios que no sean volver al pasado, a la feliz época del consumo irresponsable, esa trampa mortal urdida por el capitalismo para llevarnos a donde ahora estamos. No obstante, entre esa gran masa de gentes derrotadas hay todavía quienes albergamos el ánimo necesario para dar la batalla. Es cosa de juntarse, unirse para actuar con cerebro y paciencia, al modo de los antiguos agricultores, que se unían para sembrar y cultivar, aguardando serenos y activos que llegase el tiempo de la cosecha.

Si queremos cambiar este mundo que no nos gusta, empecemos a actuar en el terreno que habitamos. Las casas no se empiezan por el tejado sino por poner cimientos. Y los cimientos de un pueblo están en la vecindad real, no en la lejanía, ni en la administración, ni en los partidos políticos... ¡No! Tenemos que movernos y actuar en el propio metro cuadrado que ocupamos, buscando con tesón y ganas todo lo que podamos compartir con nuestros vecinos, fijándonos en lo que nos une y dejando de lado las menudencias que nos separan.

No es necesario manejar mucho discurso ni mucha teoría revolucionaria para hacer una verdadera revolución. Basta con tener claro sentido de lo que es justo y lo que no lo es y poner la voluntad necesaria para entenderse entre iguales. Propuestas políticas hay varias y los principios básicos aceptables son tan elementales que están al alcance de todo el mundo: “todos para uno y uno para todos” y “lo que no quieras para ti no lo quieras para los demás”. Esa es la guía. A partir de ella, siguiéndola fielmente, podremos empezar a construir el cambio que queremos, podremos alzar un pueblo que se rija por los principios de LIBERTAD, IGUALDAD y FRATERNIDAD. / PC

http://www.kaosenlared.net/colaboradores/item/72083-cambiar-lo-que-no-nos-gusta-empezando-por-lo-propio.html

http://ecupres.wordpress.com/2013/10/28/cambiar-lo-que-no-nos-gusta-empezando-por-lo-propio/

miércoles, 23 de octubre de 2013

¿Alguien duda de lo que cabe esperar del papa Francisco? *

Pues motivos para dudar no hay demasiados, a menos que se tenga una ingenuidad a prueba de fuego.


Alguien que en ningún momento durante el tiempo en que fue Nuncio condenó los crímenes de la dictadura militar argentina; que al comienzo de su andadura toma en su equipo de trabajo al filogolpista cardenal hondureño Oscar Rodríguez Madariaga; que aborda con autoritarismo el conflicto pendiente con las religiosas norteamericanas; que dice no tener prejuicios contra las personas homosexuales pero no hace ni un solo gesto para modificar la doctrina que las condena; que dice no estar de acuerdo con el acto político-religioso de la beatificación de “mártires de la contienda española” pero asiste a la misma desde una pantalla gigante... ¿Acaso no son evidencias de doblez más que suficientes todas ellas para el poco tiempo que lleva rodando?

En cuanto al ecumenismo, no cabe esperar sino que siga la línea que inició el polaco Wojtila y trate de fagocitar iglesias, grupos, congregaciones y lo que haga falta para contrarrestar la disidencia y compensar a la vez la merma de feligresía de esa ICR que lleva largo tiempo ya en franco declive.

Es doloroso ver la ingenuidad con que organismos de buena fe se acercan a esa montaña de intrigas y farsas que es la jerarquía católica romana. Hombres que a lo largo de su vida han mantenido una actitud crítica más que razonable con el papa que les toco lidiar ceden hoy a los encantos de esa imagen de bondad que más responde a estrategias urdidas por hábiles especialistas de imagen que a la realidad de la persona que las encarna.

Una vez más el poder se afianza en la ilusión. El deseo de una reforma auténtica que anida en el corazón de esas gentes de buena fe hace que confíen en los ardides que esa “santa madre iglesia” que no es sino un instrumento al servicio de los poderes terrenales.

El hereje impenitente que esto escribe está plenamente convencido de que este papa va a hacer cuanto pueda por aumentar el poder de la Iglesia Católica Romana (ICR), pero nada en absoluto por convertirla en el instrumento de buena nueva que la humanidad anhela. /PC


* A propósito del artículo de Domingo Riorda ¿Quo Vadis Ecumenismo?
http://ecupres.wordpress.com/2013/10/23/quo-vadis-ecumenismo/



miércoles, 16 de octubre de 2013

Pueblos, naciones, estados, imperios... y crimen institucionalizado



Los pueblos y las naciones los dio la Vida, son formaciones humanas naturales. En cambio los estados son organizaciones sociales, instituciones de poder que tanto pueden estar al servicio del pueblo como de las clases dominantes, dependiendo de quien lo gobierne y controle. Cuando la ambición y la codicia crecen en demasía y con ellas la capacidad agresiva de los ejércitos, aparecen los imperios y con ellos la injusticia institucionalizada. Que nadie confunda, pues, naciones con estados y aun menos con imperios. Que nadie confunda lo natural con lo administrativo, porque de la confusión surge el engaño y del engaño el poder del tirano.

Un pueblo es un colectivo humano con unas señas de identidad comunes, una lengua, unas costumbres, una cultura... Los pueblos son hijos de la vida. Nadie necesita discurso alguno para saber quien es su madre, su padre, sus hermanos, sus abuelos, sus tíos, sus primos, las gentes con las cuales se entiende en propia lengua... La vida lo da a entender. Los pueblos crecieron a lo largo de los siglos, gestaron sus costumbres y normas y de acuerdo con ellas establecieron sus leyes, su propio modo de regirse y gobernarse y se convirtieron en naciones.

Ser parte de un pueblo es mucho más que una simple cuestión administrativa. Es mucho más que estar inscrito en un determinado registro civil. Yo soy catalán no tan solo porque nací en Cataluña sino porque nací y crecí en el seno de una familia catalana y catalana es mi lengua materna, esa que la España UNA y GRANDE me negó el derecho de aprender en la escuela. Y reivindico mi catalanidad porque soy hijo del pueblo que esa misma España perseguía ya cuando nací y al que bombardeó cruelmente luego que en 1936 los militares golpistas se alzaran contra el gobierno de la República.

A quienes apelan a la historia para fundamentar sus argumentos en torno a éste o aquel estado les recuerdo que de los hechos narrados hay tantas versiones como narradores tuvieron, las cuales son a menudo contradictorias. Pero por encima de todo les quiero hacer observar que casi todas tienen en común la narración de los hechos vistos desde arriba, desde el poder, con ignorancia y desprecio de los pueblos y de los sufrimientos que los hechos narrados les causaron.

Voy a dejar de lado, pues, la historia escrita y voy a fijarme en las injusticias y afrentas de que ha sido objeto mi pueblo y con él yo mismo a lo largo de mi vida. No voy a tomar en cuenta las opiniones de quienes no las hayan padecido, pues dada su vital ignorancia los consideraré interlocutores no válidos en cualquier discusión que trate este tema. No son los libros sino la vida lo que nos da el conocimiento.

En cuanto a ese nacionalismo español que tantos esfuerzos han hecho y hacen los gobiernos de España en promocionar e imponer a machamartillo, a base de continuos lavados de cerebro hábilmente diseñados desde la escuela primaria, desde los medios de comunicación de masas, desde los aparatos de propaganda del estado, diré que no son mías las gestas del Cid Campeador, héroe legendario castellano, que no catalán ni vasco ni gallego... Las de Don Pelayo; de Guzmán el Bueno; de los tan mitificados Reyes Católicos... Con ninguno de ellos me identifico, máxime cuando lo que se ensalza en sus hazañas es la violencia con que actuaron, las guerras que desencadenaron, la sangre de inocentes que para su mayor gloria hicieron derramar en criminales batallas.

Tampoco considero míos los reyes y dictadores que de tres siglos acá se han ido sucediendo en el poder en eso que hoy se denomina España. Ninguno de ellos hizo nada memorable por mi pueblo. Todos sometieron a mi nación catalana. Todos nos utilizaron y explotaron, ora como carne de cañón, ora como animales de carga, simples proveedores de la Hacienda Española.

Hoy las clases dirigentes del Estado Español que nos oprime, obediente a ese Imperio Del Crimen Financiero que genera hambre y miseria por doquier, usa de todos sus recursos para expoliar de forma salvaje e impensada a la mayor parte del pueblo humilde, dejándolo sin vivienda, sin servicios médicos, sin instrucción, sin derecho a una vida digna. Hoy la codicia de los ricos invade el mundo bajo el control de políticos sin entrañas. Hoy mi pueblo, mi nación sufre un abuso de las clases pudientes como no habíamos siquiera imaginado. Nunca a la mayor parte de la población le pasó por la cabeza que esta involución social llegara a darse. Quizá por eso aceptó la sumisión dócilmente, sin rebelarse. Pero el despotismo de quienes gobiernan es tan insoportable que por fin parte del pueblo sale a la calle y sin ambages grita ¡BASTA!

Es hora ya de acabar con ese gran crimen organizado que es la política mundial. Es hora de luchar contra todas las tiranías institucionalizadas. Es hora de gestar en la propia tierra, con la propia gente formas democráticas de vida en común. Es hora de entendernos entre iguales para echar fuera del poder a tanto criminal infiltrado. Es hora de unirnos a las asambleas de barrio y de colectivos diversos para urdir estrategias que neutralicen y contrarresten sus perversos y desmesurados abusos.

Esta guerra de ricos contra pobres afecta a todo el pueblo. Nadie debe negarse a tomar partido, pues inhibirse es darle la victoria al enemigo. 


http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/71502-pueblos-naciones-estados-imperios-y-crimen-institucionalizado.html

jueves, 10 de octubre de 2013

Originarios e invasores


El ciclo del año da lugar a conmemoraciones históricas de victorias y derrotas que para bien de la convivencia en paz deben ser reflexionadas. Año tras año los vencedores celebran gozosos sus victorias, en tanto que los vencidos guardan memoria de lo acaecido. Fechas como el 12 de octubre y el 11 de setiembre marcan hitos en la historia de la España victoriosa, de la América invadida y de la Cataluña derrotada. Gloria y provecho para los invasores. Humillación, sumisión, ultraje, explotación y ninguneo para los originarios. Distanciamiento entre pueblos que se acrecienta en cada celebración.

En la naturaleza humana la codicia anda de la mano con la crueldad. Apropiarse de lo ajeno, ya sea con engaño o con violencia, pero siempre con desprecio del sufrimiento causado es algo que nadie quisiera para sí, pero que no duda en darlo por válido cuando le beneficia. Mucho nos falta para alcanzar un grado de humanidad que permita vivir en paz y armonía a unos pueblos con otros.

Creerse con derecho sobre algo que se ha logrado con violencia, ya sean territorios o bienes, no es sino legitimar esa forma de relación humana, tanto entre individuos como entre pueblos. Las sociedades que así hagan no podrán evitar que la violencia permanezca de forma más o menos solapada o evidente en su seno. Sus leyes y su forma de vivir estarán impregnadas de ella, la cual caerá inexorablemente tanto sobre extraños como sobre propios.

La violencia es el recurso del cual echa mano la falta de raciocinio. Existen diversas formas de pensar y de vivir; quizá tantas como individuos. La confrontación de ideas nos permite a los humanos reconsiderar nuestro propio pensar y de ese modo ir construyendo día a día un pensamiento colectivo con que gobernarnos. Pero cuando esa confrontación no se da, cuando las ideas no se vierten en palabras sino que el pensamiento dominante impone silencio al disidente, el instinto se convierte en regla suprema y la convivencia se rige por la ley del más fuerte. Y ahí los humanos actuamos como auténticas bestias.

Como bestias se comportan quienes valiéndose de cuantos recursos tienen a su alcance insisten en tener sometidos a otros seres humanos; a seguir poseyendo territorios que fueron capturados mediante acciones de armas; a seguir imponiendo sus leyes a quienes sus antepasados impusieron las propias tras derogar por la fuerza las que legítimamente tenían. Y como bestias se comportan quienes siguen celebrando las gestas guerreras que les dieron esas ilícitas posesiones. Ese orgullo que con soberbia exhiben no es sino oprobio, deshonor, indignidad para nuestra condición humana.

Desde el siglo XV acá son infinidad las acciones guerreras de conquista y ocupación que se han dado en nuestro mundo. Son muchos los pueblos extinguidos y los que han sobrevivido en territorios ocupados y gobernados por quienes les agredieron y vencieron. Quienes tras las acciones guerreras ocuparon dichos territorios son en su mayoría quienes ahora los pueblan y consideran suyos. De ahí el trato que en muchos de ellos se da aún hoy día a los originarios sobrevivientes.

Esas relaciones de poder que ejercen los invasores sobre los invadidos no son sino violencia. Una violencia legalizada por los vencedores, pero violencia pura. No cabe otro nombre para designar tal proceder. Quienes de ella echan mano para beneficiarse de la situación creada pueden no ser personas violentas en su hacer personal, pero son personas que se amparan en la violencia. No hace falta matar el pollo para ser causante de su muerte; basta con comerlo.

Casi todos los pueblos invasores dan por buena la situación presente y se niegan a mirar las causas del atropello en el cual se fundamentan. Son pocos los pueblos que renuncian al beneficio de la violencia. Los más de ellos apelan a la paz y la exigen a los originarios invadidos. Una paz que impuso en su día el vencedor y que ahí sigue humillando y sojuzgando.

Cabe señalar que ese no es camino para la convivencia. La convivencia se basa en la paz y ésta exige erradicar la violencia de la sociedad en la cual se asienta. Requiere reflexión, debate abierto en el seno de ella. No se puede seguir diciendo “esto es así porque así lo hicieron nuestros antepasados”. No. La injusticia requiere reparación, sea cual sea el origen de ella. En tanto esa reparación no se dé, el pueblo invadido seguirá viviendo humillado y quienes en la invasión se afinquen serán culpables siquiera sea por pasiva, aunque quizá también por activa, de esa violencia que humilla al originario invadido.

En este 12 de octubre de 2013, quienes a uno y otro lado del océano Atlántico sientan orgullo de su españolidad tienen mucho que reflexionar. Ojalá esta celebración les ayude a hacerlo.

http://www.kaosenlared.net/secciones/s2/opinion/item/70923-originarios-e-invasores.html

viernes, 4 de octubre de 2013

¡España UNA! ¡España GRANDE! ¡España ...! No, gracias.

No queremos imperios. Queremos "libertad, igualdad y fraternidad" verdaderas.


Los que aman la grandeza suelen ser muy poco respetuosos con las minorías. Tienden a fagocitarlas en beneficio de esa grandeza que aman, que no es otra sino la suya propia. No sé de nadie que abogue por la grandeza ajena, sea persona o pueblo. No. Cuando alguien aboga por la grandeza piensa, sin duda, en la propia.

Recuerdo los gritos rituales que nos hacían dar en la escuela después del canto del himno nacional antes de entrar en clase y al terminar la jornada. "España, UNA! ¡España, GRANDE! ¡España, LIBRE! ¡VIVA ESPAÑA! ¡ARRIBA ESPAÑA!". Los que vivimos aquella época sabemos bien que la pregonada grandeza de aquella España opresora era un bluf. ¿Puede decirme alguien qué grandeza tiene una nación gobernada en régimen dictatorial, con restricción sistemática de derechos y libertades, donde la relación social estaba enmarcada en la división entre vencedores y vencidos?

La lengua oficial en aquel estado que englobaba pueblos tan diversos y claramente definidos como el vasco y el catalán era la de Castilla. El único pueblo reconocido en todo el estado era el pueblo español. No existía la nación catalana. No existía la nación vasca. Habían sido fagocitadas por aquella entelequia gestada por el afán de poder de unos gobernantes ambiciosos a la que pusieron por nombre España. En ella, Cataluña era una especie de accidente, al igual que lo era Euskadi. Mi pueblo, mi gente, mi lengua no existían en aquella España UNA y GRANDE. Nunca me sentí español y nunca entendí que esta tan pregonada "grandeza" pudiera ser motivo de orgullo.

Los derechos de los pueblos no surgen como las flores del campo en primavera, sino que necesitan ser sembrados, cultivados y protegidos de las inclemencias climáticas y de los depredadores, como las flores de jardín. Incluso en los sistemas más progresistas se comete injusticia. Recordemos si no que la Comuna de París negó en 1871 el derecho a votar a las mujeres. No fue una rancia y absolutista monarquía quien una tal cosa hacía sino todo un gobierno revolucionario. Y esto es así porque abrir los ojos y la mente de la gente es tarea ardua que requiere esfuerzo, constancia y tiempo.

No es extraño pues que en pleno siglo XXI haya quien tenga una idea de lo que debe ser una república similar a la que tenían los que forjaron la de 1931. Grandeza, unidad, pensamiento único, gobierno único, poder único, abuso único y total de los diversos, de los otros, de los que ya antes fueron ninguneados y que lo van a seguir siendo en nombre de una grandeza que favorecerá por encima de todo a los poderosos, no a los ignorados sino a quien los ignoran.

Una república así entendida y de tal suerte forjada será tan incapaz de llevar la justicia y la paz a las sociedades que la forman como lo fue aquella. Comportará, sin duda, mejoras importantes para gran parte de la población, pero dejará también de lado a las capas sociales más desfavorecidas. Se aliarán en ella, al igual que antes, las clases acomodadas con el pueblo menos desfavorecido para seguir sacando provecho de las capas de población ignorada, menospreciada y explotada. Y por supuesto comportará el mismo riesgo de explosión que aquella tuvo. ¿Cómo no va a ser así la tercera república si al igual que la segunda comienza ignorando a los pueblos que la forman?

No, no es ser ciudadano de una España "grande" y "una" lo que quiero sino el reconocimiento y el respeto que merece mi condición de hijo de un pueblo con una historia, una lengua y una cultura propias. Un pueblo al que oscuras alianzas y hechos de armas sometieron a otro más poderoso que desde entonces lo ha fagocitado y despreciado, pero que aun así ha seguido existiendo en el corazón y la voluntad de los que lo integran.

Soy catalán desde que nací, hace ya más de 78 años, y no he tenido nunca un documento de identidad que así lo reconozca. Pero ya me basta. Antes de morir quiero tener un DNI catalán y un pasaporte catalán. Es un respeto que le debo a mi persona y por el que estoy dispuesto a luchar lo que haga falta.

Cuando la libertad de mi pueblo sea un hecho, ya pensaremos con qué otros pueblos establecemos alianzas y con cuáles no. Pero renunciar a mi nacionalidad catalana para seguir siendo español, no, en absoluto. ¡Ni aun siendo republicano! /PC

Original en catalán: